Acabábamos de empezar la junta y yo estaba sentada a dos puestos del Arquitecto de la firma. Él es un hombre en toda la extensión de la palabra. Alto, de tez blanca, con facciones europeas. Sus enormes manos estaban hechas para acariciar las curvas de una mujer. Su voz aterciopelada hacía que se derritiera mi cuerpo. Fui conquistada por su sonrisa con hoyuelos en un instante y cada uno de sus gestos me seducían más.
Ese día él se encargaría de hacer una presentación a toda la firma sobre el nuevo proyecto que íbamos a empezar. Desde que llegó me tenía embriagada con su perfume. Lleva tres meses con nosotros y a cada vez que lo tengo cerca me pone a mil. Siempre me han gustado los hombres como él, que además de bello e intelectual, viste y huele bien. Él es de ese tipo.
Con total propiedad comenzó la presentación e inmediatamente yo me desconecté. Empecé a volar con la imaginación y de pronto me hallaba entre sus brazos, sumergida en un apasionado beso que arrancaba toda la ropa de ambos tirándola por la sala de juntas.
Aplicando su fuerza me alzó en peso y con mis piernas amarrada a su cintura me arrinconó en una esquina. Mis pechos estaban a la altura de su cara no había otro lugar donde deseara estar más que ahí, guindada al musculoso cuerpo de este hombre que estaba a punto de hacerme suya.
Su boca se adueñaba de mis pezones y con mordiscos precisos chupaba cada uno a la espera de esos corrientazos que no tardaron en escaparse. Momento seguido me estaba humedeciendo toda. Sólo con sentir el roce de su cuerpo sobre mi vientre y el calor de sus manos en mi cuello, estaba completamente exitada. Sin poder entender cómo hizo, metió su mano en el pantalón, luego con rápidos movimientos ya lo sentía hurgando entre mis piernas. Se hizo paso entre la tela y empezó la conquista de la cumbre.
Ágiles movimientos se combinaron con su fuerza y entre tanto mordisco, mis labios no llegaban a pronunciar palabra. Esta loca, poseída y extasiada. Mi primer orgasmo no tardó en hacerse presente.
No tardo en volver a besarme. Comenzó a dar pasos conmigo cargada hasta ponerme sobre la mesa de reuniones. Aquella madera fría me hizo brincar pero su cuerpo aún pegado al mío me todo el calor que necesitaba. Se separó un poco para admirarme acostada en la mesada.
Pude notar que ya estaba con el pantalón desabrochado. Se abría paso entre mis piernas y acabaría en unos minutos por invadirme nuevamente. En medio de permanente excitación, movía mis cadera en forma circular cuando sentí que él subía con sus manos por mis piernas y comenzaba a bajarme la patys de encajes – que sin él saberlo fueron elegidas en su nombre- yo acariciaba mis pezones y sonreía sin dejar de mirarle.
Él ya sin camisa, boxer a la vista decidió presentarse formalmente ante mi cuerpo de la mejor manera. Besó el interior de mis muslos, acariciaba mis piernas. Dio suaves lamidos a mi piel – que es particularmente sensible en estas zonas- hasta llegar a la fuente del placer femenino.
Con su labios conquistó delicadamente el botón de la felicidad succionando con ritmo mi clítoris. Un bajo suspiro de satisfacción salio de mi boca cuando empezó la lluvia de espasmos dentro de mi. Divinos. No escatime en hacerlo notar aprobando con un ¡Síííííí! su acertada jugada.
Sólo me veía con esas esmeraldas de ojos. Hipnotizantes. Paralelo decidió hacer una flecha con su lengua y clavarla justo en mi cueva. Cosa que no tardó en hacerme tambalear de placer. ¡Asííííí! Me encantaba el hecho de guiar sus pasos en este grandioso baile que apenas empezaba.
Jadeaba con sonoridad y mis pies resbalaban en la madera pulida. Tomó mi cadera con un mano para controlarla y con la otra se apodero de mi sexo dándole vueltas circulares a mi clítoris encendido. Trepó a la mesa y subió en paralelo con su mano hasta mi cuello. Sus labios tenían mi elixir impregnado y para mi eso lo hacía más irresistible de besar.
Me hice dueña de su lengua para darle la bienvenida a segundo orgasmo. Mis piernas se contraían mi cadera esta descontrolada y su mano no dejaba de subir y bajar jugando con mis labios menores. Ya bañada en pasión cambiamos la postura. Ahora él se arrodilló en la mesa, me subió a su cintura y comenzamos a bailar juntos.
Yo amarrada a su cuello no hacía más que restregar mis pezones en su pecho y acariciar su pelo. Él rápidamente había analizado el terreno para apoderarse de mi bajo vientre y penetrarme por completo. Al oído susurraba “Tu calor está abrigando todas las ganas que tenía reprimidas por tenerte así cerquita”. Sonreí y empecé el vayven de caderas para sentirlo dentro de mi.
“AAAhhh,aaaahhhh, me encanta” era todo lo que podía coordinar en mi mente cuando lo sentí bombear todo su poder a mi favor. Echaba la cabeza para atrás y él se divertía con mis senos. Mi manos se apoderaron de sus nalgas y con cada embestida apretaba su trasero como si fuesen almohadones.
¿Estás preparada? me cuestionó. Con la intriga de lo que debía contestar, sonreí y me tomó por las caderas para subirme y bajarme mientras yo deliraba en medio del deleite. Mi cabellera acariciaba su espalda y yo no hacía más que sujetarme a su espalda ya arañada con las marcas del disfrute mientras lo ayudaba con mis piernas a llevar el ritmo.
Era increíble. Estábamos los dos ahí nadando en placer. Los constantes jadeos se abrían paso entre nuestros suspiros. Yo lo apretaba contra mi cuerpo, él me hacía presa de sus brazos. Y así, resbalando de tanto sudor, llegamos juntos a la cima del cielo. Duramos unos segundos abrazados mientras nuestros acelerados corazones retomaban el ritmo regular.
En eso el insistente sonido de un teléfono, el de la sala de juntas, rompió con toda la diversión. Se encendieron las luces. Con dificultad me ubiqué nuevamente en tiempo y espacio y ahí estaba él. Inocente de todo pensamiento que acababa de nacer y morir en mi mente.
Lo que él aún no sabe es que yo suelo cumplir mis fantasías…
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