Consuegros desleales.

FECHA: 3/31/2014

Con, Olga, mi consuegra, simpatizamos desde el momento que nos conocimos. Con el tiempo, en la casa de mi hijo y su hija, en ocasión de reuniones familiares, fuimos entrando, cada vez más, en confianza.
Tiene 45 años, alta por encima de los 1,70 metros, rostro agradable, simétrico, ojos color miel de pupila dilatada, nariz pequeña, labios gruesos y rosados (cuando los tiene sin maquillaje), cabello largo rubio teñido, esbelta, un par de tetas, naturales, soberbias, un culo admirable y hermosas piernas. Viste generalmente con vestido o blusa y pollera. Es raro verla con pantalones.
La primera vez que la vi con bikini (el primer verano en la piscina de la casa de nuestros hijos) la simpatía, se transformó en apetito carnal, por lo menos de mi parte.
No demoré mucho, a partir de ese día y cada vez que nos encontrábamos, en enviarle “tiros por elevación” que ella, esquivaba pero, daba a entender sutilmente que no rechazaba, de plano, la propuesta indecente.
Ese verano coincidíamos, con frecuencia los domingos, a almorzar con nuestros hijos y en combatir el calor de la tarde en su piscina, los dos matrimonios de consuegros además de jóvenes amigos y amigas de los dueños de casa. Uno de esos fines de semana, quedamos, al borde del agua, momentáneamente solos, Olga y yo. Ella tendida, sobre una toalla, con la cara hacia el suelo y el culo hacia el sol y a mi consideración.
Sin pensarlo dos veces y sin medir las complicaciones posibles, tomé el frasco de su protector solar y le deje caer unas gotas en la espalda, muy cerca del elástico de la bombacha ceñida de la bikini.
-Está muy fuerte el sol, mejor te refuerzo la protección, así no te quemas- le susurré al oído, con un tono presuntamente neutro.
No se sobresaltó ni protestó. Lo asumí como una tácita autorización a ir por más y comencé a frotarle la espalda, mientras con la mirada, tenía bajo control la puerta de la casa para asegurarme que seguíamos sin testigos.
-Gracias, que amable que sos.-
Con ese salvoconducto, mi mano derecha cruzó el límite y “se coló” unos centímetros, debajo de la bombacha, pocos pero suficientes para que mi dedo medio palpara el nacimiento de la zanja que separa los glúteos.
-¿Y esa manoooo, Juaaannnn? Ahí no dan los rayos, me parece.-
-Es cierto….pero…me calienta más que el “astro rey”…..la zona…-
Pero tuve que interrumpir el “asalto” ante el regreso de mi hijo y nuera al jardín.
Durante el resto de la tarde no aceptó encontrarse conmigo a solas otro día, ni darme su número de celular, a pesar que lo intenté de todas maneras.
No bajé los brazos. En la agenda del celular de mi hijo (lo tomé sin su permiso y, por suerte no lo tiene protegido con password) encontré “Olga 15 5406 XXXX”.
A partir del día siguiente la llamé insistentemente hasta que, una semana después, aceptó encontrarse conmigo, para tomar un café.
En el bar, charlamos sobre temas variados y pasatistas, hasta que la fui llevando al tema del sexo, a lo “embalado” que me tenía y a mis ganas de tenerla en una cama.
Ella al principio, simuló asombro, sorpresa. Calló unos instantes, luego, alegó que nunca le había sido infiel al marido a pesar de haber recibido muchas propuestas, que no conocía hoteles alojamiento, que nuestra situación familiar le hacía más complicada la respuesta:
- No quiero decirte, definitivamente, que no y bajarle la cortina a la chance, de una experiencia, tal vez, placentera. Dejámelo pensar, no podes pretender que acepte a la primera insinuación, necesito tiempo. No me presiones, por favor.-
- Estoy impaciente con vos, pero comprendo tu indecisión. Me voy a quedar en el molde, tranquila. –
Era obvio que, más temprano que tarde se iba a entregar, no había, para nada, rechazado la idea de intimar conmigo, síntoma que le seducía la idea. Si no estaba errado era sólo cuestión de tiempo. Seguí llamándola diariamente, cuidándome de no aludir a la respuesta pendiente. A menos de una semana del encuentro en el bar, después de las generalidades de apertura de la conversación telefónica , entró en tema:
-…Juancito, me costó decidirme: voy a darle una oportunidad a tu deseo y al mío. Una sola ¡Ehhh!!, ……….a ver que resulta. –
- ¡Qué alegrón me das, muñeca! ¿Cuándo?-
- ¿Te parece mañana!-
-¿porque no, ya …. Ahora mismo? ¿Voy a buscarte?-
-Mañana, bobooo… ¡Ahhh! Te tengo una sorpresa.-
-Dame una pista, no seas mala. –
-Ya te vas a enterar. Mañana a las….. en el bar…….-
Después del café, nos fuimos tomados de la mano, hasta un hotel a 250 metros de bar, dándonos algunos piquitos como dos adolescentes.
Pedí la mejor habitación (un dineral, pero no quise parecer tacaño).
