¿Quién es esta chica?

FECHA: 5/11/2013
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Nunca digas: de esta agua no voy a beber… ¡Quien sabe!... puedes terminar desesperado por querer beberla una y otra vez.

Así empezó ese verano en que mis padres decidieron viajar y dejar a mi hermana adolescente a mi cargo porque no quiso ir con ellos. Yo estaba de vacaciones y había optado por quedarme en la ciudad a estudiar, estaba a poco de recibirme y este era un sacrificio más de los que tendría que hacer en mi vida profesional.
Tenía que quedarme esos días en la casa, con ella y la hija de un amigo de mi padre que yo hacía años no veía y era la mejor amiga de mi hermana.
Solo esperaba que ellas no me causaran problemas, mi prioridad era dedicarme de lleno a los libros y no estaba para controlar a dos adolescentes caprichosas.

Volví a instalarme en casa de mis padres en mi antiguo dormitorio que seguía igual, como cuando yo vivía allí. Tenía muchos lindos recuerdos y la mejor vista de la casa. Un amplio balcón daba al parque trasero donde estaba la piscina y el jardín de mi madre, siempre lleno con flores de estación. Me gustaba dejar el ventanal abierto y mirar el paisaje para relajarme, pero ese día no iba a lograrlo. Desde que llegue mi hermana estaba organizando un asado en la noche con unos compañeros del colegio. Sabía lo que eso significaba, yo ya lo había hecho. Un montón de adolescentes en la piscina, música, comida, bebida y si yo no estaba terminaba en una orgía.
Me encerré en mi cuarto dedicado a lo mió. Llegada la noche empezó el desfile y los preparativos, mi hermana vino a verme y a decir que todo iba a estar bien y que no me asomara para aguar su fiesta, que iban a portarse bien.
Por eso solo baje a la cocina a buscar algo para comer y regrese a mis tareas.
Con tanto jolgorio era imposible concentrarse en la lectura, me dio curiosidad y asome a la ventana a mirar lo que estaba pasando allí. Por un momento me sentí un viejo al ver a todos esos jóvenes divirtiéndose entrando y saliendo del agua, riendo, bailando, como si nada importara y yo encerrado espiándolos. Fue cuando escuche ruidos afuera, detrás de mi puerta. Alguien estaba tratando de entrar. Me acerque y al abrir me encontré con una joven… divina! Estaba con el cabello mojado y tenía puesto un vestido corto color naranja que dejaba ver sus piernas bronceadas. Me dijo:

— ¡Hola!... No sabía que estabas. Necesito mi libro que deje aquí — y entro sin pedirme permiso.

¿Quién es esta chica? me pregunte.
No tenía idea porque me trataba así con tanta familiaridad. No podía dejar de mirarla tratando de reconocerla.
Encontró su libro y se volvió hacia mí

— ¿Qué te pasa?… ¿te comieron la lengua los ratones que ya no me saludas… ni me peleas? — pregunto mirándome a la cara.

¡Por dios! Ahí la reconocí. Era aquella niña amiguita de mi hermana, ahora se había convertido en una mujercita hermosa, dueña de un cuerpo escultural.
Le sonreí y la salude. Ella se anticipo a mí, posando sus labios en mi mejilla y me estampo un beso húmedo.

— Como has crecido- le dije- no te reconocí. Hace muchos años que no te veía.

— Si es cierto… muchos. Ya no soy una niña. Ya no podrás abusar de mí como lo hacías —dijo— tal vez seré yo ahora quien abuse de vos.

Y empezó a reír al mirar mi cara de asombro. Estaba embobado con ella, tenía una picardía en su mirada y una frescura en su presencia que me gustaba.

— ¿Porque no estás abajo con los demás? — pregunte.
— Me aburren estas reuniones. Prefiero dedicarme a leer.
— ¿Y que lees?
— En vacaciones… literatura erótica, las memorias de una princesa... ¿lo has leído? —me pregunto— Es más excitante que boludear con adolescentes imberbes.

No podía creer su atrevimiento, me lo decía así muy fresca, sin importarle quien era yo. No sabía que decirle. Hubo un silencio entre ambos.

— No, creo que no — conteste.
— Deberías… de vez en cuando esta bueno intercalar algo diferente a lo que lees a diario — me dijo
— Si es bueno.
— Voy a seguir con mi lectura… no quiero quitarte más tiempo. Me alegra volver a verte.

