El ring es un escenario de lucha, puede ser de box, puede ser de wrestling, yudo y otros deportes, como también de artes marciales. Esta es la historia de Marian quien seducida por el físico de un “luchador”, vivió un momento de placer según sus confesiones. “Hemos chapado en el ring, he sentido su piel y sus atributos. Viví una circunstancia única y muy caliente”.
Todo sucedió un lunes después de haber participado en un evento de lucha libre, dijo Marian, explicando que conoció en el camarín a Esteban, un hombre alto, atlético, moreno claro, de ojos atractivos y labios carnosos.
Esteban había ganado el encuentro contra su rival, y gran parte de los presentes acudimos a su camarín para felicitarlo. Cuando me acerqué a él lo abrasé y en el oído me susurró con tono seductor: “Me gustas preciosa”. La expresión me emocionó y quedamos al día siguiente (Lunes) en vernos.
Llegó el lunes esperado y acudí al ring, donde el debía practicar. Me recibió cariñoso, me abrazó y me besó en la mejilla. Sentí un aroma a colonia muy fina y rica. Vestía Esteban “El Luchador”, un pantalón negro tipo jean y una camisa de seda bien delgada color azúl, con los tres primeros botones desabrochados. Era obvio que debajo la camisa no llevaba ninguna prenda interior, vale decir que no usaba camiseta debajo la fina camisa.
Yo traía una blusa negra de esas que se abrochan atrás dejando la espalda descubierta, y la parte de adelante con un escote profundo que permitía observar el nacimiento de mi brasier de media copa y una tanga de encaje negro. Acompañaba, a las prendas referidas, un jean azul bien apretado y una zapatillas negras.
Esteban, el triunfador luchador, me invito a enseñarme primero una llave, claro con cuidado y algunos secretos de la lucha pero junto a un movimiento de lucha, me volteó de espalda y a tiempo de hacer el movimiento “de lucha” me empezó a besar el cuello, la espalda, mientras con sus manos expertas tocaba y apretaba mis nalgas. Sutilmente me quitó la blusa y el brasier y sus labios carnosos subieron a mi boca. Chapamos suavemente, mientras yo mascaba suavemente sus labios, y poco a poco sus besos eran más apasionados y fogosos. Chapamos con locura, con las lenguas desbordadas de pasión. Mientras nuestros besos giraban nuestras bocas, sus manos bajaban mi pantalón para abrirme las piernas tocándome así por encima de mi tanga. Con sus dientes me quitó la tanga y así yo parada y el sentado se puso frente mío y empezó a jugar con su lengua. Su lengua en mi provocó que yo gimiera de placer.
Me vine una vez; él se levantó y yo también. Nos abrazamos y nos besamos, primero suavemente, luego más apasionadamente y después fogosamente, en medio de chapes algo violentos, algo desesperados por el desenfreno.
Mientras nos besábamos, acaricié tu cuello, con mis manos que hábilmente fueron bajando por su pecho al que sólo vestía una delicada y fina camisa de seda. Sin camiseta interior debajo, mis manos tocaron sus vellos y luego mi poca comenzó a besar esa parte y chapar con lujuria todo su pecho desnudo al caer la camisa en el ring.
Mi boca subió de nuevo a su boca para seguir chapando. Yo ya estaba húmeda y completamente excitada y él también, lo notaba por lo duro de su bulto. Aún estábamos de pie y besándonos ya desnudos de torso. Mi excitación hizo que mi mano fuera a su pantalón y comenzara a sobarle el bulto notando que el hombre estaba muy bien dotado. Bajé su cremallera, metí mi mano para sacar a respirar su aparato y realmente quedé sorprendida al mirar esa dotada verga que tenía, porque era gruesa y larga. Comencé a sobarlo junto con sus huevos a la vez que mis senos tocaban los músculos de sus abdominales superiores. Ese momento mis manos desajustaban el cinturón del luchador, permitiendo caer al pantalón, mientras mis dedos jalaban el boxer.
Uhmmmmmmmmmmmmmm ví un pollón grande, un verga erecta, que inmediatamente requirió las atenciones de mis antojadizos labios que agarraron ese pene riquísimo al que comencé a chupar con deseos incontenibles. Mamaba y mamaba la punta de su verga.
