Ante la mirada de Sergio y su otro amigo, ese chico hizo las delicias de mi cuerpo. Yo me sentía como emborrachada pero de placer, nada más esperando que ese terminase para sentir dentro de mi boca la verga del tercero. Como en efecto sucedió, a los pocos minutos. El resto de la noche no hubo cosa que Sergio y sus dos amigos no me hubieran hecho, y que yo no haya disfrutado.
Lo que son las cosas, cuando era una joven, un sinfín de hombres mayores, me pretendían. Pero ahora que soy una mujer mayor, no sé qué me pasa, que ahora soy yo la que anda tras los jovencitos. Mi nombre es Norma y además de estar felizmente casada, ser madre de dos hijas y un hijo, también soy abuela de un par de adolescentes de dieciséis y dieciocho años.
Por lo que cuando comencé a sentir ese extraño deseo, de acostarme con uno de los amigos de mis nietas, al principio no me preocupe en lo más mínimo, diciéndome a mi misma que eran locas ideas de vieja. Pero cuando ese extraño deseo, me fue llevando a coquetearles de manera directa, me asusté realmente. Nada más de pensar que diría mi esposo, mis hijos y el resto de la gente que me conoce. Pensé que quizás se debía a los nervios, y yo misma decidí darme un reposo, por lo que le dije a mi esposo, que deseaba pasar unas cuantas semanas, alejada de todo, en nuestra finca.
Cuando Mario, mi esposo, me preguntó el motivo, le dije que deseaba hacer una especie de retiro espiritual, para dedicarme al recogimiento y la oración, pero sola, ya que las veces que vamos a la finca con toda la familia, prácticamente es lo mismo que estar en casa, no descanso un solo instante. A Mario lo que le dije le sonó razonable, pero como él dirige todavía el negocio de la familia, me propuso que él pasaría los fines de semana en la casa de la finca conmigo y el resto de la semana, se quedaría en nuestra casa mientras trabajaba.
Así que esos primeros días, sola en la casa de la finca, lo pasé de maravilla, mi marido le había dicho de manera bien clara a los peones, que para nada me molestasen, además contrató a doña Carmen una señora del pueblo para que limpiara y me acompañase durante el día, así podría dedicarme yo a lo que quisiera. Los primeros días lo pasé de maravilla, prácticamente sola, si la señora limpiaba y en ocasiones hasta cocinaba. Me di permiso a mi misma de bañarme sin ropa en nuestra piscina, donde me quedaba hasta altas horas de la noche sin hacer otra cosa que estar relajada en el agua. Me acostaba bien tarde y me levantaba más tarde aun, sin preocupación alguna.
Pero ya cuando llegó el fin de semana, recibí a mi marido, a cuerpo de rey, el sábado por la noche, los dos nos tomamos una cuantas copas de vino, que nos hizo recordar nuestros años de juventud, a tal grado que ambos nos metimos desnudos en la piscina cuando llegó la noche. Yo sé muy bien que tanto Mario como yo ya estamos entrados en edad, como para hacer esos desarreglos, y que mi cuerpo no es el de una mujer jovencita, pero cuando mi marido comenzó acariciarme y a besarme, algo dentro de mi comenzó a revivir, aunque al principio su miembro permanecía mustio y caído, pero a medida que él me continuaba tocando delicadamente por todas mis partes intimas, en particular entre mis piernas y mis casi caídos senos.
Vi con cierto asombro de mi parte, como su cosa se comenzaba a parar, por lo que bien contenta, se me ocurrió prestarle una pequeña ayuda, al principio acariciándoselo, pero al poco rato decidí que bien podría darle una pequeña mamada, y en efecto la ayuda fue de provecho, apenas coloqué mis labios alrededor de su miembro, sentí como se fue poniendo duro dentro de mi boca, y a los pocos minutos ya me estaba penetrando divinamente. Esa noche Mario y yo, revivimos muchos de nuestros viejos recuerdos y experiencias de antes.
El domingo los dos nos despertamos bien tarde, almorzamos en el pueblo y luego regresamos a la casa de la finca, donde nos encerramos en nuestra habitación y nuevamente pasamos una noche de locura. Ya el lunes mi marido se fue a la ciudad y yo me levanté bien tarde, y como de costumbre, por espacio de unas dos horas, me puse hacer mis ejercicios diarios, los que entiendo me permiten a pesar de mi edad mantener mi cuerpo en buenas condiciones físicas, después me di un buen baño de tina, con sales aromáticas, me puse únicamente mi bata de baño, almorcé y el resto de la tarde lo pasé leyendo en bata, hasta que llegó la hora de que la señora que me acompañaba se marchase, por lo general, ella llegaba a donde yo me encontraba leyendo en la sala, y se despedía.
