La caza pendejas

FECHA: 1/31/2014
Mi esposo, cuyo nombre no viene al caso, y yo, ambos somos personas entre los treinta años, profesionales de la banca, seguros, he hipotecas. Por mutuo acuerdo decidimos no tener hijos. Así que nuestras responsabilidades se limitan únicamente a nosotros, y a satisfacer nuestros particulares antojos. En el caso de mi esposo, prefiero no hablar de sus gustos, o antojos. Pero en mi caso, les digo que me encanta mantener un frenético sexo lésbico, con chicas primerizas, y no me refiero a embarazadas precisamente.

Si me gusta e sexo con chicas, o mejor dicho mujeres, que jamás han llegado a tener relaciones sexuales con otra mujer. Eso me general un grado tal de excitación y posterior satisfacción como nada en el mundo. Por lo que aprovecho la menor oportunidad, para satisfacer mis deseos, y me aprovecho de mi posición gerencial en el banco, para lograrlo.

Yo en lo personal, nunca, y digo nunca, me envuelvo con ninguna empleada, por mucho que me guste, o que aparentemente se muestre interesada en mí. De ahí es que me viene, digamos que el apodo que me han dado mis amigas muy intimas. Ya que cuando llega una pareja a tramitar, alguna hipoteca, préstamo, atraso, o lo que sea. Debido a mi posición, puedo pasar por encima de cualquier otro empleado subalterno, o gerencial, para tomar el expediente, y entrevistar a los clientes. De por si eso en parte es una de mis funciones gerenciales, una manera de mantener un control de calidad.     

La cosa es que como en el caso de Jennifer y su esposo, una pareja de casi diez años de casados, durante la entrevista, la mayor parte del tiempo, a quien me dirigía era a ella, a diferencia del resto del personal del banco, que por uso, y costumbre se dirigen a los esposos, dejando en un segundo plano a las esposas. Mientras que a su esposo lo traté de manera impersonal, tan solo para obtener la información que ya tengo en los papeles, mientras que a Jenny desde luego que le prestaba mucha mayor atención, y buscaba que ella corroborase lo que su esposo me decía, en otras palabras la hice sentir importante, y eso le sube la autoestima a cualquier mujer.

Luego de ver cuál era la situación, por la que el banco no le iba a aprobar el préstamo, como en muchas otras ocasiones, descubrí que el ingreso económico de Jenny era superior al del esposo, pero había sido reportado como un tipo de ingreso secundario, cuando que por el monto debió ser el primario. Tras corregir ese pequeño error, me comuniqué con Jenny, y la cité a ella sola al banco. En la tarde, casi a la hora de salir.

Sin decirle el resultado, de mis gestiones. Hasta que lo considere pertinente. Jenny llegó hermosamente vestida, con una combinación, sencilla pero elegante. Y desde que entró por la puerta de mi oficina, y cerré la puerta, no dejé momento alguno, para decirle lo hermosa y linda que se veía. Desde luego que Jenny se sintió algo abochornada, quizás por no estar acostumbrada durante diez años de casada a que le dijeran lo linda que era.

Poco a poco, y de la manera más sutil, la fui comprometiendo a que saliera conmigo durante el fin de semana, con la excusa de ir de compras las dos juntas, temprano yo pasaría a buscarla, nos desayunaríamos en una buena cafetería y pastelería que hay en el lujoso Centro Comercial al que la invité. Y luego terminar de hacer la compra, la invite a casa con la excusa de almorzar. Una vez que Jenny aceptó, le comuniqué la buena nueva de que su préstamo, había sido aprobado, ella se emocionó tanto, que de manera bien eufórica, me ha dado un sincero abrazo de agradecimiento, al tiempo que un suave beso en mi mejilla, muy cerca de mis labios.

