¿Porqué veo doble si no estoy borracha?

FECHA: 4/30/2014

Hola… volví… soy Abril, ya cumplí diecinueve años.
La historia que les voy a contar hoy, me sucedió cuando estaba en el liceo, tenía diecisiete recién cumplidos.

El invierno estaba crudo aquel año y el salón de clase era un congelador. Literalmente nos cagábamos de frío. Por suerte la dirección del liceo ya nos había autorizado a usar ropa de invierno. Especialmente para las chicas, ya que podíamos ir de pantalones en lugar de falda.
Yo me ponía unos polares por debajo del pantalón del uniforme y así la iba remando, pero el clima era tan gélido que salir a la calle era un martirio.
Un miércoles a segunda hora teníamos matemáticas y estábamos todos re-felices porque la vieja había pegado el faltazo. Cayó la adscripta y nos explicó que la profe estaba con hepatitis y tenía por lo menos para un mes de cama. El festejo fue bien ruidoso, no por la mala suerte de la profe… pobre… una enfermedad tan jodida está de menos. Pero la idea de un mes sin los putos numeritos nos encantaba, hasta que nos dijeron que por supuesto el colegio ya había designado un suplente. Entonces Rosa, la adscripta, salió para ir a buscar al nuevo profe, que ya había llegado. Nosotros debemos haber puteado hasta en arameo. El alma se nos vino al piso. Instantes después Rosa volvía acompañada del nuevo profe de mate y nos presentó al “Profesor Diego Fernández”…

Cuando lo vimos… qué papazo!… estaba más fuerte que un cadenazo en los dientes… Era joven, de veintidós años, recién diplomado. Alto, con un lomo que estaba para comérselo en dos panes, cabello negro y rizado, mentón ancho bien varonil y unos ojazos azules que te derretían con una mirada. A los varones al principio no les hizo ninguna gracia, pero con el tiempo lo aceptaron porque era flor de piola y hablaba de fútbol con ellos y se llevaban bien. Con las chicas no necesitaba hablar de nada. Bastaba una de sus azules miradas y nos meábamos por él. Estaba para darle.

Recuerdo que a la siguiente clase, la gran mayoría de las chicas volvimos de falda… corta. Con unas medias de lycra para aguantar un poco el frío, pero en la calle nos moríamos… Caminábamos duras como pingüinos, pero el profe valía cualquier sacrificio. Nos cruzábamos de piernas en clase, le sonreíamos, algunas nos animamos a guiñarle un ojo en algún momento. Alguna sonrisa casi se le escapa, pero se contenía… estaba en su trabajo. Como no nos daba bola a ninguna, decidí cambiar de táctica. Empecé a abordarlo en los corredores, durante los recreos, pero no se me ocurría de qué carajo hablarle y además yo no era la única que le tiraba onda. Tenía abundante competencia.

Un día que lo encontré con poca gente alrededor, me le arrimé y le dije: “Profe… hay algo que no entiendo”. Seguro pensó que sería algo relacionado con la asignatura y me preguntó qué era y yo le contesté: “¿Porqué nunca me devuelve una guiñada?… ¿no le gusto?”. ¡Se sonrojó!… ¡Vamos Abril, todavía!… Me miró con una sonrisa y me dijo: “No corresponde, Abril… sos una de mis alumnas, soy uno de tus profesores y vengo AQUÍ A TRABAJAR”. Recordé que mis susurros eróticos siempre me daban excelentes resultados, así que me acerqué a su oído: “Mm mm… quiere decir que si no nos viéramos AQUÍ… donde VIENE A TRABAJAR… la cosa podría ser distinta”…
Volvió a sonrojarse… Abril dos – profe cero… sin darle tiempo a reaccionar le volví a susurrar: “una pobrecita alumna tiene derecho a soñar, sobre todo cuando tiene un profe de ensueño”… y tres a cero!!! El efecto susurro sigue batiendo records de imbatibilidad… de ahí en más su actitud cambió para conmigo. Me sonreía en los pasillos, me llamaba por mi nombre cuando a las demás las llamaba por su apellido y yo sabía que más temprano que tarde me lo iba a recontra coger!!! de solo imaginarlo se me humedecía la concha.

Transcurrieron tres semanas y ya se sabía la fecha de reintegro de la vieja… la profesora titular, de modo que un día que me lo encontré a solas le dije que me anotara su dirección, que el sábado no tenía nada que hacer. Al principio se me hizo el difícil, pero ya sabía cómo manejarlo. “mm mm… papito… no pensarás dejarme con las ganas… eso no – se – ha – ce…” Ese día, antes de irse me dio discretamente un papelito con su dirección y además decía: “sábado – tres de la tarde”. Creo que fue el único día de ese invierno que volví a mi casa sin sentir frío. Mi concha me calefaccionaba todo el cuerpo.

