Lujuria con mi prima en Lisboa

FECHA: 8/09/2013

Os escribo para contaros mi experiencia con mi prima Sandra. Todo esto aconteció la semana pasada, en un viaje a Lisboa desde Madrid, adonde fuimos a ver un concierto en el Optimus Alive. Decidí compartir mi experiencia con todos los lectores de Marqueze, a los que me gustaría además pedirles consejo sobre cómo actuar a partir de ahora con ella. También me gustaría que me comentaran qué les pareció el relato y si quieren más relatos de otras experiencias que tuve.

Desde hace tiempo quería ir ver a mi grupo favorito en directo y cuando vi las entradas en Lisboa no lo pensé más. Comentándolo por Twitter mi prima Sandra me llamó y me suplicó acompañarme para verlo ella también. Por mí cojonudo, no me gusta viajar solo, aunque claro, me restaría movimiento, porque si ligaba, ¿qué? Me estorbaba. Y por otro lado, yo tengo 31 años y ella 23, estamos en ondas diferentes. Total, que allá fuimos los dos, cruzando Castilla hasta Lisboa. Nos alojamos en un hotel cerca de la estación de trenes (Santa Catarina) para ir rápido a Oeiras, donde estaba el concierto. Cogimos una habitación para los dos, por ahorrarnos pelas. La habitación tenía dos camas pequeñas y un baño majo, muy agradable. Como llegamos el día antes decidimos coger el tren hasta las playas a pegarnos un baño. Nos cambiamos y, de repente, me fijé en Sandra. Me sorprendió porque nunca la había visto de esa forma. ¡Estaba buenísima! Al menos para mí. Sandra tiene 23 años, medirá sobre 1,70 m y está delgada, aunque no en los huesos. Su pelo, largo hasta los hombros, es de color marrón claro. De cara siempre me pareció una niña muy guapa, agraciada. En bikini le vi unas caderas más bien anchas, unas piernas perfectas, lisas, increíbles. Tenía un culo redondito, carnoso… buf, pensé morir. Sus caderas dieron paso a unas sugerentes curvas que conducían a sus pechos, en principio pequeños a mi parecer porque semejaba llevar mucho relleno en el sostén. Me puse tan nervioso que me coloqué rápido las gafas de sol, para poder seguir mirándola a oscuras. Pasamos la tarde en la playa y luego volvimos al hotel a ducharnos antes de ir a dar una vuelta. ¡Mientras se duchaba yo no paraba de pensar en cómo estaba mi primita! Pensaba… ¡Buf! Entraría ahora en el baño y… bueno, ya sabéis. ¡Parecía que ya no había tanta diferencia de “onda”! Sandra sale del baño con la toalla tapándole todo y yo paso adentro corriendo para que no se me notase el empalme que llevaba encima. Mientras ella se vestía yo aproveché para hacerme una paja en la ducha, ¡no podía más! Sea como fuere, juraría que me vio o al menos lo intuyó, porque en un momento entró al lavabo y no me enteré hasta que ya estaba ahí. Ella no dijo nada y yo menos. Nos fuimos a cenar y a tomar algo. Ella levaba un vestidito de esos medio hippies totalmente ligeros y flojos. Y un pequeño detalle que a mí me vuelve loco: ¡no llevaba sujetador! Entre sus ropas flojas se dejaban adivinar dos pezones, tal vez duros, de dos pechos con un movimiento absolutamente hipnotizante. Yo nada, simplemente vaqueros cortos y camisita. En la cena nos lo pasamos genial, no era la niña tonta que pensaba, hablaba de muchos temas. Luego salimos por ahí a tomar algo. Yo con tres copas estoy casi borracho. Llevaba dos y media. Me solté y estuvimos bailando. ¡Ella también iba algo tocada! Bailando me acerqué todo lo que pude, rozándome con su culo como por accidente. Ella no se apartaba y también se acercaba sin vergüenza. Incluso en una le pasé las manos por sus caderas, a lo que respondió moviéndolas hacia los lados muy sensualmente. No paraba de reírse y yo con el corazón a 120 por minuto. Luego nos fuimos al hotel y dormimos cada uno en su cama sin más historias.