Como en todo momento, yo procuro controlar la situación, decidí apegarme a mi plan, pero pienso que de haber querido seguramente pude haber tenido a Jenny mamando mi coño, antes de salir de la oficina. Pero como seguro, mató a confianza, no me agradaría en lo más mínimo, que en medio de una fogosa relación con alguna de mis clientes, venga una tercera persona a importunar. Por lo que el siguiente sábado la pasé buscando por su casa, con la excusa de salir de compras, desde luego que su marido estaba más que contento con el arreglo que el banco le hizo, por lo que cuando le dije que regresaríamos a la tarde, tras agradecerlas gestiones que hice, me dijo a manera de broma, desde luego, y si quieren llegar a la noche, por mi no hay problema.

Jenny y yo desayunamos como lo había planeado, y a medida que fuimos viendo una que otra vitrina, como buenas amigas nos tomamos de las manos, aunque yo no perdí oportunidad de mostrarle mi afecto, abrazándola ocasionalmente, celebrando alguna que otra expresión ingeniosamente creativa, en fin suavemente y sin montarle mucha presión, fui envolviendo a Jenny, en una de las tiendas en las que entramos, tras medirse un par de vestidos, en todo momento le dije que le quedaba preciosos, y al salir le regale un fino juego de ropa intima, desde luego que yo también me compre lo mío. Así que antes de lo que yo esperaba fuimos a casa, con la excusa de preparar el almuerzo. Mi esposo al que ya le había puesto sobre aviso, justo cuando nosotras dos estábamos llegando, él salía con uno de sus amiguitos y su esposa, de pesca.

Ya el almuerzo estaba más que listo, por lo que le ofrecí un suave trago, el que con gusto se tomó, a medida que ambas seguimos conversando. De momento supuestamente se me ocurrió, que nos midiéramos la prendas intimas que habíamos comprado, y aunque Jenny al principio, se mostró un poco en desacuerdo con la idea, al decirle que mi esposo, no regresaría hasta la noche, no dudó en complacerme.

Así que llevé a mi amiga hasta nuestra habitación, y ambas comenzamos a desvestirnos, momento que aproveché para servirle otro trago, que de igual manera que el primero también se fue tomando sin poner ningún reparo. Cuando Jenny se fue a quitar sus pantis, me dio la espalda, pero por el reflejo del espejo de mi peinadora, pude ver la hermosa y llamativa mata de pelos negros que tiene entre sus piernas.

Yo por mi parte, actuando de manera distraída, dejé que ella me viera sin ningún problema, aunque se mostró algo sorprendida, al darse cuenta de que yo me depilo completamente toda mi vulva, sin dejar ni un solo vello. Para que vean como son las cosas, a mi me encanta estar completamente depilada, pero entre un coño depilado y uno que no lo está, prefiero el que tiene la mata de pelos.

Las dos nos pusimos las prendas que habíamos adquirido, y una modeló para la otra, y así entre suaves abrazos, y tiernas caricias, fui ganando la confianza de Jenny, quien en cierto momento se mostró, algo avergonzada, ya que su mata de pelos negros, sobresalía de su ropa íntima. Yo por mi parte le, dije que todo lo contrario, que le quedaba la mar de lindo, pero que si ella lo deseaba, y me lo permitía, yo podía recortar ese pequeño exceso de vellos, que sobre salían de su panti.

Desde luego que Jenny aceptó, y con una pequeña tijerita prácticamente uno a uno fui recortando aquellos vellos, que sobresalían y que a ella le avergonzaban. Desde luego que de una manera muy discreta, fui agarrando la vulva de mi nueva amiga, una y otra vez. Viendo de reojo como ella reaccionaba, mordiéndose discretamente los labios, cada vez que yo posaba mi mano entre sus piernas.

Así fui haciendo mi trabajo, cuando en el momento en que lo consideré apropiado, al tiempo que le bajé las pantis, le dije. Se me va hacer mucho más fácil si te las quitas, no quisiera cortarlas por error. Desde luego que Jenny estuvo de acuerdo, por lo que ya la yema de mis dedos pudieron entrar en contacto directo con los labios de su caliente vulva.