Antes de salir de la habitación me aviso que había dormido en mi cama estos días y que esperaba que yo no me molestara.
— ¿puedes cambiar las sabanas?—me dijo— deben tener mi olor todavía. Me gusta ponerme mucho perfume después de bañarme y antes de meterme en la cama.

Escuchar aquello me dejo enloquecido.
La imagine leyendo aquel libro erótico en mi cama, desnuda… perfumada… masturbándose en la soledad de mi cuarto.
Había algo perturbador en sus palabras y esa mirada intensa en sus ojos me provocaban conocerla más.
No pude volver a concentrarme en mi estudio, la imagen de ella estaba en mi mente, volví a recordarla, ahora ella era una hermosa mujer que me generaba un intenso deseo y no sabía cómo tratarla.
Me tire en la cama y hundí mi cara en la almohada oliendo su perfume embriagador e intentando borrar de mi mente las imágenes de ella.
Me quede dormido y desperté sobresaltado y sudando a mitad de la noche. Estaba muerto de sed y con una tremenda erección.
Todo estaba en silencio y oscuro. Necesitaba beber algo, así que baje a la cocina, abrí el refrigerador y comencé a tomar agua fría, estaba aun adormecido, me quede mirando al interior sintiendo la frescura en mi rostro, cuando tuve la sensación de que alguien estaba detrás de mí.
Me di vuelta y estaba ella mirándome, como una aparición. Llevaba puesto un camisón transparente que apenas cubría su desnudez y a la luz del refrigerador dejaba notar la redondez de sus senos… los pezones… la forma de sus caderas.

— ¿qué haces aquí? - Pregunte en tono grave.
— Shhhh… tengo sed, igual que vos.

Tome la botella y se la acerque, ella bebió del pico y dejo caer gotas de agua sobre su cuerpo. Era una imagen sensual y provocadora. No podía quitar mi mirada de su cuerpo… de su rostro. Ella estaba jugando conmigo y lo sabía.
No sabía cuánto tiempo más podría contenerme.

— ¿porque me miras así… acaso nunca viste una mujer en camisón?
— Si he visto, pero tú eres la amiga de mi hermana.
— Pero no soy tu hermana — me dijo y se rio provocándome.

Dio vuelta y se dirigió al patio. Al caminar iba contoneando su cuerpo de una forma que me dieron deseos de atraparla entre mis brazos y cogerla hasta morir entre sus piernas.
No podía dejar de imaginarla gimiendo y gozando después de leer aquellas historias de las que me había hablado. Como un sonámbulo la seguí… parecía no incomodarle mi presencia, se detuvo en el borde de la piscina y dejo caer el camisón quedando completamente desnuda. Me miro y dijo:

— Vamos a meternos…ven.

Y se tiro de cabeza en el agua. Yo estaba ardiendo. Sentí la sangre agolparse en mi miembro y endurecerse más de lo que estaba. El pantaloncillo que llevaba puesto no disimulaba mi erección, a la luz de la luna que iluminaba, tal vez no se diera cuenta de lo que me estaba provocando.

— Ven… no sientas vergüenza. ¿o le temes a una mujer desnuda? — me decía.

Yo a cada rato me recordaba que estaba ahí para cuidarla. Pero ya no podía seguir haciendo el papel de pelotudo y ella me calentaba muchísimo, estaba jugado conmigo. Así que me tire también al agua y me acerque a ella. Ahora iba a ver qué hacía.
— Lo ves esta de maravilla el agua… se siente muy bien en la piel caliente — me decía mientras jugaba con sus manos en su cuerpo y en su cabello.
— Pero no vale, tienes que sacarte todo.
— ¿Y porque no me lo sacas vos? —dije esperando ver su reacción.
— Claro… no tengo problemas.