Llegó por fin el sábado y un rato antes de la hora señalada preparé todo lo necesario: preservativos lubricados… preservativos co-arrugados… preservativos tachonados… en fin… no sabía cuáles le gustaban, pero por cantidad no iba a haber ningún problema. En vez de falda me puse unos jeans de esos que me dejan el culito bien para arriba y arranqué para lo del profe. Salí con tiempo suficiente porque cuando se trata de coger siempre quiero de ser muy puntual. No me gusta garchar a la apurada. Llegué a la hora señalada, toqué timbre y rápidamente me abrió la puerta, recibiéndome con una sonrisa, pero quedándose ahí como un boludo en vez de hacerme pasar.

Di un paso adelante y apenas me dejó lugar, como por obligación. Su actitud no era todo lo entusiasta que yo esperaba. Sé que no soy Megan Fox exactamente, pero cuando le ofrezco la concha a alguien espero como mínimo algún gesto de alegría. Cerró la puerta y de una me fui sobre él y lo besé y pareció sorprendido. Me preguntaba a mi misma si tendría amnesia o algo así… Me di vuelta y empecé a refregarle mi culo justo contra su miembro y tomé sus manos y las llevé hacia mis pechos para que los fuera calentando un poco, pues venía con mucho maldito frío. Sentía que su pija comenzaba a abultarse contra mí, pero el tipo me decía que yo estaba confundida… le susurré: “¿cuál es la parte de quiero que me rompas la concha que todavía no entendés?”…

Miro hacia delante y veo que por la puerta de la cocina aparece el profe y solo atiné a decir: “hola, prof–”… un momento… si el profe está parado a tres metros de mí… ¿de quién es la verga que estoy franeleando?… miro para atrás y veo al profe… otra vez para delante y… veo al profe!!!…
“Es Dardo… mi hermano… gemelo.” balbuceó el profe, que efectivamente era el que yo no estaba tocando. GEMELOS!!!… y yo que solía no creer en la suerte. En eso Diego me dice: “disculpá el momento… igual Dardo ya se iba. Saqué a dardo a un lado y salté bloqueando la puerta: “Bien dijiste… se iba… es tiempo pasado. Porque lo que es ahora, no se va a ninguna parte…” se miraron entre ellos como haciéndose los boludos y les dije: “¿A mamá mona con bananas verdes?… si creen que soy tan pelotuda como para creer que esto no lo planearon, me están subestimando”.
Intentaron negarlo todo y disculparse y los interrumpí diciendo: “Ay!… basta de pelotudeces. Además ustedes los hombres, siempre fantasean con gemelas, no?… acaso las mujeres no tenemos el mismo derecho?… me van a discriminar?”. Y ahí Dardo aflojó y le dijo a Diego: “Detesto discriminar”. Diego sonrió y me dijo: “Está bien, Abril… ¿qué es lo que tenés en mente?… Lo miré directo a sus ojos azules divinos y le contesté: “Y… jugar a las cartas… mirar la televisión… ¿Sos pelotudo o te hacés?. Quiero una doble penetración!!!… nunca tuve dos vergas al mismo tiempo. Quiero que me rompan TODAAA!!!
En eso suena el timbre y grité: “No me digan que hay un trillizo, porque me los cojo a los tres y después me corto las venas con un condón…” abrí yo misma, pero no… era el mensajero de la TV cable, que dejó la revista y la factura con la cuenta mensual. Tomé la bolsa y cerré inmediatamente. Pobre… no habrá entendido nada. Pero yo tenía a dos gemelos idénticos y divinos y con eso, ya era bastante más de lo que en principio esperaba. Me fui corriendo hasta el profe y salté sobre él y comencé a besarlo y estiré mi mano hacia Dardo y lo traje hacia mí y repartía besos para los dos… y ahí se animaron. Me levantaron entre los dos como a una pluma. Por encima de su hombro, como si fueran cargando una tabla, me llevaron al dormitorio y me bajaron en la cama.
Nunca me habían desnudado tan rápido. A cuatro manos desaparecía mi ropa. Vi que tenían encendida una estufa eléctrica, pero a esa altura el frío no existía. Me tenían bien caliente. Se empezaron a desvestir ellos y yo los ayudaba como podía. Empezaron a aparecer músculos completamente divinos, como esculpidos a mano. Cuando quedaron en ropa interior, era a cuál de los dos le abultaba más. Una vez desnudos se pararon junto a la cama y yo, de rodillas sobre ella, tomé una pija en cada mano y entre pajeadas y chupadas no podía creer todo lo que tenía para mí sola. Sentí una profunda pena por aquellas compañeras que no lograron conquistar a Diego… MENTIRA!!! DISFRUTÉ COMO UNA ZORRA Y ME EMPUTECÍ A MÁS NO PODER!!!
Les di a elegir los preservativos y me miraron como diciendo: “cuántos días te vas a quedar?”. Diego se tumbó en la cama boca arriba y yo lo monté. Inmediatamente sentí a Dardo, dilatando mi culo con sus dedos y después me la metió hasta el fondo. Qué sensación única… dos vergas rellenando mis orificios al mismo tiempo y cuatro manos amasijando mis pechos, metiéndome dedos en la boca y yo cabalgando a un ritmo que jamás había experimentado. Tuve un primer orgasmo delicioso… intenso… pero ellos seguían dándome como adentro de un gorro.

