Cuando tenía quince años empecé a darme cuenta de que los chicos me seguían mucho principalmente por mi buen cuerpo. Verán, yo era delgadita, aun lo soy, pero tenía un cuerpo de niñita sin tetas, pero con un buen culo que sobresalía un poquito y alzaba mi falda por detrás. Siempre he sido blanca, muy palida, y mi cabello es rubio casi platinado. A los chicos les gusta también mis ojos, y me decían cosas relacionados con mis ojos y que era hermosa. Y yo decidí sacar provecho y les pedía que me compraran cosas o que me llevaran al cine. Pero no fue hasta que una vez, besuqueándonos en un parque, sentí una enorme excitación, superior a cualquier emoción anterior. Me había mojado cuando había visto la verga de uno de mis noviecitos.
Cuando regresé a mi casa, empecé a investigar en internet sobre de qué se trataba todo eso, pero lo único que encont´re fue porno, muchísimo, y en vez de frustrarme, me excité más y me masturbé como algunas ahí lo hacían. Así descucbrí qué era lo que querían todos esos muchachistos. Entonces empecé a frecuentar a chicos más grandes hasta que un día, uno de ellos me llevó a mi casa, y como no había nadie empezamos a besarnos en el sillón y poco a poco me desnudó y él se sacó la verga, se la mamé desesperadamente, pero en ese momento se abrió la puerta y entró mi abuelo. Le gritó muchas cosas a mi novio y lo corrió de la casa. Yo traté de vestirme, pero él me dio una cachetada y me quitó la ropa de las manos. Me miró y me dijo que era una zorra y que era una facilota, que por lo menos cobrara y no fuera una putita gratis. Yo no le contesté, pero él me dio otra vez una cachetada, que hizo que me quedara en el sillón, y después sacó de su cartera un billete de quinientos y me lo echó.
Yo me le quedé viendo al billete y momentos después me di cuenta de que se había sacado la verga bien parada. Mamamela, me dijo y yo sin pensarlo lo hice. Se la jalaba con la mano al mismo tiempo que el glande entraba en mi boca. Me agarró de la cabeza y me jaló hacia él ara que su verga quedara hasta el fondo de mi garganta. Casi vomité cuando me la sacó, pero todo eso me estaba gustando mucho, a pesar de que me gritaba. Me empujó para atrás y abrió mis piernas. Hasta ese momento me di cuenta de que su verga, bastante vigorosa para su edad, era demasiado grande y el glande me lastimó un poco al entrar, pero ternerla ahí era de lo más excitante y me mojaba cada vez más. Con eso entró de golpe y yo grité a todo pulmón. Me dijo que gritara como perra y me empezó a embestir con tal salvajismo que creí que me rompería en dos. Me sostenía de las caderas y me empujaba hacia él. Yo gritaba y lloraba, pero era placer puro lo que sentía, sin dolor ni sufrimiento, aunque sí me sentía un poquito humillada, pero nunca me sentí más excitada.
Entonces terminó adentro de mí y me sentí tan relajada que me quedé dormida. Desperté en mi habitación, tapada con mis cobijas tapando mi cuerpo desnudo. Por ahí estaba mi ropa, y junto a todo eso, una carta escrita por mi abuelo. Decía: Querida nietecita, Disfruté tanto llenando tu coño con mi lechita que me gustaría hacerlo de nuevo en cualquier momento, pero tuve que salir de emergencia por negocios. Sé que te gustó, y te digo que si quieres más ven conmigo, sabes donde vivo. Ven cuando quieras. Te cogeré tanto que hasta olvidarás todas tus preocupaciones. Podemos vivir juntos incluso, puedo darte comidades y otras cosas que quieras.
Y no volví a ver al abuelo por tres años, hasta que por fin a los dieciocho, me fui de la casa de mis padres y empecé a coger con distintos muchachos en distintas casas, pero nadie me satisfacía como era debido. Así que decidí ir con mi abuelo porque eso era lo que de verdad deseaba. Antes de llegar me desnudé y solo me puse un abrigo para cubrirme. Cuando toqué la puerta, él abrió y se sorprendió al verme, pero antes de decir cualquier otra cosa, abrí el abrigo y le mostré que iba desnuda por completo. Y sin decir otra cosa, lo besé apasionadamente y sentí su mano en mi puchita mojada. Entramos, cerró la puerta, y me cogió de perrito ahí mismo. Me sentí como una virgensita de nuevo, porque su verga la sentí como algo refrescante y nuevo. Me agarró de mis pequeñitas tetas y me embistió tan fuerte que grité y lloré de placer. Finalmente se vino y ese fue el inicio de nuestra vida juntos.
Eso fue hace cinco años, y en ese tiempo le he dado tres hijos, y estoy embarazada de uno cuarto. Por supuesto, cuando murió fue después de haber cogido salvajemente, de un paro cardiaco. Yo aun tenía su lechita en mi puchita cuando sentí que ya no respiraba. Llamé a una ambulancia y me dieron la mala noticia. Pero aun así, el viejo logró embarazarme desde la tumba.
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