Chupete Oscuro

FECHA: 8/03/2013
Bruno era un joven mulato de Esmeraldas, al norte del Ecuador. Trabajaba como peón en la hacienda de la familia Campaín, una acaudalada familia de origen inglés. Su padre era un negro enorme y guapo, y su madre una mujer colombiana blanca bellísima,  el resultado fue un hermoso ejemplar de macho moreno de un metro ochenta y dos centímetros de estatura, con un cuerpo fuerte y provisto de atractiva musculatura debido a los trabajos duros que realizaba en la hacienda. Había heredado los enormes ojos negros y los dientes blanquísimos de su padre, y la fina nariz y los sensuales labios de su madre.

Aunque se trataba de un muchacho muy guapo era solitario y no gustaba salir los domingos que tenía libre como el resto de los peones de la hacienda, prefería quedarse en su habitación viendo películas.

Únicamente salía a la ciudad para proveerse de nuevas películas y aumentar su colección de filmes pornográficos interraciales, pues le apasionaba la sola idea de hacerle el amor a un hombre blanco.  

Un día, llegaron unos parientes de sus patrones para pasar unas largas vacaciones y a Bruno le llamó la atención el hijo menor del matrimonio visitante, puesto que era casi tan alto como el, con un rostro precioso y un cuerpo muy atlético, pero lo que más le atraía es que tenía un culo tan parado y bien formado que su mente imaginaba cosas muy cachondas al contemplarlo, inclusive sentía como su pene se endurecía de inmediato. El chico visitante se llamaba Gustavo, tenía 18 años de edad, y su pelo era tan,  pero tan rubio; que prácticamente lucía entre blanco y rubio ceniza muy claro, sus ojos eran azules muy intensos y siempre tenía un chupete de bola y de sabor a cereza o frambuesa que teñían sus labios y los hacía lucir rojos brillantes y húmedos.

Cuando Gustavo salía al patio de la hacienda para jugar futbol con sus primos, Bruno lo miraba boquiabierto pues usaba un short blanco strech que marcaba su hermoso culo permitiendo que se noten sus pronunciadas nalgas y dejaba notar sobretodo aquella deliciosa raja que tenía a Bruno perdidamente enamorado.

Un día, se realizó una fiesta especial en el pueblo por su fundación. Las principales autoridades se unieron para realizar una gran fiesta a la que asistirían todos los habitantes de la provincia y la familia Campain no fue la excepción. Como era un día festivo, el patrón dio permiso a todos los peones y sirvientes de su hacienda y el se llevó a sus parientes que estaban de visita. La única persona que se quedó en la hacienda fue Bruno porque no le gustaban las fiestas.

Bruno tenía un mejor plan, quedarse en su habitación viendo dos nuevas películas pornográficas sobre sexo interracial que había conseguido.