Al día siguiente fuimos al concierto (increíble, por cierto). Ahí nos la pasamos genial hasta las dos de la madrugada. Cómo no, habíamos vuelto a tomar algo. Al volver en el tren, deslicé mi mano lentamente hasta apoyarla en su pierna derecha. Ella me la apartó y puso su pierna encima de la mía mientras sonreía. Yo estaba empalmado, pero esta vez decidí no esconderlo. Ella tuvo que notarlo porque su pierna estaba muy cerca de mi polla. Pensaba… ¡Ojalá pudiese deslizar mi mano hasta más adentro! El chico que iba frente a ella no paraba de mirarle la braguita o el tanga porque con su pierna sobre la mía se había abierto. Ella me miraba y me dijo al oído… -Qué descarado, ¿no? Yo le respondí… -Normal, yo también lo haría. Se rio y me susurró… -¿Ah, sí? -Claro, respondí. Entonces echó una sonora carcajada y me espetó… -Pues mira… y puso su mano sobre la mía. ¡No me lo podía creer! Mi erección se multiplicó y, ahora sí, intenté disimularla incorporándome. Ella apartó la pierna y también se sentó bien. Al minuto me volvió susurrar… -¿No te habrá sentado mal? A lo que yo dije… -¿Mal? ¡Qué va, qué va! ¡Me pusiste cardíaco! No sé qué diría tu novio hahahaha

Sí, y es que Sandra tiene novio. No pudo ir al concierto porque no le dieron permiso para ir en su trabajo. Me alegré doblemente, pensé, porque, aparte que es el típico chaval gili de playa (bastante más musculoso que yo), dejó a su novia “expresarse” libremente.

El tren llegó a la estación y comenzamos a subir la cuesta hacia el hotel. Por el camino silencio, hasta que Sandra no dudó en preguntar: -¿Qué tipo de tías te molan a ti, primo? Yo dije: -No sé, no es que me guste nada en concreto, es un conjunto de cosas, de características. Sandra continuó: -¿Y de cuerpo o edad qué? Yo reí y se la lancé: -No sé, ¡así como tú! Ella se rio y, por un momento, bajó la mirada al suelo dudosa. Me confesó: -Yo pensé que te iban más las chicas treintañeras o así. Y yo mentí: -Qué va, qué va, mejor de tu edad, no hay comparación. Y es que mentí como un bellaco, porque, yo al menos, siempre tuve claro que todo lo que cayese en la olla se come. No es que tuviese muchas oportunidades, pero me follé desde adolescentes atrevidas a mujeres que pasaban de los 50 generosamente (¡si os contara!) en búsqueda de polvos fantasiosos, y todas me aportaron sensaciones maravillosas. Cada edad, cada fisionomía tiene su gran morbo, aunque este ya es otro tema. No tengo por qué ocultarlo ni quiero fardar, y aunque no soy un Adonis, sí les parezco en general resultón.

