
Hay días en que uno tiene la sensación de que no todo será como siempre ha sido, que algo diferente nos espera.
Llevo varios años casada con un hombre que me hace feliz. Habíamos pasado por la experiencia de matrimonios anteriores del que terminamos hastiados, así que cuando decidimos convivir el pacto fue no repetir viejos errores. Hasta ahora los dos estábamos abiertos a buscar la forma de mantener lo que habíamos conseguido. No tenemos grandes altibajos en la relación y ambos tratamos de no caer en la rutina.
He llegado a admirarlo profundamente, me encanta su modo de ser tan masculino y sensible. Capaz de hacerme emocionar y a la vez despertar los más intensos deseos. A veces al mirarlo me imaginaba poder llegar a realizar mis mas locas fantasías con él, pero mas de una vez me he quedado callada, pensando si llegaría a entender lo que quería pedirle.
Sabemos bromear mucho con respecto a nuestros roles de pareja, él está en los detalles del hogar en cambio yo soy un desastre, la desordenada, la que deja mi ropa regada por el dormitorio, mas de una vez mis pantys, bragas y corpiños terminan en sus cajones. Él tiene todo prolijamente acomodado en su lugar y una gracia exquisita para elegir, es mi mejor crítico a la hora de saber lo que me favorece, sería mi mejor amiga sino fuera mi hombre.
Adoro su parte femenina, que se complementa tan bien con la mía, pero nunca me iba animar a pedirle lo que el solo me entrego aquella noche.
Tenía una cena con unas amigas, hacia tiempo que no salía sola. Por lo general estos encuentros terminaban de madrugada entre copas y típicas charlas de mujeres: sexo y hombres.
No estaba con muchas ganas de ir pero mi esposo me convenció que me haría bien disfrutar un poco sin él.
– No te preocupes por mi – me dijo – Me quedare en casa, voy a pedir algo para comer, terminar de leer este libro y tal vez ver alguna película.
– ¡Está bien! disfruta de la casa y la noche sin mí tienes todo permitido. – dije en tono de broma.
Como siempre llegada la hora mi tema recurrente: ¿Qué me pongo?
Abrí el placard y comenzó mi desfile: este vestido o este o este ¿o falda y blusa?
Me había puesto un conjunto de lencería negra en encaje, quedan muy bien con unas pantys y portaligas, cuando él entro a la habitación y al verme se quedo observándome. Yo continuaba con mi rito de mirarme al espejo y tratar de conformarme con alguna de mis prendas. Escuche sus pasos acercarse y su mano alcanzar mi espalda para bajar suavemente con el filo de los dedos por mi columna provocando esos escalofríos que me enloquecen.
Mi cuerpo se arqueo ante aquella sensación, mientras sus brazos lo rodearon.
La sutileza de sus dedos restregó mis pezones, mientras bajo por mi vientre hasta la humedad de mi vulva. Mis piernas se aflojaron cuando sus labios comenzaron a besar mi cuello y su mano a frotar mi clítoris.
Sabía tocar mi anatomía, en aquellos lugares donde despertaba mi lujuria.
Apoyado sobre mi espalda sentí el calor de su cuerpo envolverme mientras sus dedos recorrían mi sexo, entrando y saliendo con el ritmo de mis nalgas que se fregaban contra su miembro... Continuo besando mi cuello, los hombros, me estaba enloqueciendo, deseaba sentir su miembro caliente y duro penetrarme de una vez.
Mi braga estaba empapada, mis senos endurecidos, deseosos de ser chupados. Ya no daba más.
- Te ves bellísima – me dijo al oído mientras volvía a introducir con más fuerza su dedo en mi vagina y arrancarme un gemido.
- me gustas así, provocadora...
Mi mano fue hacia atrás para desprender su pantalón, el la quito suavemente y me dijo – Llegaras tarde a tu cita. Me gusta ese vestido para esta noche. – y se aparto de mi dándome un impetuoso beso en la boca.
- ¿Me vas a dejar así? - pregunte.
- Noo. Pero quiero que disfrutes tu noche de mujeres, si continúo no iras.-
Lo mire con resignación, tratando de calmar mi excitación y descubrir la expresión de su cara como si estuviera ocultándome algo.
Termine de cambiarme, use el vestido que eligió, me quedaba muy bien, pinte mis labios de rojo intenso, solté mi cabello y calce unos tacones bien alto. Un estilo provocador para una noche cálida.
Pase por la sala, él estaba sentado, concentrado en su lectura, le di un beso en la mejilla y salí sin decir palabra.
Durante la cena, mi mente voló más de una vez a recordar esos momentos previos en mi habitación...la expresión que tenía él mientras miraba prepararme y ese toqueteo un tanto histérico que me había dado.
Casi no probé bocado, solo bebí vino, una copa tras otra, cuando me di cuenta había vuelto de ese recorrido de pensamientos tratando de analizar una situación que tal vez solo había sido un juego de mi imaginación.
Mis amigas se habían dado cuenta de que algo me pasaba, alegue cansancio y sueño. Pero el alcohol ya había hecho su efecto, me sentía distendida… cachonda. Cuando esto me pasa soy mucho más atrevida y enardecedora. No estaba en condiciones de continuar, ya me conocía, mi sangre estaba en ebullición y tenía muchas ganas coger. Sería mejor irme antes que hiciera algo de lo que después me arrepintiera.
