Me cogi a mi rica esposa a la luz de la luna mientras el vecino nos espiaba

FECHA: 5/31/2013

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Me cog? a mi rica esposa a la luz de la luna, en una calurosa noche de febrero. Fu? en la casa de campo de sus padres. Rodeados por los parrales y subida en el corral de los animales, hasta le chup? la concha haci?ndola acabar. El vecino, due?o de la finca lindante, nos espieba entre los ?rboles. Se masturb? como un loco v?ndonos coger. A la luz de la luna, mi esposa con las piernas abiertas y la pollera enrollada gem?a mientras acababa y me orinaba en la boca. Cogiendo con mi esposa a la luz de la luna mientras un tipo nos mira
Soy un hombre profundamente enamorado de mi esposa. Llevamos muchos a?os de matrimonio y cada vez que hacemos el amor, la locura es como la del primer d?a. Es una mujer normal, m?s bien baja y no tiene un f?sico de modelo de televisi?n. Eso s?. Est? muy rica. Cualquiera que la vea puede dar fe de ello. Tiene una piel bronceada que parece de terciopelo y siempre est? perfumada y elegante.
Yo la miro y empiezo a ratonearme. Tiene el pelo largo y negro con rizos. Sus grandes ojos caf? son hermosos y brillantes. Cualquiera que la conozca se dar? cuenta que su rostro es bonito y adem?s muy sugestivo. Ya me conoce, as? es que cuando la tengo apretada entre mis brazos se deja acariciar por todas partes.
Una noche de verano en que est?bamos con ella en casa de sus padres, en el campo, tuvimos una aventura espectacular que considero digna de contar.
Est?bamos sentados en unas playeritas con los pies sobre un banquito y disfrut?bamos de esa noche con una luna blanca que iluminaba como el d?a. Era ya m?s de la una de la madrugada y hac?a mucho calor.
Mi mujer vest?a una falda de jean muy corta y acampanada con vuelitos de puntilla. Debido a que estaba sudando, se la hab?a subido bastante y sus piernas a la luz de la luna aparec?an incitantes y muy sexys. Yo la miraba y me encantaba ver que debajo de la musculosa negra sus pechos no muy grandes pero firmes estaban como apuntando al cielo.
Me estaba calentando al verla, porque adem?s su pelo le ca?a sobre los hombros de una manera casi salvaje. Estaba descalza.
Con sus pies me acariciaba mis piernas por encima del pantal?n y me miraba provocativamente como invit?ndome a pensar en algo muy er?tico.
Bajo ese cielo y al costado de aquella vieja casona solariega, la noche se presentaba muy especial. Del otro lado estaban los parrales bien frondosos pues faltaba poco para la cosecha y al final de esa especie de patio alargado descubierto, estaban los corrales de los animales.
Muy cerca de ah? hab?a un ?rbol de regular tama?o, y su sombra se proyectaba sobre el suelo como un gran dibujo.

Del otro lado del corral, estaba la casa del encargado de esa finca. Un hombre sesent?n que viv?a con su mujer y sus hijos. El encargado trabajaba mucho durante el d?a as? es que se iba a dormir temprano junto a toda su familia.
Las botamangas de mis jeans se hab?an arremangado y ya pod?a sentir la suavidad de los delicados pies de mi esposa que sub?an y bajaban en juego travieso que me pon?a la sangre a mil. Como siempre, todo tiene un l?mite y me incorpor? de la silla. Tom? a mi esposa de las manos y le dije susurrando: Quiero echarte un polvazo mi amor.
Se sonri? porque eso era lo que ella estaba esperando. Casi en el aire, apoy?ndose en mis pies, se empinaba y me besaba. Ten?a la boca caliente y dulce y cada beso me pon?a la temperatura al mango. Mi verga ya estaba dura y solamente pensaba en d?nde ser?a mejor apoyarnos.
La llev? hasta los corrales y la sent? en uno de los travesa?os. Le trab? los pies en el palo de abajo y fui baj?ndole la bombacha que ya estaba algo h?meda. Enseguida me agach? un poco y met? mi nariz entre sus piernas para oler ese exquisito aroma que le sal?a de su chocha.
Mientras tanto le sub?a la musculosa y le acariciaba las tetas. Est?bamos ya muy calientes. La tom? por la cintura sentada como estaba y la bes? desesperadamente metiendo mi lengua en su boca.
Fue en ese momento cuando vi una silueta semi escondida del otro lado de los corrales, en la casa vecina. Me di cuenta enseguida que se trataba del encargado que nos miraba escondido seguramente despu?s de levantarse a orinar o a vigilar.
Nos hab?a descubierto ah? y seguro le excit? la escena, por lo que prefiri? esconderse y espiarnos. No dije nada y me hice como que no hab?a advertido la presencia.
Mi esposa estaba reexcitada y se mov?a sugestivamente sobre el travesa?o donde estaba sentada, levantando y abriendo las piernas mientras me ped?a que le chupase la conchita que ya estaba muy hinchada y remojada.
De inmediato met? mi lengua entre los labios de su vagina. Un suspiro de placer le sali? al instante y me dec?a ?as?!!! as?!!. Qu? rico mi amor. Chupame m?s, dale. Meteme los dedos por favor. Haceme acabar que estoy recaliente. Ayy!! Por favor que bueno!!!...
De inmediato me desprendi? el pantal?n y sac? mi verga que parec?a querer estallar. Me dec?a despacio ?Qu? rica pija mi vida. Met?mela toda por favor. Solo te pido que no vayas a acabar . Quiero echarme otro polvo. Estoy como loca. Me has recalentado. Dale empuj?. Haceme doler, dale, m?s fuerte. Ayy mi amor ?! Que rico damela toda, toda?
Mientras le bombeaba lento pro firme la pija a mi esposa, mir? hacia el fondo. El tipo se masturbaba entre la sombras de un nogal con una calentura de aquellas. Claro,no pod?a ser de otra manera, si estaba escuchando a mi bomb?n c?mo ped?a lengua y pija desesperada.
Ella se manten?a sentada sobre el palo y yo le met?a la verga hasta el fondo. La dejaba quieta un momento para que mi chica sintiera el latido de la poronga en su concha.
De repente me grit? con un gemido: ?Estoy acabando? ayudame por favor!! Estoy acabando. Dale . Met?mela m?s fuerte. Dale. Ayy!!! Que rico!! Estoy acabando dame m?s, quiero m?s. No me la saqu?s por favor dejala adentro. Asi, asi!!!
Yo no daba m?s. Mientras acababa afuera ayud?ndome con la mano, le ped? lo que m?s me gusta. Y desde ah?, sentada sobre el palo, se puso en cluquillas y me orin? en la boca y en toda la cara. Una verdadera y exquisita lluvia dorada de mi reina.
Con mi lengua le sequ? el bizcochito y le limpi? el agujero de la cola que estaba todo mojado. Aprovech?, por qu? no; para chuparle con un beso negro y meterle mi lengua en su rico culo. Ya estaba al palo otra vez y de nuevo empec? a tirar semen. Esta vez ella me lo sac? con la lengua y se lo trag?.
Si, claro. El encargado de la finca, hab?a ya acabado como loco del otro lado del corral bajo la penumbra del nogal.

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