Y puso sus manos en mi cintura, tomo el borde del pantaloncillo, metió la cabeza bajo el agua y empezó a bajármelo, la sensación de esas manos tocándome hizo que mi miembro se pusiera duro como una vara de acero.
— Guau… tienes una erección plena. —dijo asombrada
— ¿Que puedo hacer? —conteste— estoy contigo, estas desnuda y me gustas mucho. Soy humano!!
— Entonces tenemos que hacer algo… ¿no lo crees?— me dijo

Sonrió y me abrazo buscándome. Cuando sus senos se apoyaron en mi pecho no pude contenerme más y le comí la boca a besos… una y otra vez como un adolescente. Rodee con mis brazos su cintura y volví a besarla, ahora por el cuello… detrás de su oreja… en los hombros… quería besarla en cada parte de su cuerpo fresco, mientras hábilmente mi mano se deslizo bajo el agua hasta su sexo… quería acariciarla, pero me la quito suavemente, se resistía a mis caricias, aunque sus manos inquietas sujetaron mi falo y comenzó a masturbarme. Sentía bajo el agua su mano deslizarse una y otra vez mientras continuábamos besándonos. Yo volví a insistir en su vulva, frotando el clítoris delicadamente… ella jadeaba como un suave murmullo y lentamente mordía mi hombro intentando ahogar sus sensaciones.
No deje de besarla, cuando metí un dedo en su interior ella gimió de forma intensa, deseaba cogerla ahí adentro en el agua, pero volvió a quitar mi mano y me dijo:

— No sigas basta ya.

Se aparto de mí y se fue nadando hasta el borde de la piscina, salió sin decirme nada.
Estaba en el medio del agua excitadísimo sin poder entender su actitud. Me había dado de los dulces y ahora me los quitaba.
Quede fastidiado con aquella pendeja. Pero tal vez había sido mejor, si mi padre se enteraba me mataba. La quería como a una hija y yo tenía unos cuantos años más que ella como para fijarme en una adolescente. Creo que mi padre confiaba en eso. En que me iba a comportar como un hombre adulto. Solo que ella era diferente a quien yo recordaba, ahora era una mujer y desde que la vi me sentí atrajo… era sensual, desinhibida, inteligente… y me provocaba poseerla.
Volví a mi cuarto en la oscuridad, pero antes me detuve frente a la habitación donde ella dormía, tratando de escuchar algo, pero solo reinaba el silencio de la casa. Sentí mi cabeza abarrotada de pensamientos.
Me eche sobre mi cama, desnudo, aun húmedo y todavía excitado…no podía olvidar de esos momentos juntos en la piscina. Fije mis ojos en el cielorraso tratando de relajarme y quedarme dormido.
Cuando comencé a lograrlo escuche la puerta abrir y cerrarse rápidamente y verla acostarse a mi lado. Estaba desnuda, su piel ardiente rozo mi cuerpo y apoyo su cabeza en mi hombro. Escuche su respiración agitada en mí oído… paso su brazo sobre mi pecho para acariciarme con la yema de sus dedos mientras hacía juegos en mis tetillas… bajo por mi abdomen hasta atraer mi miembro hasta la palma de su mano. Yo estaba duro otra vez.

— ¿Qué estás haciendo? por favor otra vez no —le dije. Volviendo acariciarla.

Me gusto mucho sentir la suavidad de su piel y la fragancia rica a que olía. Mis dedos se deslizaron por sus nalgas subiendo por la espalda, sintiendo como cada detalle de su cuerpo se estremecía con mi delicado roce. Ella besaba mi cuello, mi rostro, sin dejar de acariciar mi sexo que palpitaba entre sus dedos, cuando susurro algo a mi oído:

— Soy virgen —me dijo tímidamente.

Quede sorprendido ante aquella confesión. Yo no me lo esperaba. Ella irradiaba la imagen de una mujer hecha con una sensualidad candorosa.

— ¿Quieres hacerlo ahora conmigo? —me dijo

— ¿Estás segura? … Me gustas… te deseo pero no quiero hacerte mal, es tu primera vez y debes querer que sea especial.

— No quiero nada especial y estoy segura de lo que quiero, sino no estaría aquí. También me gustas — me dijo mirándome a los ojos— y estas bien dotado — y se rio con una picardía en su sonrisa — no niego que por un momento me intimido el tamaño… pero creo que llego el momento de que pase a ser como el resto de los mortales — y volvió a sonreírme.

Estaba fascinado con el modo en que decía las cosas, sin tapujos. Había seguridad en sus palabras y en sus actos.
Se monto sobre mi cuerpo y me beso de forma apasionada decidida a continuar con lo que había empezado. Correspondí a sus besos, apreté su pecho contra mi pecho acariciando su hermosa espalda, mientras frotaba su sexo en mi miembro impregnándolo con su esencia.

