cornudo y chica atada por un extraño

FECHA: 7/12/2014
Una chica llega a su casa y encuentra una nota en la puerta y juguetes de bondage. Cree que es su novio, pero no sabe que su novio ya está atado dentro de la habitación.Llegué a mi casa como cada día, a las siete de la tarde. Como siempre, abrí la puerta del garaje sin salir del coche, con el mando a distancia, entré y aparqué. Salí del coche, cerré la puerta del garaje por dentro como hago rutinariamente, y entro a casa por la puerta interna del garaje, sin tener que salir a la calle.

Pero aquel día había una diferencia. La puerta, a diferencia de cada día, estaba cerrada con llave. Siempre la dejamos abierta, nunca la cerramos con llave porque cerrando el garaje no hace falta, y por eso me extrañó. Pero no era la única diferencia. En la puerta había una nota, escrita con la letra de mi novio, un papel enganchado, que ponía “abre la bolsa y póntelo antes de entrar”. Supuse que se refería a la bolsa que había en el suelo, delante de la puerta. No sabía que había dentro, y me pareció muy intrigante. Cuando lo abrí vi para mi sorpresa que era una mordaza de bozal, lo que se llama un ballgag, un conjunto de lencería de tanga y sujetador de un color púrpura precioso, unos zapatos de tacón muy alto de mi número, y un antifaz para los ojos. Había otra nota, dentro de la bolsa, que ponía que cuando me lo hubiera puesto, llamara a la puerta.

•“Me vengaré” - le dije gritando pero sonriendo al mismo tiempo.
Tardé unos cinco minutos en quitarme la ropa y ponerme esa ropa interior sexy y los zapatos de tacón que, entre que eran de aguja y eran muy altos, costaba mantenerse en pie.

La verdad es que me encontraba atractiva.

Lo siguiente fue el bozal. No quería apretármelo mucho, pero también quise asegurarme que no se me movía y no me molestaba, y fue sin querer que acabé cerrando la hebilla al último agujero, con lo que yo misma me había dejado amordazada con mucha firmeza. Cuando ya me lo puse, me puse el antifaz, que ya puestos también lo apreté porque eso de los ojos vendados lo encuentro excitante, y llamé a la puerta con el puño y con fuerza, porque no sabía si no me iba a oír.

Me imaginé que sabía que estaba allí porque habría oído el coche y el garaje y que estaría detrás de la puerta esperando, y en efecto no tardó ni diez segundos en abrirse la puerta. La oí chirriar, porque chirría un poco esa puerta, noté que pasaba por mi lado, y sin perder nada de tiempo comencé a notar que pasaba cuerdas entre mis brazos a la espalda, por las muñecas que me las había levantado hasta mitad de la espalda, y por encima del cuerpo y del pecho y entre los brazos y por mil sitios, parecía muy larga la cuerda, diría que eso tenía que hacer unos 30 metros porque no paraba de dar vueltas y vueltas, a veces tensando bien firme que perdía un poco el equilibrio con los zapatos de tacón, hasta que por fin acabó y pude ver que las opciones de desatarme eran completamente imposibles.

Ya habíamos hecho ese juego, ya me había atado otras veces y a veces yo a él, pero no lo hacíamos tan bien y tan complicado, me pareció muy bueno lo que había hecho, me encantaba, y le quería preguntar que cómo había aprendido eso, pero con la mordaza sólo me salió entendible un “ffftttaa ffuuyyy ffienn”.

Entramos en casa, y cerró la puerta. Se ve que había un extremo de la cuerda que había dejado en mi pecho como si fuera una correa, y con ella me iba estirando diciéndome que andara, pero era muy difícil andar con esos tacones y los ojos vendados, y yo andaba muy lenta. Tardé unos cinco minutos en llegar al salón, porque además no me ayudó, pero eso era bastante morboso.

Allí, en el salón, me hizo reclinarme quedando mi cuerpo de cintura hacia arriba apoyado en la mesa boca abajo, apoyado sobre la mesa del comedor, pero estando de pie. Noté más cuerdas, que las pasaba por la mesa y por debajo y por todas las esquinas de la mesa, y cuando acabó vi que no podía levantar el cuerpo, que no podía desengancharme de la madera. Me quitó el tanga, y me ató las piernas bien abiertas a cada una de las patas laterales de la cama, de tal manera que no las podía cerrar ni un centímetro. Me acarició el clítoris, yo hice un gemido de placer, y se detuvo sólo un momento para quitarme el antifaz.

Abrí los ojos y lo entendí todo. En el sillón sofá que teníamos delante de la mesa, de frente a mí, estaba mi novio, desnudo, y tan atado con tantas cuerdas que se le veían más las cuerdas que su cuerpo. Las tenía por todos sitios, por todo el cuerpo, y estaba quieto, porque intentar desatarse sabía que le era imposible. Llevaba una mordaza también de bozal, y los ojos se los habían cubierto con un antifaz de tela, pero por encima de la mordaza y del antifaz le habían colocado cinta de precintar, que le habían dando tantas vueltas que intuía la mordaza y el antifaz por la forma de la cinta, pero no se veían. En los orejas le habían colocado orejeras de éstas que se usan cuando hay mucho ruido, y cuando me di cuenta hice “mmpphhh mmphhhh” pero no hizo gesto ni nada, así que supuse que no oía nada.

Entonces, ¿quién me había atado?