Una vez que todos salieron, cerró el enorme portón y corrió contento hacia los cuartos de los trabajadores, en la parte trasera de la enorme hacienda, pero primero se quitó toda la ropa y fue a bañarse en las duchas del personal que quedaban al aire libre. Ahí, completamente desnudo se dio el duchazo más largo y placentero de su vida, y como estaba solo se pasaba la esponja enjabonada por todo su cuerpo acariciándolo y le dedicaba especial atención a su imponente miembro sexual que al sentirse estimulado comenzaba ha endurecerse hasta parecer el órgano sexual de un caballo pues era de color oscuro y sus dimensiones realmente gigantescas, a Bruno le fascinaba ducharse porque la temperatura en esta zona del Ecuador es muy elevada, así que cuando lo hacía se desconectaba completamente del resto del mundo, pero aquella calurosa tarde se sintió observado, notó que alguien lo estaba mirando con un binocular desde el gran ventanal de la cocina de la casa. Se trataba de aquel chico rubio nalgón que tanto le gustaba, sorprendido, Bruno tomó una toalla y la enrolló alrededor de su cintura y se encaminó hacia la cocina de la casona, antes de llegar, el chico que lo espiaba dejó los binoculares sobre el mesón de la cocina y corrió a esconderse en la habitación que ocupaba, Bruno entró a la cocina por la puerta trasera de la casa, y fue hasta el dormitorio de los huéspedes donde se encontró a Gustavo recostado inocentemente sobre su cama con sus juegos de videos, con uno de esos chupetes rojos de bola que siempre tenía en la boca, sus labios brillaban por el caramelo y lucían de un color rojo intenso del color del chupete. Bruno le preguntó: “Uste que hace aquí solo?, no se jue con el resto de la familia?” el joven, sin mirarlo movió la cabeza negativamente y dijo: “No me gustan las fiestas de pueblos porque son aburridas”, Bruno caminó hasta quedar de pie junto a la cama del pretencioso jovencito y le dijo: “poqué usté me estaba ejpiando mientras yo me bañaba?” el muchacho volteó su cabeza y miró desafiante al empleado diciéndole: “es que me llamó la atención tu pipí tan grande” este comentario permitió que Bruno se diera cuenta que el muñequito rubio se sentía atraíso hacia el también y no pudo evitar que su pene se endureciera elevando la toalla que lo cubría. El muchacho que hasta entonces fingía ignorarlo no pudo contenerse las ganas de fijar su mirada  en aquel impresionante bulto, y totalmente intrigado retiró la toalla y descubrió un vigoroso pene moreno que se erguía orgulloso; el engreído jovencito no dejaba de admirar este falo gigantesco con sus ojos y boca muy abiertos en señal de sorpresa y gusto.

Como el muchacho se encontraba cautivado por el tamaño y color del miembro sexual de Bruno, se incorporó y sentó al filo de la cama para quedar de frente y a tan sólo pocos centímetros de el y como si estuviera en un trance hipnótico levantó su mano derecha y agarró el grueso tronco del miembro, luego con la mano izquierda continúo en un proceso de reconocimiento de cada centímetro de este magnífico pene. Mientras el chico hacía esto, Bruno dejó escapar un suspiro al tiempo que miraba con sus ojazos negros, lo precioso que era este jovencito rubio que tanto le llamó la atención desde que llegó a la hacienda y le parecía mentira que aquel joven tan sexi y varonil le estuviera tanteando fascinado su verga admirando su tamaño y firmeza.

A Gustavo llamó especial atención el gigantesco glande que tenía este pene y lo miraba desde todos los ángulos con incredulidad y fascinación, luego con la mano izquierda agarró la cabeza de la verga y la oprimió como si fuera una pelotita de goma. Bruno no pudo evitar sentir placer con sus caricias y dijo: “le gujta eso niño?”, el chico asintió con la cabeza sin pronunciar palabra porque estaba completamente absorto ante semejante cosa que no había visto nunca en su vida y que le causaba una mezcla de temor y atracción a la vez, no decía nada, solo lo miraba fascinado a la vez que pasaba su lengua humedeciéndose los labios en señal de que tenía muchos deseos de probar el sabor que tendría este apetitoso falo moreno.

“si usté quiere me la puede chupá” le sugirió el mulato encantado con las caricias que le brindaba inocentemente el atractivo muchacho. Siguiendo esta recomendación, Gustavo abrió su boca y le dio una buena chupada al enorme glande, claro que resultaba imposible que pudiera tragarlo todo porque su boca  era pequeña en relación al tamaño del glande pero de todas maneras chupó y chupó varias veces la cabezota del pene del empleado obligándolo ha cerrar sus ojos y susurrar extasiado: “aji mi niño, ají, chúpelo que todo eso ej suyo”, el goloso rubio ni siquiera le quitaba la mirada al pene, no le importaba nada de lo que pudiera ocurrir alrededor suyo en ese momento, lo único que quería era seguir sintiendo ese saborcito saladito y delicioso que tenía este capuchón oscuro tan rico que acababa de descubrir. Sus rojos y brillantes labios que hasta hace poco habían sido teñidos con caramelo de fresa, ahora lubricaban la cabeza de la verga de Bruno perfumándola con aquel delicioso olor a caramelo.