Pero esa tarde sentí que alguien tocaba la puerta, por lo que al no estar la señora, en ese momento decidí abrir la puerta. Se trataba de un joven, que después me enteré que tenía unos veintitrés años más o menos. Resultó ser el hijo de Doña Carmen, que había pasado a buscarla. Le pedí que pasara, y esperase sentado a que ella regresara, me enteré que se llamaba Sergio, y que estudiaba agronomía y trabajaba en la finca durante las tardes. Pero a medida que me fue hablando, esos extraños deseos, que durante los pasados días ni me acordaba de ellos, volvieron hacerse presente. Quizás de manera inconsciente comencé a coquetear con el joven, al punto que de manera casual dejé que mi bata se abriese de manera descuidada, permitiéndole ver gran parte de mi desnudo cuerpo bajo la bata que usaba en ese momento. Al observar como sus grandes ojos se abrían intensamente, me di cuenta de que se me estaba pasando la mano, de manera recatada me levanté y me dirigí a la cocina a buscar a la señora de la limpieza.
Al ellos retirarse noté en la mirada del joven, algo especial. Digo para una mujer de mi edad, el que un chico de su edad la vea a una de la manera que él me estaba viendo, es algo bien especial. Carmen la señora de la limpieza, me presentó a su hijo y después ambos se marcharon. El resto de la tarde no hice otra cosa que pensar en la manera en que se me quedó viendo ese joven, y las muchas cosas que podríamos hacer, pero al mismo tiempo, me reprendía a mi misma por tales pensamientos, así que decidí relajarme, metiéndome en la piscina como de costumbre, sin nada de ropa.
Ya serían como las seis de la tarde, justo en el momento en que estaba saliendo del agua, sentí un ruido entre los arbustos cercanos a la piscina, por lo que sin tan siquiera detenerme a tomar mi bata, me asomé y con sorpresa vi a Sergio de pie al lado de ese arbusto espiándome. Por unos instantes lo miré a los ojos, y de inmediato di media vuelta y pensé en hacerme la indignada, pero en lugar de eso, en el último segundo mientras tomaba mi bata y medio me la colocaba sobre mi cuerpo, invité a Sergio a que entrase a la casa, con la escusa de que ya estaba oscureciendo y hacía algo de frio, él me siguió tímidamente con pasos inseguros.
Ya dentro de la casa, viéndolo fijamente a los ojos, le pregunté de manera sensual a Sergio que deseaba, el chico se quedó en silencio sin saber que decirme. Mientras frente a él me ponía nuevamente mi bata, pero sin cerrarla del todo. Sus grandes ojos, me observaban sin perder detalle de todos y cada uno de mis movimientos. En ese momento, comencé a sentir esa sabrosa calentura por todo mi cuerpo, por lo que me le acerqué y mientras caminaba a su alrededor, le volví a preguntar que buscaba. Nuevamente Sergio se quedó callado sin responderme, por lo que yo aproveché para poner en su boca, las palabras que él por lo visto, no se atrevía ni ocurría decirme. Poniendo mi voz un poco más gruesa tratando de imitar la suya dije:
Norma, desde la primera vez que la vi hoy me enamoré de ti, en ese momento en su rostro vi algo de asombro pero continuó callado mirando fijamente el piso. Yo por mi parte continué, como si se tratase de un juego, diciendo. Yo sé que soy un muchacho y usted es una señora casada, pero cuando la vi desnuda en la piscina, me dieron ganas de acostarme contigo. Al escucharme nuevamente abrió los ojos, y una ligera sonrisa apareció en su rostro. Yo continué actuando, y respondiéndole en mi propio tono de voz le dije. Pero Sergio soy mucho mayor que tú, y me alaga mucho que un joven como tú, que debe tener un sinfín de novias se fije en mi, y al decir eso comencé a pasar mis brazos por sobre su cuello, y acercando mi boca a la suya.