Giré la cabeza un poco para mirar con el reojo a mi espalda, y sentí que una polla entraba desde mi espalda por mi vagina, y que empezaba a moverse y sacudir y balancearse, y ya no pensé más en los próximos diez minutos. Sea quien fuere, estábamos atrapados, atados, me pareció que íbamos a ser violados durante mucho rato, y así fue. El chico paraba a los diez minutos, supongo que para no correrse, pero para que yo no parara de estar excitada me metía vibradores, hasta el fondo, yo no paraba de gemir y miraba a mi novio, que no tenía duda de que no me oía. Me acariciaba el clítoris al mismo tiempo, y creo que en los primeros veinte minutos tuve tres orgasmos. El chico todavía no se había corrido, y volvió a follarme, otra vez. Con lo rápido que iba, las embestidas que hacia, y cómo gemía, me imaginaba que se iba a correr esta vez sin parar, y así fue.

Cuando se separó de mí y se colocó delante de mí, junto a mi novio, pude verle de cuerpo, normal, ni delgado ni gordo, típico normal, pero llevaba una capucha en la cabeza que me impedía verle la cara. Se sentó junto a mi novio, y me miró. Me dijo que mirara, que mirara lo que iba a hacerle a mi novio, y comenzó a acariciarle los pezones.

Al instante mi novio se comenzó a retorcer de placer, pero tampoco mucho porque las ataduras eran tan salvajes que no le daban casi nada de movimiento, pero su polla se puso enorme, muy dura, mientras él seguía sin descanso con sus pezones. Gemía, “mmmphhh” “mmpphhh” decía, pero era de placer, no había duda. No diría que eso era sufrimiento, y eso que el chico estuvo media hora acariciándole los pezones mientras yo lo veía todo. Veía cómo mi novio ya estaba cansado de tanta excitación pero que se le notaba que quería más, y entonces el chico cogió la polla de mi novio, y lo masturbó. Me encantó cómo se lo hizo, tocándole sólo el glande de su polla descubierta, por debajo del frenillo, fue muy elegante y se ve que ese punto es muy sensible para los chicos, porque se corrió en menos de un minuto.

Le vi su semen salir disparado, y cómo quedó por encima de la pierna y del sillón de mi novio. Entonces le quitó lo que no le dejaba oír, y le preguntó si le había gustado. Mi novio hizo que sí con la cabeza, y entonces le dijo que yo estaba delante de él, le contó cómo estaba atada, lo que me había hecho, y le dijo que iba a volver a follarme, y se levantó, vino otra vez a mí, y volvió a follarme.

Yo estaba cansada, debería de llevar más de una hora atada en esa posición y era cansado, pero a la vez era muy excitante, me sentía indefensa y me había rendido, y si he de decir la verdad no tenía prisa para que nos desatara. Había babeado, e intentaba evitarlo porque supuse que se estaba acumulando encima de la mesa, me colgaba como un hilo de baba que salía de un lado del bozal, entre la mordaza y el labio, y que no podía evitar. El chico se dio cuenta, y me dijo que eso le gustaba, que indicaba que no podía desatarme ni hablar nada de nada, y unos segundos después sentí su polla entrarme en la vagina desde la espalda, y comencé a gemir mucho más que antes, que me escuchara mi novio, hacia “mmmphhh, fffiii, fffi, mmppphhh” para que mi novio me escuchara.

Tuve dos orgasmos en menos de cinco minutos, y un tercero cuando los gemidos de aquel extraño corriéndose me contagiaron.

Cuando acabó fue curioso, porque volvió a colocarme el antifaz, y se fue a duchar, con total tranquilidad, se vistió, le escuché incluso comer algo, llamar por teléfono a alguien a quien le decía que no podía quedar porque tenía todo el fin de semana ocupado, y durante todo aquel tiempo nos ignoró a los dos absolutamente, atados y sin hacernos ningún caso, como si no estuviéramos.

Fue cuando ya se iba que a mí me desató las piernas y me desató de la mesa. Pero sólo fue para cambiarme de posición. Lo que quiso hacer fue sentarme en otro sillón igual al que estaba atado mi novio, y atarme al sillón, con cuerdas que pasó por las que yo tenía atadas al cuerpo, que pasó por detrás del sillón, y las piernas me las ató abiertas, por los tobillos y las rodillas y por un montón de trozos y no paró hasta que vio que no podía moverlas ni cerrarlas ni escapar del sillón. Nos quitó a los dos las mordazas, y nos dio de comer los bocadillos y la carne que teníamos como cena ese día, nos dio agua, cerró todas las ventanas de nuestra casa, las puertas, y se sentó con nosotros a ver el partido de fútbol que hacían por televisión, aunque lo vio él porque en ningún momento nos quitó la venda, así que tan sólo podíamos oírlo.

Pero aprovechamos esa hora y media para hablar con él, preguntarle quién él, y hablar de lo que estaba pasando. Los dos confesamos que sí, que estábamos muy excitados, que había sido muy excitante, y descubrí que el chico nos llevaba espiando hacia muchos meses, y le preguntamos cuándo nos iba a desatar, y que nos iba a hacer, y nos explicó muchas cosas, que nos iba a violar a los dos todo el fin de semana, que seríamos sus prisioneros y que no nos iba a desatar ni un minuto, y nos estuvo preguntando por nuestros gustos sexuales, qué nos gustaba, y sería por cosa de las ataduras o no que los dos se lo confesamos todo.

Cuando acabó el partido, cerró la televisión, y será cosa de las confesiones que le hicimos, pero el chico puso su polla en la boca de mi novio, y desde mi sillón atada escuché sin perder detalle toda la mamada que le hizo. Dijo que se lo había hecho de maravilla y añadió que se iba a dormir relajado, diciéndonos sólo “hasta mañana” y que si hablábamos y le molestábamos vendría y nos pondría la mordaza, y eso hicimos, quedarnos callados esperando hasta mañana.

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