Llegando al hotel era tardísimo. En la habitación yo me tiré en la cama y ella se metió en el baño a ducharse. Cuando terminó me metí yo e hice lo propio. Cuando salí, con la toalla por la cintura, vi que Sandra se había metido en su cama y estaba de lado. Observé sus hombros: no llevaba pijama. Yo tiré la toalla al suelo y me quedé desnudo, sin cortarme, y me metí en la mía. -Buenas noches. Apagamos las luces y me quedé dormido. Lo siguiente que recuerdo es que los primeros rayos de sol asomaban por la ventana de nuestra habitación mientras algo sucedía… ¡Sandra se estaba metiendo en mi cama! Llevaba un tanguita negro con transparencias y nada más. Ese culo increíble, carnoso, delicioso… Pude ver sus pechos (confirmado) pequeños, con unos pezones oscuros y erectos; y su piel suave y perfecta. Mientras se metía me decía… -Ay, primo, espero que no te importe, odio dormir sola… Yo, callado, ¡solo procuraba hacerle todo el sitio posible en la cama! Mi polla creció al máximo y yo me estaba volviendo loco. Ella solo se arrimaba a mí, pegando fuerte su culo contra mi polla. Sandra comenzó a decirme: -Vaya, primo, veo que sí te gusto, no mentías… Yo deslicé mi mano por sus caderas y sus piernas, disfrutando cada centímetro de piel. Jugué tímidamente con la gomita de su tanga, levantándola y bajándola apenas unos milímetros. Sus nalgas eran turgentes. Las cogía y volvían corriendo a su forma original. Mis manos avanzaron firmes hacia sus pechos, acariciándolos, disfrutándolos, cubriéndolos y esquivando los pezones. Eran unos pechitos deliciosos, un capricho celestial. Sandra se giró y se puso frente a mí. La sábana voló de la cama. Bajó su mano por mi pecho y me acarició la espalda (y arañó a propósito) pasando por el culo. Rápidamente buscó mi polla, la cual sujetó fuertemente y comenzó a moverla arriba y abajo. Yo me acerqué a su boca y busqué su beso. -No, nada de besos, primo… recomendó. Yo obedecí. Entonces avancé decidido por su espalda en búsqueda de su tanga y comencé a bajárselo lentamente. Sandra me facilitó la labor bajándoselo ella misma. Miré y pude ver su deliciosa concha perfectamente depilada, con unos labios, para mi gusto, algo grandes, que mostraban su clítoris encendido. Algo que no me importó en absoluto y que fui rápidamente en su procura con mis dedos ansiosos. Acaricié los labios de su chochito y descubrí que tenían algo de pelo, aunque muy cortito. Mi dedo corazón se sumergió en su cuevita y comenzó a explorarla. Estaba muy mojada, algo que me agradó muchísimo porque últimamente estaba enrollándome con una chica (de 45 años) que mojaba muy poco y tenía que utilizar lubricantes, algo que odio. Sandra gemía fuerte mientras mis dedos masturbaban su clítoris y entraban ansiosos en su coño. Ella no paraba de morderme suavemente los hombros y lamerme el pescuezo: estaba muy cachonda. Me aventuré a probar sus pechos, pasando mi lengua por la aureola y luego a mordisquear lentamente sus pezones oscuros, mientras mi mano invadía su coñito. Tras unos minutos ella se separó, se levantó y se puso de rodillas sobre el colchón buscando mi polla. Yo me levanté y me puse de pie, cogiendo mi instrumento y apuntando a su boquita rica. Comenzó a comérmela. Su lengua se movía frenéticamente en mi glande, sacando todo su jugo. Yo no me lo podía creer. Desde arriba podía ver su culo en pompa, su espalda de sirena y su boca abierta engullendo mi polla. ¡Me estaba follando a mi primita! -Qué rica tu polla, primo…, rezaba. No dejé que me la chupase demasiado y me aparté en busca de mi maleta. -¿Qué haces?, me preguntó Sandra. -Busco un condón, los tengo por aquí, respondí acelerado. -¿Y no te gustaría follarme sin nada, primito?, contestó con cara de traviesa viciosa. -Déjate de coñas que después…, afirmé. Sandra se puso de pie y me cogió del brazo. -Fóllame ya, tomo pastillas… Y me dio la espalda mientras con su mano cogía mi polla. Se abrió un poco de piernas, escondió su espalda sujetándose en el colchón y dirigió con la mano mi polla hacia su rico chochito. Sin pensar en nada, dirigí mi fierro hacia su vagina y comencé a jugar con sus fluidos en la entradita. En un segundo, le metí toda la glande. En ese momento Sandra empujó hacia atrás y en dos sacudidas había engullido mi polla. Yo estaba como loco, su chocho era un mar de aceite en ebullición. Podía sentir su coñito prieto apretándome y quemándome de pasión. Comencé a follármela de pie. Mi polla entraba y salía sin problemas. Veía su ojete moviéndose al son mientras ella respiraba fuerte lanzando pequeños ayses. Sujetaba fuerte su cadera, más bien ancha, para que no se separase de mí palo. Luego de un rato así, se separó y se tumbó boca arriba en la cama. Yo le cogí las piernas y la abrí sujetándole fuerte las rodillas por la cara interna. Su concha estaba a la vista, totalmente abierta, dispuesta a recibir a mi polla. Se la metí y empujé fuerte. Entró hasta los huevos. Ricamente estuve partiéndola aguantando sus rodillas sobre mis hombros. Mis huevos estaban totalmente empapados de su rico líquido vaginal, parecía un lago. Me pasaba la mano por mis pelotas y luego por su boca, para que probase el rico sabor de su agua. Jadeaba como una perra y me ponía a cien. En un momento comenzó a gritar y a apretar los dientes mientras se agarraba a mis brazos. Se había corrido. Tras un rato bajó las piernas y me empujó sobre el colchón. Se colocó encima y se acopló a mi fierro. -Ahora te voy a follar yo, guapo. Se reía. Trotaba sobre mi polla como una amazonas, desenfrenada. Sus tetas querían saltar, pero su, más bien, pequeño tamaño no se lo permitían. Sus brazos se apoyaban en mi pecho, con fuerza. Así se pasó al menos cinco minutos. Yo ya no podía más y se lo dije: -Para, para, que me voy… Intentaba poner un poco la mente en blanco para aguantar más pero no podía, estaba muy cachondo. -Pues córrete, primi. Quería separarme y correrme en su boca y pasarle la polla llena de esperma por toda su cara, pero apretaba tanto las piernas que no me dio tiempo. Entonces empujé fuerte y tras algunas embestidas, con mi polla sellada en su chocho, me corrí dentro. Mi leche inundó su cueva mientras sus labios tocaban mis pelotas. Estaba toda adentro. Ella me decía: -Sííííííííí, noto cómo me llenas, cabrón, dámela. ¡Me quedé muerto! Tras correrme, se levantó y se tumbó a mi lado apoyando su frente sobre mi pecho. -Dios, primo, qué bueno, me encantó. -Sí, fue la hostia, eres una diosa, le piropeé. Tras un rato echados recuperándonos, Sandra se levanta y se dirige al baño. -¿Adónde vas?, le pregunté. -Voy a lavarme, me contestó riéndose -No. Quiero que me hagas un favor. Quiero que vayamos a desayunar al bar de abajo sin lavarte. Es una perversión mía. Te pones algo ligerito y flojo sin nada debajo y desayunamos con tu chochito lleno de mi leche. -¡Qué guarro eres, tío!, me dijo descojonándose. -No, no, hablo en serio, de repuse. -Vale, vale, como quieras… Sandra se puso un vestido que tenía hasta casi la rodilla, flojo, como le pedí. Se peinó un poco y bajamos. Mientras desayunábamos le preguntaba. -¿Qué notas? -Noto todo húmedo, noto fresquito, pegajoso… y ¡me siento guarrísima! Hahahaha ¿Quieres reírte un poco, primo? -¿Por? -Hay un tío detrás de ti, voy a abrirme un poco de piernas a ver qué hace… -Hahaha, a ver, a ver… Se abrió un poco y al rato, según me contaba, el tipo que estaba detrás mía no dejaba de mirarle el chocho. Yo alucinaba porque me imaginaba su rico coñito babosito inundado de mi leche blanca observado con vicio por ese tío. Lo tuvo que pasar mal. Pagamos y nos fuimos al hotel. Nos duchamos, recogimos todo y nos volvimos a Madrid.

