El principio de la independencia 04

FECHA: 8/11/2013
Aunque se intente guardar secretos, las cosas terminan por saberse. Mi amiga Rebeca descubri? que su padre, Antonio, y yo, hab?amos empezado una relaci?n rom?ntica hace algunos meses, tiempo despu?s de que muriera su madre. Antonio y yo hicimos todo, casi todo, para mantenerlo en secreto, si se hubiera sabido que una ni?a de secundar?a a punto de cumplir los 15 ten?a algo m?s que escarceos amorosos con un adulto, hubiera habido problemas muy grabes.

?Los descubr? una tarde, me confes? Rebeca, iba a ver a pap? a su oficina, cuando te vi entrar. Los espi? y supe entonces lo que hac?an. En un principio me enoje contigo pero mi padre se ve?a tan contento que te agradec? mucho. Le has hecho muy bien, Ana?. Y se solt? a llorar. Qui?n no ha tenido la necesidad de abrazar a una amiga cuando est? llorando. Yo no pude resistirme. Met? a Rebeca entre mis brazos y aguante sus l?grimas.

Sent?a como sus espasmos la hac?an pegarse a mi cuerpo. Nuestras tetas chocaban. Me sent? un poco culpable de sentir como me iba subiendo la excitaci?n ante el desahogo de mi amiga.

- Yo tambi?n me siento sola, Ana. Rompi? de repente. Yo tambi?n necesito quien me quiera. Ahora ya no tengo padres, est?n lejos.
- Ya, ya, tontita, le conteste, me tienes a m?, y nunca voy a dejarte.

Qu? arrebato me hizo llevar la acci?n a la palabra no lo s?, pero fue mi boca la que busco su boca y la prendi? con un dulce beso. Candente como el cari?o que le tengo a Rebe, tan tierno como la edad que ten?amos y tan apasionado como lat?an nuestros corazones. Ella respondi? metiendo su lengua en mi boca, acariciando el ap?ndice de la m?a con su igual. Nos chupamos los labios, los jalamos suavemente, nos mordimos y besamos durante un largo tiempo.

- Te quiero, Ana. Ay, esa palabra que aumenta la libido cuando dos cuerpos est?n tan cercanos.
- Yo tambi?n te quiero, Rebe. Y nuestras bocas volvieron a juntarse.

Las caricias se unieron al encuentro. Sus manos recorr?an mi pecho, las m?as abrazaban su espalda y acariciaban su cabello. Las suyas buscaron desabrocharme la blusa y sac?rmela. Las m?as soltaban el broche de su falda y la quitaban. Sus manos me sacaron el corpi?o, las m?as se deshicieron de sus pantis. Lentamente fuimos quedando desnudas, nuestros ojos se regocijaron con nuestra belleza mutua. A m? me encantaban esas tetas, que aunque peque?as eran deliciosas y puntiagudas, a ella le gustaban mis melones, los miraba con hambre y cari?o; a m? me gustaban sus caderas finas su pubis poblado, a ella gozaba apretando mis caderas de futura yegua, mi pubis enmara?ado. Yo me encantaba con su piel lechosa y ella con la m?a quemada. Nuestros ojos se miraron y nuestras bocas sonrieron. Y fue el pre?mbulo para que nuestras manos volvieran a la acci?n y recorrieran tantas delicias.

Volvimos a besarnos. Los besos cada vez eran m?s dulces e intensos. ?Y los dedos? Ellos acariciaban dulcemente las vulvas, sent?an los labios amigos que se humedec?an en una sensaci?n nueva; los aprehend?an, halaban, aprisionaban y soltaban, se aventuraban a entrar y recorrer las paredes mojadas por el calor y el deseo. Aprehend? y prob? las dulces manzanas de Rebe, ella probo, mordisque?, succiono, engolosin? con mis melones; chup?, com?, penetre con mi lengua su vagina, ella hizo un tanto con la m?a. Y culminamos con un beso prolongado y dulce de los labios lejanos de la boca.

La tarde se fue y nosotras nos despedimos sabiendo que nos am?bamos tanto y que siempre ser?amos amigas, lo somos hasta ahora y de vez en vez nos damos al recuerdo f?sico de lo que hicimos aquel d?a de confesiones.

Yo no quer?a llegar a casa, as? que entr? a un caf? de cadena y me sent? en la barra. Ah? estuve un rato, sola, hasta que un se?or de mediana edad se me acerco. Estuvo platicando conmigo un rato, tal vez para sondearme, hasta que se decidi? a llevar a cabo su prop?sito. Me acaricio con total descaro la pierna. Esperaba que me amedrentara pero no fue as?, me acord? de un juego que ten?a con Antonio y le solt? la tarifa al respetable. Dud? un poco.

- Sabes qu? es pecado la prostituci?n, me dijo.
- Sabe que es ilegal abusar de una menor, le contest?.
- Est? bien, dijo con un refunfu?o, toma, seguro valdr? la pena.
- Lo espero en el ba?o en 5 minutos, sino llega lo tomare como si lo hubi?ramos hecho. Y me fui r?pidamente antes de que pudiera chistar.

Finalmente se apareci?, lleg? sudoroso y con el nervio dibujado en el rostro. Me arrastro al ?ltimo gabinete y se bajo, r?pidamente el pantal?n y los calzones, se sent? en el retrete y me jalo sin esperar nada, levant? mi falda y bajo mis pantis. Pr?cticamente me obligo a sentarme sobre ?l. Le costaba trabajo, su pene no hab?a agarrado la rigidez necesaria para entrar.

- Espera pap?, le dije, vas a romperme.
- Es qu? estoy nervioso, pueden agarrarnos.
- Ya, ya, espera, yo te ayudo.

Me incline debajo de ?l y vi el gusano fl?cido y triste, as? que lo tome entre mis manos y lo bes?.

- De qui?n es esta vega tan bonita, tan grande, mmmm que deliciosa verga me voy a comer. Mmmmm suculenta. Me gusta tu verga pap?, tu nena quiere jugar con ella. Le dec?a mientras se la jalaba.

Poco a poco su pene fue tomando la dureza necesaria. Me sent? frente a ?l mont?ndome sobre su pene, me levant? la blusa.

- Anda papi, se que quieres. Chupalas.

Y el viejo pego su boca agria en esas tetas que hace un rato hubiera probado mi querida Rebe. La succionaba con pasi?n como si en ello le fuera el mundo. Apretaba los pezones u me encajaba su pene al mismo tiempo. Entraba y sal?a pero sin conseguir venirse.

- Si pudieras ayudarme, me dijo.

Pens? que quer?a que se lo mamara, pero no, quer?a penetrarme por el culo. Me hice mucho del rogar pero finalmente logro convencerme. Me volteo y permiti? que me sentara sobre su aun firme pene. Me cost? trabajo recibirlo, sent?a como me iba rompiendo. Justo en ese momento entraron dos mujeres al ba?o. La angustia se apodero de nosotros, yo pensaba gritar que me violaban, pero el anciano me tapo la boca mientras se apuraba a penetrarme. Mientras las mujeres llenaban el espacio con sus banalidades yo sent?a como golpeaban mis nalgas contra el hombre aquel. Finalmente y sin aviso se corri?, sent? como su esperma sal?a de mi ano.

Me levante y puse las pantis. Sal? del ba?o dici?ndole al hombre que tuviera cuidado porque hab?a una mujer en el ba?o. Mentira. Qui?n sabe a qu? hora saldr?a el pobre.
Yo me fui a casa, repasando los beneficios de aquel d?a, el amor de mi querida Rebeca y la posibilidad de extender los espacios para mi negocio.

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