Llegue a casa a la 1.30 am estaba eufórica, venia en el camino pensando en mi esposo en cómo me había dejado con las ganas y esta vez no se me escaparía.
Al entrar encontré la sala desordenada, estaba una de las lámparas encendida y al mirar vi unas copas de vino sobre la mesilla y escuche música que venía de la habitación de arriba. Algo como un rayo me cayó encima.
Cuando encontré zapatos de mujer sobre la alfombra, la peor pesadilla: estaba siendo engañada.
Subí la escalera rápidamente, la puerta estaba abierta y entre furiosa.
Me quede inmóvil ante la imagen de una mujer recostada sobre mi cama. Cabellos largos y oscuro, vestida con lencería negra y medias de red. Como me visto yo. ¡Maldición!.
La luz no me ayudaba mucho a distinguir su rostro. Yo no podía pronunciar palabra, estaba mareada, temblando.
- Hola querida – Su voz me era familiar, pero mis nervios no me permitían reconocerla.
- ¿Quién eres desgraciada? - pregunte.
- Tu chica – respondió y se levanto de la cama.
Al mirarla bien me di cuenta que estaba frente él. Me reí nerviosamente. No lo podía creer, me había vuelto el alma al cuerpo y verlo así era una bendición. Nos miramos fijamente y me acerque, mi rostro sonreía al verlo así, vestido de mujer como yo lo deseaba. Me preguntaba cómo había descubierto mi fantasía.
Si que se veía guapa. La tela tranparente de mi baby doll cubría su abdomen y el encaje resaltaba su piel clara dejando ver las tetillas. Una braga negra enfundaba su miembro que traslucía a través del calado. Me excitaba muchísimo su imagen femenina. El cabello le caía sobre los hombros y su rostro estaba maquillado delicadamente resaltando los ojos delineados y un brillo labial rojo que me llamaba a besarlo.
-¿Que has hecho con mi esposo? – le pregunte jugando con mis palabras y entrando en mi fantasía de coger con “ella”.
-Le pedí que se fuera ¿No te alegra verme a mí? – y reímos.
Fui a su encuentro y la bese delicadamente saboreando sus labios, mezclando el gusto frutal de aquel labial rojo. Besos y más besos, entrelazando mi lengua y la suya, mientras mi mano pasaba por detrás de su oreja acariciando la nuca, las notas del perfume de mujer me enloquecieron. Baje mis besos por su cuello y también hizo lo mismo conmigo. Nuestros cuerpos se fusionaron entre caricias y abrazos.
Continuamos dándonos besos, rozándonos, buscándonos. Me dedique con delicadeza a sus tetillas, jugando en ellas con mi lengua, mientras mi mano continuaba bajando hasta su miembro aun atrapado en esa diminuta prenda y lo acaricie de la misma forma que su mano lo estaba haciendo en mi clítoris, sintiendo como se humedecía a través de la tela de la braga. Estaba en su esplendor, rico, apetitoso… para devorar cada parte sin descanso. Me ayudo a quitar el vestido y nos arrojamos sobre la cama, aventurados a explorar cada parte del otro como si esta fuera nuestra primera vez.
El roce aterciopelado de sus manos recorriendo mis muslos azoro mí piel de punta a punta y una oleada de calor me fue encendiendo el cuerpo.
Mis labios se prendieron a cada centímetro de su figura buscando ese precioso tesoro que muy pronto llego a mi boca ansiosa por degustar de su miel.
En una ida y vuelta, de cóncavo y convexo… nos dedicamos a probar cada pliegue, cada detalle de nuestros sexos deleitándonos con sus sabores, yendo al límite y volviendo, de tal manera que no pude resistirme demasiado ante los avatares de su lengua frotando sin parar mi eréctil capullo. Sentí como una marea espasmódica comenzó a bajar por mi pubis y termino volcando mis néctares en su boca.
Era delicioso el cumulo de sensaciones a la que me estaba llevando esta experiencia… me excitaba al máximo estar con ella, mi fantasía de mujer fálica, delicada, sensual…
Con el tiempo necesario para dedicarle continúe con la felación mientras suavemente con mi dedo índice humedeciéndolo iba jugaba de a poco en su ano con caricias insistentes que comenzaron a gustarle cada vez más. Sus jadeos aumentaron y el miembro pareció engrosarse más en mi boca llenándola con más ímpetu. También hizo lo mismo conmigo apretó con fuerza mi clítoris entre sus labios, mientras alternaba con sus dedos jugando en mi esfínter, insistiendo en la penetración. Cuando nos dimos cuenta ya estábamos entregados al placer de sodomizarnos mutuamente y gozarlo juntos.
Seguí estimulando con un delicado masaje su próstata, mientras con la otra mano manipulaba su pene con movimientos ascendentes, así lo mantuve al ritmo durante unos minutos intensos de placer hasta sentir como sus fluidos terminaron por estallar en mi boca.
Caí rendida sobre su cuerpo… complacida de estar disfrutando ese momento con ella o él… Aunque recién empezábamos a conocernos y este era el comienzo de esa noche entre chicas!!!
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