Sus pulsaciones se aceleraron y la respiración se volvió entrecortada entre gemidos cuando cambiamos de posiciones. Ella quedo debajo de mi cuerpo dejando a merced sus preciosos senos que me detuve a disfrutar entre mis labios. Lentamente baje con besos por su vientre sin dejar de tocarla un instante hasta llegar a ese tesoro ávido de ser descubierto por mi boca.
Con dedicación exploradora saboree cada pliegue y los labios de su jugoso sexo, concentrándome en estimular su pequeño clítoris que estallaba ante cada caricia de mi lengua provocándole espasmos de placer. Comencé lentamente a penetrar con los dedos su intimidad, preparándola para ese momento culmine. Ante cada entrada que le propinaba, ella gimoteaba sin cesar, susurrando:
— Siiii…. Hazlo así que me encanta! No pares! — me decía mientras revolvía con sus dedos mis cabellos.
Continúe sin parar disfrutando de verla entregada a las caricias de mi lengua cuando su cuerpo trémulo se estremeció dejando mi boca llena de su delicioso elixir.
Se repuso rápidamente del orgasmo que le había arrancado, se incorporo hacia mí y quedamos arrodillados en la cama… me abrazo fuertemente, beso dulcemente mi frente y me dijo:

— Me encanta lo que haces…me enloquece!

Siguió besándome y acariciando mi falo con movimientos finos, recorrió mi pecho con la boca, había en su mirada unos destellos de lujuria y me encantaba verme reflejado en ellos. Caí rendido ante sus besos, tomo posesión entre mis piernas y comenzó a lamerme. Atrapando el glande entre los labios y suavemente lo apretaba jugando con la lengua en cada parte que encontraba, mientras intentaba tragar el miembro hasta la profundidad de su garganta, no dejaba ni mis gónadas de chupar y estimular, estaba disfrutando lo que hacía con la habilidad de una experta en el arte oral.
Volvió a montar mi cuerpo con la destreza de una amazona y atrapando con su mano izquierda el miembro rozaba mi capullo en la humedad de su sexo. Busco mis labios, jugando con ellos, sin dejar de estimularse cuando me sentí entrar en ella de golpe y un gemido intenso de dolor mezclado con placer salió de su boca.
Apretó y clavo sus uñas en mi pecho buscando aliviarse, pero lentamente comenzó a moverse buscando amoldarse a las nuevas sensaciones que estaba teniendo al ser copulada. Mantuvo el ritmo de su pelvis y fue aumentando el vaivén sin parar, hasta llegar a mostrarme como su rostro reflejaba el calor que estaba brotando de sus entrañas hasta dejarla sin fuerzas y ahogándola en gemidos.
Respiro profundamente y volvió por más de aquello que estaba disfrutando, la puse de espalda y le pedí dejarme continuar. De forma delicada intente penetrarla, sentí resistencia al comienzo y note el dolor en su cara, apretó con firmeza mis glúteos buscando ayudar a empujar de una vez hasta recibirlo todo en su interior. Comencé a embestir despacito sin dejar nada afuera, chocando mis bolas contra sus nalgas y disfrutando la estrechez de esa abertura deliciosamente húmeda. No detuve mis movimientos, al contrario los apresure con vigor hasta chocar en lo profundo, sintiendo como sus contracciones vaginales me aprisionaban una y otra vez hasta llevarme a lo máximo.
Continué resistiendo y arremetiendo sin parar, gozando aquel momento de entrega mutua en que nuestros cuerpos destilaban pura pasión, cuando advertí como mi miembro se tiño de rojo y sus brazos se aferraron a mi espalda intentando llevarme a lo profundo de su matriz hundiéndome una vez más.
Sentí el ritmo de mi respiración acelerarse y un fluyo de placer comenzó a extenderse por mis músculos hasta llegar a descargar en su interior el último suspiro y acabar perdiéndome dentro de ella mientras escuchaba como sus gemidos se agolpaban en su garganta. La noche fue intensa hasta el amanecer.
Ella quería probar de todo y yo continúe deleitándome con el cuerpo de esa hermosa mujercita, bebiendo de su frescura, calmando esta sed que me había provocado entre besos y caricias.
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