Ni bien cerré la puerta, nos trenzamos en un primer beso furibundo, seguido por otros no menos fogosos, complementados con manoseo de tetas, culo y concha. Ella se fue calentando, tanto o más que yo, empezó a jadear y se abocó a quitarme la camisa. Una vez logrado su objetivo, me acarició el pecho y besó mis pezones. En respuesta a su estímulo comencé a quitarle la ropa. La blusa fue la primera, la pollera la siguió casi inmediatamente, quedo con un corpiño blanco con puntilla y una tanga diminuta del mismo color y adorno. La prenda superior, no duró mucho en su lugar. Sus hermosas tetas quedaron sin protección y “sufrieron” el ataque de mis manos, labios y lengua.
Lejos de quedar inactiva, Olga, se las arregló para soltarme el cinto, bajarme el pantalón y buscar con su mano el bulto en mi entrepierna.
Yo no quería más dilaciones e intenté acostarla en la cama.
- Esperá un momento- murmuró mientras se liberaba de mis brazos. Recogió su bolso, que descansaba en el suelo como el resto de nuestras prendas, y sacó de su interior un frasco con un líquido verdoso transparente.
- Acá está la sorpresa: aceite esencial para masajes, de Cítricos, dispersa las malas energías y es afrodisíaco. A vos te gusta masajearme, me acuerdo de aquella tarde en la piscina de los chicos. A mí también me gusta, así que….-
Se acostó, con un salto brioso de adolescente, destapó el frasco y se mojó, las tetas y el vientre, con chorritos de aceite:
- Empezá,…… sin arrebatos,…. con delicadeza y sin apuro.–
No me lo hice repetir. Las tetas monopolizaron mi dedicación un buen puñado de minutos, luego pasé al cuello, al vientre y, por fin, metí la mano untuosa dentro de la tanga. Segunda sorpresa al avanzar hasta el monte de venus y más allá:
-¡Qué lindo, tenes la conchita depilada.-
-¡Visteeee!!!… estaba segura que te iba a gustar, así me puse ayer, para vos.-
Casi enseguida, perdió la bombacha, le besé y lambeteé la concha de abajo hacia arriba, me quedé un rato en el clítoris, luego de metí uno, dos dedos. Quedó toda mojada. Paró de gemir, se aferró de mi slip y tironeó para quitarlo.
-Me gusta…me alucina…. como me chupas…. ¡Ahora…. cogeme Juancito!!! –
Terminé de sacarme el slip y me acomodé entre sus piernas abiertas de par en par. Olga manoteó mi vara, se la frotó en el monte de venus, a lo largo de la concha, de arriba abajo y viceversa varias veces y la acomodó en la posición justa. Bastó un empujoncito y estaba adentro de ella.
¿El preservativo? Bien gracias.
Me dediqué de lleno al vaivén de mi verga en el hoyo ardiente de su entrepierna. No se la saqué más hasta bastante después que Olga, interrumpió los gemidos y demás manifestaciones guturales de placer para gritar algo así como “¡¡ahiii….mi Diooosss….me…mueroooo…!!!”, mientras, al frenesís del movimiento de su pelvis, acelerado a más no poder, se le sumó un estremecimiento global de su cuerpo. Era su orgasmo que la descontrolaba.
Ahí tuve un destello de sensatez, tomé conciencia que no tenía puesto preservativo, pero, era presa de un remolino de goce carnal. Mi orgasmo y eyaculación fueron impostergables, “catastróficos” y muy bien recibidos por ella.
-¡Siiiii!!!…. no te guardes ni una gotita….-
Seguimos superpuestos, abrochados (con mi mitad del broche perdiendo temple) y con respiración y pulsos acelerados.
La charla post-cogida, con gran abundancia de elogios mutuos:
-¡Qué divino me cogiste!!…..¡gocé como nunca!!…..¡como hace muuuucho no gozaba!!-
-¡Lo mismo digo….ni en sueños imaginé el volcán que escondes entre las piernas!!-
también incluyó la, tranquilizante, aclaración de que ella estaba operada (trompas ligadas), cero peligro de embarazo.
Vueltos en sí de la enajenación de los sentidos y del desgaste físico, nos higienizamos por separado.
De regreso a la cama reapareció el aceite esencial. Esta vez Olga lo vertió en mi vientre y bajo vientre y jugó, largamente, con sus manos y su boca. Consiguió que mi verga despertara del letargo y, excediendo las fuerzas y facultades de mi naturaleza, ya ajetreada, nos entregamos a una segunda, deliciosa, vuelta.
La semana siguiente, repetimos el desaguisado, con la variante que después del, soberbio, polvo en pose misionero, saqué fuerzas de flaqueza y la cogí por el culo. Un bonus-track superlativo.
Eso sí, quedé como limón exprimido: los años no pasan en vano y la “carcaza” no le puede seguir el tren a las ganas.
Nos hicimos clientes del hotel. En la recepción, ya asumieron que, preferimos una habitación standard y dejaron de ofrecernos las versiones “de luxe”. Para que gastar demás, el lujo es Olga. Un lujo de hembra.
Cuando nos encontramos en algún cumpleaños u otra reunión familiar nos salúdanos como dos consuegros ajustados a las normas y reglas de urbanidad. Ni nuestros conyugues ni nadie sospecha nada.
Continuamos con nuestros encuentros ardientes, un par de veces por mes. Nada es para siempre pero si me remito al clima que impera cuando estamos a solas y, en particular, en la habitación de (nuestro) hotel, apostaría vamos a seguirla, mientras el cuerpo aguante.

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