La casa tenía tres dormitorios, o sea que cada uno tenía independencia en su habitación. Como necesitaba que el alquiler de la casa –cerca de la universidad, me salga más barato, puse un aviso en el diario para compartirla. Elegí a Sandy y a Carlos. Ella era preciosa: 21 años, rubia, ojos color miel, cuerpo delgado y excitante, hermosas tetas, una cara de nena que, apenas hablé con ella me di cuenta, escondía a un putita. Me dijo que podía pagar lo que sea, pero que exigía libertad para llegar a la hora que quisiera y, en su cuarto, recibir a quien ella permitiese. Y me aclaró “para evitar sorpresas, soy una chica muy liberal sexualmente”.
Ocupó su habitación un martes al mediodía. La ayudé con sus bultos, y cuando entraba una caja de cartón, esta se rompió y cayeron al suelo un montón de tanguitas, bodys, medias estilo ligueros y dos consoladores. Le pedí perdón y ella sólo se río. “Ya te dije, soy muy liberal”, me dijo.
Esa misma noche lo comprobé. Eran más o menos las 23 cuando escuché la llave de la puerta de entrada, su vocecita suave y un susurro masculino. Luego se metieron a la pieza de ella y a los pocos minutos comenzaron a sentirse gemidos. Su pieza estaba al lado de la mía, la pared era delgada y se escuchaba todo. Yo leía una revista, me fui a la cocina, busqué un vaso de vidrio y apoyé su boca contra la pared. “Correme la bombachita, si, no me la saqués, chupame la conchita, mmm…”. La pija se me puso durísima, pensé en pajearme, pero sólo me desnudé y seguí escuchando hasta que escuché que el varón lanzó un grito y ella exclamó “AHHHH”!
Luego me masturbé y tuve una acabada gloriosa. Casi todas las noches Sandy caía con un varón distinto, y siempre cogía fuerte. Al escuchar los sonidos del sexo me pajeaba.
A las dos semanas, Sandy me preguntó si se escuchaban muchos ruidos desde su pieza. “Si, se escucha que tenés mucho sexo, pero te dije que a mi no me molestaba…”, contesté. “Ay, ¡que loco!, ¿y a vos no te molesta?”, preguntó. Luego de responderle que no me molestaba, con mirada pícara, me dijo: “¿y no te calienta lo que escuchás?”. Observando que me quedé callado agregó, “yo, si escuchó sexo, me hago pajas, ¿vos no…?. Se río y no esperó mi contestación.
Dos noches después Sandy llegó con otro chico, ella hablaba en voz alta, se metieron a su pieza y a los 5 minutos escuché que ella le gritó que se fuera.
Al rato golpeó la puerta de mi cuarto. Yo estaba acostado, tapado con una sábana, con la pija redura. Le dije que entrase. Estaba cubierta con una larga remerita negra ajustada que le cubría apenas su entrepierna. Intuí su conchita deseada. Estaba borracha.
“¡Hola amigo!, estoy un poco mareada, y muy caliente, ¿puedo quedarme un rato?”, me preguntó. Respondí que si.
“Yo se que te caliento, pero no quiero coger con vos, al menos esta noche no, pero quedé caliente y quiero hacerme la paja al lado de una pija… vos tranqui, pajeate; se que lo hacés cuando estoy cogiendo… ¿Me dejás ver tu poronga?”
No espero que le responda. Levantó la sábana y vio mi pija parada. Se pasó la lengua por los labios y, parada al lado de la cama empezó a masturbarse. Cuando estaba por llegar a su primer orgasmo se tiró en mi cama y acabó…. Entonces le pregunté si podía sacarle fotos. Sandy siguió pajeándose y me dijo que si.
La fotografié, me pajeé, y acabé sobre sus tetas. Nos dormimos juntos.
Al otro día me trajo una taza de café y me preguntó. “cuando yo coga, ¿no querés hacerte la paja con mi lencería?”
La cuestión es que quedamos en que ella me dejaría, debajo de mi almohada, las bombachitas, corpiños o bodys que tuviese mientras la cogiesen.
Y que cuando no tuviera sexo con un hombre, iría a mi habitación a hacerse la paja a mi lado, para pajearnos los dos.
Una sola vez, cuando ella estaba borracha, le metí la pija y acabé en su conchita. Ella ni se enteró. Y a mi me gustó más cuando me pajeaba.
Sandy se fue de la casa un año después, pero me dejó varias tanguitas, ligueros, bodys, y un consolador.
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