El pene del excitado mulato no podía estar más erecto y brillante pues las manos del chico acariciando el tronco y aquella boca mamadora chupeteándole el glande, habían detonado una arrechera tal, que el hombre se sentía como un potro en celo, entonces dijo con voz ronca: “Yo sé bien porqué usté se quedó aquí en la hacienda, usté anda bujcando que le den un estate quieto y yo le voy ha da su estate quieto” Bruno retiró el pene de la boca del goloso muchacho y el chico se molestó ya que estaba fascinado chupandola, era como si le quitaran el biberón a un bebé; pero el fornido mulato no le dio tiempo de reclamar y lo volteó boca abajo, le bajó el estrecho jeans que llevaba puesto dejando al descubierto un hermoso culo blanquísimo y totalmente lampiño, los glúteos lucían como un par de globos y el mulato fascinado los agarró con sus enormes manos comprobando que eran suaves y firmes a la vez y que al separarlos quedaba al descubierto en su profundo interior un precioso ano rosado y apretadito que olía a macho limpio y no pudo resistir pasar su enorme lengua saboreando su exquisito sabor mientras que el muchacho se agarró del colchón estremeciéndose al sentir que este gigante sexual le lamía el culo.

Bruno era un hombre experimentado; usó la punta de su lengua para lametear al apretado esfínter que el chiquillo cerraba involuntariamente debido a sus nervios y a lo excitado que se encontraba. Al sentir la punta de esta hábil lengua que se movía rápidamente como el aleteo de un colibrí sobre su ano, Gustavo comenzó a decir fuera de si: “que rico, que rico, que es lo que me haces?, es riquísimo, por favor sigue haciéndolo, no te detengas” y cuando la humedad de la boca de Bruno logró proporcionar una lubricación aconsejable le introdujo su dedo índice solo un poquito para medir el grado de estrechez del ano del chico y se llevó la sorpresa de que lo tenía completamente invicto, osea que nadie nunca había penetrado ese culito rosado, el chico era doscientos por ciento virgen.

Ante este descubrimiento Bruno ya no lograría controlar su furor sexual pues su pene palpitaba como si fuera a estallar, así que sin demorar más el proceso,  se acomodó sobre Gustavo y colocó la cabezota de su tieso pene sobre el virginal anillo de carne de Gustavo comenzando a proporcionarle impulsos leves con su pelvis para que el gordo glande pudiera entrar en este estrecho orificio. Luego de muchos intentos el capuchón entró y se detuvo tratando de no introducir ni un milímetro más de su gruesa verga para evitar causarle dolor al chico, el mulato permaneció en esa misma posición con la esperanza de que el anillo se fuera estirando paulatinamente, pero esto no ocurre en la primera penetración ni cuando se trata de un muchacho de apenas 18 años, deportista y con sus carnes bien firmes, así que el ano se mantuvo exactamente igual, no cedió ni un ápice.

Al sentir que este anillo prácticamente estaba ahorcando a su verga y esta presión resultaba muy satisfactoria; el grado de excitación del mulato se incrementó de tal forma que no pudo reprimirse más, así que luego de exclamar jadeante: “dijcúlpeme niño rubio pero la verga de ejte negro ya no puede má”, le clavó toda su pieza gruesa, larga, dura y  palpitante ante los gritos de dolor del muchacho quien por más que trataba de liberarse de esta gigantesca verga que le invadía todo su interior,  y del pesado hombre que lo estaba violando, nunca pudo lograrlo pues el enloquecido mulato a más de ser mucho más fuerte y grande, actuaba como si se tratara de un toro en celo, un enorme toro que únicamente quería calmar su lujuria animal.

Durante largos minutos que para Gustavo fueron horas, el pene de Bruno entró y salió de este apretado anillo de tierna carne rosada destrozándolo debido al  grosor y la fuerza brutal con la que lo embestía al tiempo que cubría la boca del chico con una de sus manos para evitar que se escucharan sus gritos desesperados al sentir que le desgarraban el ano.

Era un cuadro violento y a la vez sensual, pues el vigoroso cuerpo del mulato brillaba debido al sudor que cubría su piel, su pelvis retrocedía elevando su soberbio culo para retornar hacia delante introduciendo su poderoso cilindro en el delicioso huequito caliente de este hermoso hombre rubio que gritaba adolorido ante esta salvaje penetración.