Lo siguiente que sucedió, en parte me sorprendió a mí misma, Sergio me ha dado un beso, como hacía tiempo no sentía. Con habilidad insospechada sus manos las metió entre mi bata y mi desnudo cuerpo, y apretó mi cuerpo al suyo. Yo nada más baje los brazos y mi bata fue a dar al piso de la sala, quedando nuevamente del todo desnuda pero entre sus brazos. Por un buen rato nos besamos, hasta que sentí contra mi vientre, su erecto miembro, que no sé en qué momento, ni como lo extrajo del pantalón. En esos instantes me sentía la mujer más dichosa del mundo. Yo a medida que aun nos besábamos le fui quitando su camisa, y de inmediato solté la correa de su pantalón y se lo ayudé a bajar de manera algo ansiosa. Sin muchas palabras, nos dirigimos a mi habitación y a mi cama de inmediato. Ya en la misma, apenas me recosté, Sergio se colocó sobre mi cuerpo, su tostada piel contrastaba con la palidez de la mía, sentí como ese miembro joven y fuerte entraba dentro de mi mojada vulva.
En mi vida la había sido infiel a mi marido, ni aun en aquellas ocasiones que me enteré por medio de una de mis amigas de que Mario mantenía a otra mujer, la que ocasionalmente visitaba. Pero en ese instante no pensaba en Mario ni en sus infidelidades, solo pensaba en lo mucho que me estaba gustando lo que hacía con ese joven y como se movía sobre mi cuerpo. Su nerviosa boca me chupó en innumerables ocasiones mis senos, mordisqueando mis pezones, y arrancándome lágrimas de felicidad.
Sergio por un buen rato metió y sacó su miembro de mi vulva, hasta que de momento me pidió que cambiásemos de posición, cosa del todo nueva para mí en esos momentos, yo me recosté sobre mi vientre y sentí nuevamente como él tomándome por las caderas, me volvía a penetrar mi coño pero con mayor energía e ímpetu. Yo estaba que no cabía en mí de la felicidad que sentía, a cada empujón que él me daba con su cuerpo el mío respondía moviéndose más y más. Al punto que alcancé un orgasmo como hacía mucho tiempo que no sentía, definitivamente no era que amasé a ese chico, es que estaba disfrutando plenamente lo que él me estaba haciendo, sin tapujos ni restricciones, gritaba de placer y le pedía que me diera más y más duro, a lo que mi amante respondía por medio de la acción inmediata.
Aunque yo ya había alcanzado ese glorioso orgasmo, Sergio continuaba como si recién comenzara, con mucha energía y mucho entusiasmo, a tal grado que de seguro me contagié y continué moviendo mis caderas, como cuando era bastante joven y aun no había parido. Después de estar en esa posición con él de tras de mi cuerpo, y agarrándome por las caderas, apretándome contra el suyo. Sergio sacó nuevamente su verga de mi cuerpo, y colocándome sobre mi espalda, me tomó por los tobillos y separó mis piernas, para acto seguido enterrarme nuevamente todo su miembro dentro de mí. En mi vida había disfrutado de un orgasmo como el que anteriormente había sentido, pero cuando en esa otra posición Sergio continuó penetrándome, me sorprendí al disfrutar de un segundo orgasmo de manera casi seguida.
Estaba tan feliz y contenta, que cuando Sergio sacó su miembro y lo dirigió a mi boca, no dudé ni por un instante en mamárselo, pero como una loca. Fue cuando lo escuché decirme, que le gustaría darme por el culo. Eso me paralizó, ya que a mi edad jamás ni nunca mi marido me había hecho eso, pero era tal mi calentura, que cuando lo escuché por segunda vez decírmelo, simplemente dejé de mamárselo y me acosté nuevamente sobre mi vientre, Sergio hábilmente mientras me comenzó acariciar mi coño con una mano, con los dedos de la otra me los fue introduciendo entre mis nalgas, al principio uno después otro, y así continuó hasta que me pareció que había dilatado lo suficiente mi esfínter como para penetrarme con su verga.
La que sentí mojada por su propia saliva, como entraba dentro de mi esfínter. Su calor y dureza estremeció todo mi cuerpo, y por un buen rato Sergio continuó sacando y metiendo su verga dentro de mi culo, al tiempo que con una de sus manos me apretaba sabrosamente todo mi coño. No sé cuánto tiempo permanecimos así, disfrutando de esa salvaje manera de tener sexo. Hasta que después de un buen rato, Sergio volvió a sacar su verga de mi culo y como si yo fuera una muñeca de goma colocó su verga dentro de mi boca, sin escrúpulo alguno me dediqué a seguir mamando, sus manos enredadas en mi blanca cabellera movían mi cabeza hacia atrás y hacia adelante, hasta que un caliente y abundante chorro de su semen, llenó toda mi boca.