Aquellas dos pijas podrían llamarse dura y re-dura. Me taladraban salvajemente y seguían como si nada. De pronto se pusieron de acuerdo o algo de eso creo recordar, porque yo estaba como en otro planeta. Empezaron a embatir con más fuerza y primero Dardo se fue en mi culo, luego yo me partí en un segundo orgasmo y junto a mí Diego acabó también. Cuando se sacaron los condones estaban tan repletos que no podía creer. Por un momento pensé: “menos mal que aguantaron, si no todo eso estaría dentro de mí”. Yo estaba tumbada en la cama, extenuada pero feliz. Después trajeron café y comimos galletitas, dando tiempo a la recarga masculina.
Luego Diego le dijo a Dardo: “Ahora me toca a mí ese culito, que lo vengo estudiando desde hace un mes”. Con marcado sarcasmo le dije: “pero mire usted, profesor… ¿le parece que corresponde que ande usted estudiando el culo de una de sus alumnas?… ¿o acaso se lo estudió a todas?… Mientras Dardo me incorporaba, Diego me respondía: “y… la verdad que se lo estudié a todas, pero me quedo con el suyo, señorita”. La segunda tanda fue de pie. Para ellos era más fácil llevar el ritmo de esa manera. Mis piernas rodeaban la cintura de Dardo, que a su vez las sostenía con sus manos, mientras me daba por delante. Diego me clavaba por detrás y sus manos recorrían mis pechos. Yo me flexioné como pude desde mi cintura y tenía un brazo sobre los hombros de Dardo y el otro sobre los de Diego.

No tenía que hacer nada… solo dejarme subir y bajar por ellos dos, al ritmo que querían y abandonarme al disfrute. Me deben haber tenido como diez o quince minutos, a verga de hierro y a un ritmo de vértigo. Tuve dos orgasmos más, a cuál de los dos más intenso. Dardo se había puesto un condón co-arrugado que me hizo delicias, mientras Diego me rompió el culo con un tachonado. Esa tarde no fue cualquier tarde de sexo. Fue especial. Nunca había tenido dos hombres a la vez… y qué hombres… estaban para comérselos. Después que ellos eyacularon y se salieron de mi interior, yo estaba fundida. Diego quería que ya me fuera, pero yo le dije quería otro polvo más, o mejor dicho, dos individuales. Me habían encantado las dobles penetraciones, pero quería un uno a uno con ambos.

Empecé con Dardo y Diego se quedó sentado, observándonos. Eso es algo que tampoco había tenido nunca, pero me pareció de lo más excitante. Un poco raro, porque el que observaba era exactamente igual al que estaba conmigo en la cama, pero excitante al fin. Luego lo hice con Diego, mientras Dardo nos miraba. El uno a uno me permitió concentrarme mejor en mi objetivo. Sobre todo a la hora de mamarla. Cuando una tiene dos vergas para chupar, apenas puede repartirse entre ambas, pero de a una, era sensacional. Les di una buena lamida, bien concentrada, de a poco, como le gusta a los hombres. Tenerlos al borde del orgasmo unos buenos minutos, para después ponerles el preservativo y darles el gusto de una buena cogida. Ellos también supieron bajar a mis profundidades y meterme lengua.
La experiencia no pudo ser más gratificante. Salí repleta de sexo. Y a ellos también les gustó, porque se quedaron con mi número de celular y en algunas ocasiones hemos repetido. Son hasta ahora los únicos con quienes me he animado a una doble penetración, pero en el futuro ¿quién lo puede decir?…

Una nunca sabe cuándo va a tener la oportunidad de toparse con un par de gemelos idénticos… ¿y si fueran trillizos?

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