De pronto Gustavo sintió que este gigante de ébano se estremecía sobre su espalda y que sus movimientos se tornaron cada vez más rápidos, como si fuera una máquina de coser o una de esas perforadoras de pozos petroleros, el chico sentía que se iba a desmayar por el dolor y lo último que sintió fue que su violador le enterró la gruesa verga hasta lo más profundo de su ser y descargó en su interior interminables chorros de leche caliente mientras que entre gemidos mordía la nuca del muchacho y se estremecía como si le aplicaran descargas de electricidad, en este momento Gustavo se desmayó y Bruno  acabó.

Cuando volvió en si, estaba boca abajo sobre la cama mirando el piso de la habitación, trató de incorporarse pero el dolor que sintió fue tan intenso que casi no lo logra, pero con esfuerzo se puso en cuatro sobre la cama y finalmente de pie. La cama estaba completamente desordenada, una pata del mueble se había partido, las almohadas por doquier y en una esquina del cuarto vio que estaba tirado su pantalón de calentador y su calzoncillo blanco, notó que las sabanas estaban manchadas de sangre y que por sus muslos corrían también hilos de sangre y de semen a la vez, ambos fluidos salían de su ano que le dolía terriblemente, entonces recordó que lo habían violado.

Bruno abandonó la casa, y estaba sobre su cama, en su habitación,  profundamente dormido y relajado luego de haber podido descargar su energía sexual, su musculoso cuerpo completamente desnudo y cubierto de sudor yacía sobre el colchón, entre almohadas y mantas.

Gustavo se duchó como pudo,  casi no lograba caminar por el dolor pero luego de vestirse salió al garaje, tomó una de las camionetas y condujo hacia el pueblo más cercano en donde encontró un policlínico y pidió ver a un médico.

El doctor era joven, quizás de unos 30 años, cuando vio el ano inflamado de Gustavo se sonrió porque comprendió perfectamente lo que le había ocurrido, así que luego de aplicarle una pomada especial, le inyectó analgésicos y desinflamatorios y le dio una receta recomendándole que se fuera a su casa a recostarse y se aplique abundante hielo durante 3 días.

Gustavo le pidió que por favor no comentara nada al respecto, y el doctor le dijo muy sereno que ese tipo de casos eran muy usuales en esa zona debido a la naturaleza de sus hombres que eran muy ardientes,  también le comentó que un promedio de dos hombres jóvenes iban semanalmente a su consultorio en estados similares y le dijo que no se preocupara por nada, que su consulta era exactamente igual que un confesionario y agregó: “si no te vuelves ha ver con el moreno que te hizo esto, búscame con confianza, pues hoy te duele pero en una semana te picará y necesitaras que alguien te lo rasque”

Gustavo jamás dijo nada a nadie sobre su violación,  y en una semana estuvo completamente sano, le dijo a sus padres que había tenido una lesión por jugar fútbol y a ellos no les llamó la atención en lo absoluto porque su hijo era deportista y siempre se lesionaba.

No solo era un joven atractivo y varonil, sino sumamente ardiente por lo que no podía dejar de pensar en la fascinación que le causó chupar aquella enorme cabeza de verga morena que parecía un chupón gigantesco y ardía en deseos de volver ha hacerlo y aunque el miedo ha ser violado nuevamente lo detenía, tenía enormes erecciones cada vez que pensaba en Bruno.

Hasta que un día ya no pudo privarse más de volver ha tener sexo con el hermoso ejemplar de mulato que lo inició en este tipo de practicas amatorias, así que se las ingenió para darse cita con Bruno en un lugar discreto y perdido en la selva que rodea a la hacienda y ahí le confesó que a el le fascinaba mamarle su enorme pene pero que no lo vuelva ha penetrar porque eso era muy doloroso.

Si bien es cierto que Bruno aceptó las condiciones del muchacho, una vez que sintió la húmeda boca de su amigo rubio succionándole el glande y besando el tronco de su pene, volvió a experimentar deseos irresistibles de penetrarlo, más aún ahora que conocía la estrechez de su ano y que el había sido el primer macho que le había dado por el culo; como si estuviera ebrio de sexo, arrancó la ropa del chico y una vez que lo tuvo completamente desnudo le succionó las duras tetillas del rubio embriagándolo también a el con la misma lujuria suya, luego lo besó como sólo besa un hombre al ser que le pertenece y su lengua recorrió la boca y garganta de Gustavo que ya para entonces había perdido su voluntad y se entregó por completo a su genial amante.