Después de eso, Sergio simplemente se retiró dándome un pequeño beso en mi frente. Mientras que yo me quedé tirada sobre mi cama, con una cantidad de su leche chorreándome por mi rostro, pero bien feliz y contenta por la experiencia que había disfrutado. Al día siguiente, cuando me levanté supuse erróneamente que no volvería a ver a Sergio por un buen tiempo, pero me equivoque, esa noche se volvió a presentar en la piscina, donde como de costumbre, yo disfrutaba de un baño completamente desnuda. El nada más verlo hizo que mi corazón diera un salto de emoción, imaginándome de ante mano de todo lo que volvería a disfrutar entre sus brazos.
A diferencia de la tarde anterior, Sergio actuó confiado y seguro de sí mismo, al punto que nada más estuvo a mi lado, me llamó por mi nombre y sin perder tiempo me dio un fogoso beso de lengua, dejando en todo mi cuerpo con un deseo ardiente de continuar, al separarnos mi primera intención era llevarlo dentro de la casa y continuar donde habíamos quedado, pero él me detuvo y de manera lasciva, mientras sin vergüenza alguna me agarró mi coño, me preguntó. Amor ¿Te gustaría que te diera una sorpresa? A lo que deseosa de acostarme con, él sin pensarlo dos veces respondí sí, de manera insistente y repetidas veces. Nuevamente pero sin soltar mi coño, Sergio me dio otro profundo y embriagante beso de lengua, en el que entregándome completamente cerré mis ojos, pero al separarse Sergio de mi cuerpo, y volver a abrir los ojos, me encontré que estábamos acompañados por otros dos hombres jóvenes.
Sin sacar su mano, de entre mis piernas, dijo. Pensé que te agradaría la sorpresa. Realmente no pensé yo en quienes eran, ni si conocían a mi marido, o no. La imagen que de inmediato vino a mi mente fue, el estar acostada con los tres al mismo tiempo, no sé cómo se me ocurrió algo así tan aberrantemente delicioso, pero lo que si se es que los dedos de Sergio dentro de mi coño, o la sola idea de estar con más de un hombre a la vez, me excitó a tal grado que después de darle un beso en la mejilla, le di las gracias por la sorpresa. Y de inmediato él continuó besándome salvajemente, mientras continuaba ya introduciendo prácticamente toda su mano dentro de mi coño. Los recién llegados, no perdieron tiempo, en medio del patio donde está la piscina, se han quitado toda la ropa, y sentía sus manos y otras partes de sus cuerpos acariciando el mío.
Yo me centré en Sergio y comencé a despojarlo de la camiseta que estaba usando en ese momento, de inmediato continúe con su pantalón, que al bajárselo me encontré frete a mi boca su erecto miembro, el que no dudé ni por un solo instante en ponerme a mamar. Mi euforia era tal, que ni cuenta me di, que uno de ellos había colocado su cara entre mis muslos, solo cuando sentí su boca chupando mi coño deliciosamente, fue que reparé en su presencia, mientras que el otro tomó una de mis manos y la colocó sobre su verga, la que de inmediato comencé a masturbar. A uno de los recién llegados escuche decirles a los otros, tu amiga es vieja, pero que mucho sabe. Lejos de tan siquiera molestarme por lo de vieja, continué con muchas más ganas. Sergio se dio su tiempo para disfrutar de la buena mamada que yo le estaba dando, hasta que separó su cuerpo del mío, y ayudándome a levantar del piso, y dejando al que me mamaba el coño acostado, dijo.
Ahora es que vamos a gozar, y tras decir eso me propuso que me pusiera en cuatro, y de inmediato comenzó a nuevamente a introducir sus dedos dentro de mi nalgas, de cuando en cuando ante la mirada de sus amigos me pasaba la lengua sobre mi esfínter arrancándome gritos de placer, después de lo cual me dijo que me sentase sobre su verga.