Con su pene, primero en mi boca, y luego a los lados, le lamí todos sus genitales y lo masturbé con mi boca por un buen rato hasta que el mismo con su propia mano apartó su verga mi di mi boca y con esa misma mano acomodó su pene frente a la entrada de mi vagina y comenzó a penetrarme suavemente, yo cerré los ojos y comencé a sentir ese placer de tener un pene dentro. Aceleró el ritmo y ya estaba siendo cogida por completo, mis gemidos se escapaban de mi garganta sin control, mis manos lo abrazaban y rasguñaban su espalda. Mis ojos quedaban a la altura de su cuello y notaba como todas sus venas se inflaban irrigando mucha sangre por la calentura que tenía. A los costados de mi cabeza estaba cada uno de sus enormes brazos que sujetaban su cuerpo para no dejarlo caer completamente sobre mí.
Yo cada vez gemía más y más, estaba descontrolada. De improviso y con su verga aun dentro mío, me tomó y el se volteó junto a mi quedando de espaldas en el ring y yo sentada sobre él.
“!Muévete perra! me dijo dándome una nalgada. Yo por supuesto comencé a moverme afirmando mis dos brazos sobre su pecho y cabalgando sobre su enorme pene, llevé una de mis manos hacia atrás y le acaricié los huevos mientras seguía cabalgando. Nuevamente de improvisto me comenzó a voltear para dejarme vuelta dándole las espaldas, la sensación de sentir su pene como giraba dentro mío me hizo llegar al borde de un orgasmo.
Ahí sentada y clavada por su miembro apoyé mis pies en sus muslos y mis brazos hacia atrás apoyados sobre sus durísimos abdominales y nuevamente inicié la cabalgata, yo gemía como loca mientras él por detrás me sobaba los pechos haciéndome llegar a un orgasmo fantástico.
“Cuando veas que ya voy a acabar quiero que pongas tu rostro en mi verga, quiero verte llena de mi semen”, me dijo mientras yo seguía moviéndome. Yo entre lo excitada y mis gemidos sólo pude asentir con la cabeza a su petición. De hecho al poco rato comencé a sentir que el convulsionaba mucho más lo que me hizo pensar que ya estaba apunto así que me salí rápidamente y me arrodillé al borde del ring entre sus piernas y lo empecé a masturbar frente a mi cara, pero no, aun no era el momento del final. Otra vez comencé a mamar esa verga. Mientras me acomodaba yo ya suponía lo que vendría.
Haciendo un paréntesis, se puso su máscara de luchador y su short, además de los botines. Yo me vestí. Me invitó entonces a luchar: me hizo una llave, y me hizo caer. Yo estaba caliente y quería algo brusco. ¡Pégame cabrón! Le dije. El luchador me levantó del ring y me abofeteó en la mejilla izquierda, diciéndome: “Toma perra! y luego me abofeteó en la derecha, “y esto más perra”, expresó. Yo caí y sentí placer.
Ambos nos desnudamos, pero él cambió de posición y su verga fue directo a mi vagina. Su pene ya presionaba para entrar muy fuerte y sus manos en mis caderas me movían rápidamente hacia delante y atrás. Me comenzó a coger por el culo mucho rato, mi excitación llegó al máximo haciéndome casi gritar en el segundo orgasmo. Estaba desfalleciendo de cansancio, había transcurrido una hora en que me estuvo cogiendo sin dejarme respirar y controlando muy bien su poder eyaculatorio, hasta que por fin el ya no soportó más y comenzó a moverse como loco dentro de mi vagina, era obvio pronto eyacularía así que me salí y me giré para poner mi rostro frente a su pene.
Llegué exactamente en el momento preciso, chorros inmensos de semen brotaron de allí llenándome la cara de esperma caliente. Mientras salía el semen yo por instantes se lo mamaba lo que hizo que más de algunos de esos chorros fuera a dar directo a mi garganta tragándome ese espeso líquido.
El ring es un escenario de lucha, puede ser de box, puede ser de wrestling, yudo y otros deportes, como también de artes marciales. Esta es la historia de Marian quien seducida por el físico de un “luchador”, vivió un momento de placer según sus confesiones. “Hemos chapado en el ring, he sentido su piel y sus atributos. Viví una circunstancia única y muy caliente”.
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