Con gran habilidad, Bruno elevó por el aire a Gustavo y lo hizo ponerse en cuatro sobre la hierva, para enseguida separarle los gordos y firmes glúteos y  meter su cara en esta zanja deliciosa mamandole el ano hasta lograr que Gustavo pierda la cordura y pare su culo en punta esperando más lengüeteadas y chupadas que Bruno le pegaba haciéndolo sentir descargas eléctricas en todo su cuerpo.

De repente, el mulato se detuvo y parado detrás del chico lo contempló jadeante y enardecido, con el culo paradísimo esperando a ser empalado nuevamente por este hombre que lo volvía loco, y así fue, Bruno puso sus piernas a los lados de las caderas de Gustavo, luego le puso saliva en el esfínter y acto seguido flexionó sus largas piernas hasta que el enorme pene quedó a la altura ideal y volvió ha penetrarlo con la misma intensidad que la primera vez lo hizo desvirgándolo y desgarrándole el ano, pero en esta ocasión el ano de Gustavo no sufrió daños, sino que se adaptó perfectamente al grosor de la verga de caballo que tenía Bruno quien sin dejar de meter y sacar aquel cilindro de gruesa carne morena del ano del chico, le dijo al oído: “Ya no tiene de que preocupase su mercé porque ejte huequito ya tiene mi horma” el rubio sentía como la gorda cabeza de la verga de Bruno ingresaba por su recto y avanzaba hacia su interior dándole un masaje maravilloso que lo hacía morirse de placer pues estimulaba su punto G y le causaba un cosquilleo fantástico, y el mulato en cambio sentía las paredes del ano del chico que le apretaban tan firmemente su falo al punto que sentía que la leche saldría disparada en cualquier momento y que el no podría controlarse. Gozaron como dos posesos esta nueva sesión de culeo, y eyacularon casi al mismo tiempo imponentes descargas de sus néctares masculinos, entre gritos de placer, gemidos y murmullos apasionados.

En el instante en que Gustavo experimentó la deliciosa sensación de ser penetrado y al mismo sentir que su pene lanzaba fuertes descargas de leche espesa sobre la hierva como si su miembro fuera un volcán en erupción, casi se vuelve loquito de gusto pues jamás en su vida había sentido algo tan rico como eso, Bruno descargó toda su dotación de esperma dentro del culo del rubio y le dijo: “ya ta mi colorao lindo, ya tiene lleno el pozo su mercé”.  Luego de esta nueva culiada los dos hombres cayeron sobre el césped y durmieron durante un largo rato, más tarde volvieron a sus vidas normales y se reunieron religiosamente para culiar 3 y hasta 4 veces por semana durante los siguientes dos meses de vacaciones que restaban. Nadie comprendía el cambio en las personalidades de los dos jóvenes pues, Bruno que era muy introvertido se tornó alegre y gustaba de compartir con sus compañeros de trabajo,  y Gustavo nunca más volvió a mostrarse de mal carácter pues vivía constantemente con una sonrisa en su rostro como si tuviera fuertes motivos para ser completamente feliz.

Cuando Gustavo y su familia retornaron a su casa en Guayaquil, la ciudad más grande del Ecuador, hablaba todos los días con Bruno por teléfono como cualquier pareja de enamorados, además   cada vez que había un feriado se iba a la hacienda de Esmeraldas para encontrarse con su buen amigo Bruno y dar rienda suelta a sus pasiones desenfrenadas. Mantuvieron relaciones inclusive cuando al pasar de diez años ambos se casaron. Se reunían en un lugar neutral fuera de sus ciudades para que nadie nunca se entere que eran amantes. Jamás dejaron de hacer el amor, comprobando que el sexo entre personas blancas y mulatas puede ser explosivo, más aún cuando se trata de dos hombres.

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