Mi excitación era tal que obedecí de inmediato, y en cosa de pocos segundos, ya Sergio me estaba como dice él, culeando. Sergio me recostó sobre su cuerpo apretándome los senos, divinamente, fue en ese instante en que uno de sus amigos, dirigió su verga directamente a mi coño. Cuando comencé a sentirla, no cabía en mí de la alegría, y como una loca movía mis caderas al tiempo que sentía como uno y el otro, introducían sus vergas dentro de mi cuerpo. No pasó casi nada de tiempo, cuando el tercero de ellos tres, dirigió su verga directamente a mi boca, no dudé en mamársela, por lo que a medida que se la chupaba, movía mis caderas y ellos me apretaban deliciosamente contra sus desnudos cuerpos.
Hasta esos momentos pensaba que los orgasmos que Sergio hasta esos momentos me había hecho disfrutar la noche anterior, no serían superados por nada ni nadie. Pero al sentirme estar entre esos tres hombres jóvenes y con tanta energía, fue cosa de segundos que alcanzase el clímax. Casi llorando pero de la alegría, quería que nunca terminasen. Sé que por un instante pensé en Mario, mi marido. Pero de la misma manera que ese pensamiento apareció, desapareció al sentirme ensartada por esas tres vergas.
Aunque de haber sido por mi hubiera deseado intensamente que continuasen hasta el fin de los tiempos, pero cambiamos de posición, quedándose Sergio bajó mis nalgas, metiendo y sacando su miembro una y otra vez. Hasta que me apretó con bastantes ganas al momento de venirse dentro de mi culo. No había él terminado de extraer su miembro de entre mis nalgas, cuando el segundo se me ha tirado encima, y casi sin darme tiempo a respirar, me ha introducido nuevamente su verga sin compasión dentro de mi mojado coño.
Ante la mirada de Sergio y su otro amigo, ese chico hizo las delicias de mi cuerpo. Yo me sentía como emborrachada pero de placer, nada más esperando que ese terminase para sentir dentro de mi boca la verga del tercero. Como en efecto sucedió, a los pocos minutos. El resto de la noche no hubo cosa que Sergio y sus dos amigos no me hubieran hecho, y que yo no haya disfrutado. Sus calientes comentarios sobre mi persona, me calentaban más y más, comentarios desde el que dice. Gallina vieja da buen caldo. A otros bien subidos de color, refiriéndose a lo bien que muevo el culo. Al punto que más que ellos, era yo quien disfrutaba intensamente todas esas pocas vergüenzas que me estaban haciendo.
Esa noche, no hubo cosa que los tres no me hayan hecho, cuando no se la mamaba a uno, cualquiera de los otros dos me daba por el culo o el coño de manera salvajemente sabrosa. Hasta me pusieron a que le diera el beso negro a Sergio, cosa que hice, con algo de repugnancia al principio, pero al ver lo mucho que lo disfrutaba, continué introduciendo mi lengua dentro de su culo insistentemente. Hasta que uno de sus amigos, sin perder tiempo apenas separé mi boca del culo se Sergio lo penetró, para mi mayor sorpresa, pero de inmediato pensé si a mí me gusta, por qué no a él también.
Ya estaba bastante agotada, con todo mi cuerpo hediondo a sexo, y con lamparones de semen por casi todo mi cuerpo. Al final en medio de un cierto desenfreno, cuando ya no podía disfrutar más, y me encontraba recostada en una de las sillas de la piscina. Comencé a sentir al principio un caliente chorro de algo líquido casi sobre mi cara y mi boca, casi de inmediato otro chorro similar, que caía sobre mi coño, y un tercero casi de inmediato que me caía sobre mi vientre. En fin me estaba dando un baño dorado como dijo después Sergio.
Cuando ya en la madrugada estaban por retirarse, se me ocurrió hacerle un buen regalo a Sergio y sus amigos, así que antes de que se marchasen, fui corriendo a mi habitación y de una de las gavetas de la mesa de noche, saque buena parte del dinero que, Mario mi marido, me había dejado para que me fuese de compras al pueblo. Al principio se negaron a aceptarlo, pero ante mi insistencia, me complacieron recibiéndolo.
Hoy en día, me he dado cuenta de lo mucho que disfruto acostándome con hombres mucho más jóvenes que yo, que no me tengan compasión, y me den bien duro tanto por el culo como por mi coño. Desde luego que mi marido ignora todo, o por lo menos así creo yo. En ocasiones paso algunos días de la semana en la casa de la finca, y cuando no es Sergio es alguno de sus amigos que quieren visitar a la vieja calenturienta… como me llaman cariñosamente entre ellos.
Autor: Narrador
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La vieja calenturienta, 9.7 out of 10 based on 6 ratings
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