Jenny no dejaba de morderse los labios, cada vez que mis dedos presionaban la piel entre sus piernas. En cierto momento ella colocó una de sus manos sobre mi hombro, y sentí como su mano me apretaba en cada momento en que yo continuaba agarrando su coño. Ya había recortado el exceso de pelos, cuando acercando mi cara a su coño, y colocando mis manos en sus rodillas, suavemente las fui separando. Mi boca se encontraba a poco menos de un centímetro de su coño, cuando le dije, se ve hermosa. Yo sé que mi caliente aliento, chocaba contra la piel de su vulva, y a medida que yo respiraba encima de ella, su mano sobre mi hombro me apretaba con más fuerza.

No fue necesario que nos dijéramos nada, yo levanté mi vista, y sus ojos y los míos, hicieron contacto. Era como que me suplicaban que le besara, por lo que separando con mis dedos su llamativa mata de pelos, posé mis labios contra su coño. Jenny dio un controlado respingo, y mi lengua ayudada por mis dedos, comenzó abrirse paso hasta su ya inflamado clítoris. El que apenas besé, mi amiga dejó escapar un profundo suspiro, reflejo del placer que le estaba proporcionando en ese instante. Yo seguí, al principio besando su pedacito de carne sonrosada, y luego suavemente sin prisa se lo comencé a chupar, sintiendo como su mano, se aferraba más y más a mi hombro.               

Ya a partir de ese instante, Jenny y yo fuimos un solo cuerpo, yo continué besando y chupando deliciosamente su clítoris, y lamiendo los labios de su vagina, cuando ella en reciprocidad buscó mi depilado coño con su boca, y aunque de manera algo torpe al principio, comenzó a prodigarle a mi coño, un sin número de caricias con su boca.

Por un largo rato tanto Jenny como yo disfrutamos de los placeres, que mutuamente nos dábamos, hasta que yo hice que ella estallara en un rico y inusual orgasmo, como luego ella misma me lo confesó algo abochornada. Yo también disfruté de manera única, de múltiples orgasmos que Jenny me produjo. Bueno una cosa nos llevó a la otra, y al rato tanto ella como yo manteniendo nuestras piernas bien abiertas, restregábamos mutuamente nuestros coños. Y así la fuimos pasando el resto de la tarde, besándonos, acariciándonos mutuamente, y jugando con uno que otro de objeto de mi colección de juguetes.

Cuando le pedí a Jenny que se pusiera sobre su coño, un pequeño arnés de cuero, en cuyo frente mantiene una muy digna imitación, de un verdadero miembro de un hombre. Al preguntarle que desearía hacerme con eso, ruborizada, me dijo que preferiría penetrarme por dé tras, tal y como ocasionalmente se lo hace su marido. Yo seductoramente moví mis nalgas, y untándome algo de vaselina sobre mi esfínter, me coloqué en cuatro. Jenny aunque algo temblorosa, quizás por la emoción, fue dirigiendo mi juguete, al centro de mis nalgas, y lentamente comenzó a penetrarme. Yo a medida que ella me empujaba esa gruesa cosa, tomé una de sus manos, y la coloque directamente sobre mi depilado coño. y por un buen y largo rato, mi amiga Jenny, me proporcionó un tremendo y profundo placer, el mismo que momentos más tarde yo le daba a ella.   

En cierto momento Jenny me confesó que desde el momento en que yo le puse más atención en la entrevista del banco, sintió algo por mí, que jamás, y nunca había sentido por ninguna otra mujer. Jenny y yo ocasionalmente mantenemos uno que otro encuentro, al igual que hago con otras amiguitas intimas que tengo.

Al igual que Jenny que tiene más de treinta, he tenido encuentro con mujeres de casi sesenta, con chicas de veinte, en fin, lo que más disfruto es ser yo la primera que les abre las puertas, por no decir las piernas, al placer de ser mujer.  

  

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