Por el camino nos lo pasamos bien. Nos reíamos de todo, como dos gilipollas y hablamos del concierto. Sandra dudó: -Oye primo, de lo que pasó chitón, ¿vale? -No… si quieres se lo digo a mi tío o a tu novio, ¡no te jode! -Hahahaha, ¡se reía! -Además, ¿tú sabes con cuántas me acosté?, le pregunté. -No…, se quedó pensando. -Pues ya ves que soy discreto porque fueron algunas hahahaha -¿Ah, sí?, respondió con cierta mala baba sonriendo. -Ya lo creo. También comenzamos a hablar de nuestras experiencias sexuales. Ella se reía con las mías y al mismo tiempo, pienso, llegó a ruborizarse sobre algunas, pero el que más alucinó fui yo, pues el concepto que tenía de mi prima era totalmente erróneo. De santa tenía más bien poco, llegándome a contar desde su desvirgo a relaciones truculentas, como por ejemplo cómo se dejó follar por un viejo cabrón de 55 años a cambio de regalarle un iPhone nuevo.

Al llegar a su casa la dejé y salieron mis tíos a saludarme. Me preguntaron qué tal todo, si nos lo habíamos pasado bien. -Nos lo pasamos genial, el mejor concierto de mi vida. Sandra sonreía mordiéndose levemente el labio inferior. Y es que así fue en realidad. ¿Se puede pedir más?

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