En fin. Ya por los quince años me di cuenta de que lo que me atraían eran los chicos de mi edad. Yo jugaba en un club de fútbol y cuando entrábamos a las regaderas siempre me quedaba idiotizado mirándole el culo a mis compañeros por que la mayoría estaban buenísimos. Mi círculo de amigos tanto ahí, como en la escuela era bastante amplio a pesar de que a la mayor parte sólo fuese superficial en el sentido de compañerismo y amistad. Había bastantes personas a las que no les hablaba con la misma confianza que con la que lo hacía con mis verdaderos amigos. Una de esas personas era un chico llamado Daniel. Él iba conmigo al club de fútbol péro aun así no nos hablábamos demasiado.
Me encantaba. Era del mismo tono claro de piel que yo, pero él estaba algo bronceado por que se la vivía en las canchas de la escuela y siempre se dejaba en camisa de tirantes (pegadita y muy masculina) y pantalones de chandal.
Casi todos los días iba yo también a las canchas a verlo discretamente con el pretexto de tener que pasar por ahí para ir a mi casa aunque en realidad quedase del lado opuesto. Me encantaba mirar cómo se le marcaban los músculos de todo el cuerpo. Sus brazos, el pecho, el abdomen y la espalda eran las cosas que más me ponían. Era casi igual de delgado que yo, pero a diferencia de mí, él estaba perfectamente proporcionado. Su cabello era castaño claro y tenía ojos color miel pequeños. También era muy carismático pero no lo suficiente como para salir de su timidez.
Por el contrario, yo tenía la piel bastante clara. No tenía los músculos tan definidos como él y era delgado. Claro que con la diferencia a mí me tocaría ser el pasivo cuando me imaginaba las posibles situaciones entre él y yo.
Total. Siempre me conformaba con las fantasías que tenía con él en mis momentos de calentura. Nunca se me pasó ni un segundo por la cabeza que fuese a ser gay (o de pérdida, bisexual) por que entonces habría sido demasiado perfecto para mí. Tenía una amiga a la que le contaba todo, pero ella, aunque al principio no me creía, finalmente terminó por darse por vencida.
"Caramba, tío. La verdad eres bastante bonito, pero no actuas como si fueses de verdad..."gay" por que pensé que todos eran igual de mariposones y afeminados" Me había dicho
Y claro. Nunca me gustó actuar "mariposón" como ella había dicho. Por que, coño, que me gustaran las pollas era una cosa, pero que quisiera actuar como mujer, era otra.
Un día tuvimos que ir al otro lado de la ciudad para jugar un partido de parte del club y obviamente me di un montón de orgasmos visuales con Daniel durante el juego.
Perdimos y como había terminado a eso de las seis de la tarde el entrenador nos dijo que si regresabamos a la ciudad llegaríamos ya entrada la madrugada y que entonces nos quedaríamos ahí en un motel todos juntos. Como no teníamos de otra, aceptamos y todos pusimos algo de dinero para pagar las habitaciones. Nos tocó compartir de a dos personas cada cuarto, pues a decir verdad, habían sido de los más baratos. Ahí fué cuando vi una oportunidad de pasar al menos una noche con el cuero que tenía de compañero y entonces me ofrecí para compartir cuarto con él haciendo uso de todas mis habilidades de empatía. Daniel no tuvo problema y cuando ya era algo más tarde todos entraron a sus respectivos cuartos a descansar, ver la tele y dormir. Daniel se metió a la ducha primero y yo fuí en segundo. Tiempo que aproveché para hacerme una buena paja usando un líquido afrodisiáco cutáneo que había conseguido en una sex shop de la ciudad. Era color rosado y muy viscoso pero olía de maravilla. El problema fue que no tuvo el efecto que esperaba. Salí del baño disgustado por haber perdido tanto tiempo esperando y cuando vi que Daniel todavía estaba con la única toalla cubriendo sus partes mientras se distraía viendo la tele, inmediatamente me puse a cien. Lo traté de esconder todo lo que pude y me puse unos shorts y una playera blanca que llevaba en la maleta de deportes.Él también se vistió (para mi desgracia) y yo me acosté finalmente para intentar conciliar el sueño así.
Las cosas se me fueron de las manos. Toda la cantidad del líquido que había usado en mí durante la ducha y que no había hecho efecto en ese entonces, ahora estaba reaccionando con demasiada intensidad. Estaba muy excitado y me comenzaron a doler los genitales por que me daba flojera pararme al baño a hacerme una paja. Sin darme cuenta había comenzado a hacer sonidos involuntariamente en respuesta al dolor y la excitación. Sentí que Daniel me preguntaba si estaba bien y que me movía un poco el hombro para que reaccionara. Yo me quité las cobijas de encima y también la camisa pues el calor que había empezado a sentir era verdaderamente sofocante. Estaba casi gimoteando y me encontraba completamente neutralizado en los cinco sentidos. No pensaba con claridad. Lo único que llegó a mi mente en ese momento fué "Oh, Daniel está aquí... y me está mirando... genial..." Y ahí comenzó todo.
Involuntariamente di rienda suelta a mis deseos y me comencé a acariciar el cuerpo. Sentía la mirada de Daniel encima mío y eso me excitaba muchísimo. Me pasé las manos lentamente por el cuello, el torso y las tetillas que ya estaban erectas, y masajeé mi pelvis, el pene y mis múslos. Sé ahora que quería provocar a Daniel para que me tocara y funcionó.
Primero sentí sus dedos recorrer suavemente mi rostro. Como si quisiera decifrar la expresión que estaba haciendo en la oscuridad. Se detuvieron en mis labios y yo aproveché para larmerlos lentamente dentro de mi boca simulando el sexo oral y cuidando que no tocaran mis dientes. "Joder, Alex..." le escuché decir y entonces recuerdo haber sentido que abría mis rodillas violentamente, y que se arrodillaba sobre mí en la cama. Me sentía triunfal.
Me sujetó de las piernas aplicando mucha presión en sus dedos y me jaló hacia él para arriba por lo que mis nalgas quedaron sobre su pelvis y pude sentir su erección entre ellas.
Yo seguía soltando gimoteos y acariciándome a mí mismo. Él acercó sus manos hacia mí y frotó hábilmente mis tetillas. Me besó el pecho y succionó la piel de mis muslos que habían quedado junto a su cabeza mientras bajaba hasta llegar a la entrepierna cerca de la ingle, en donde mordió con fuerza y solté un gemido seco.
También frotaba su pene (que parecía tener ya una erección) entre mis glúteos con mucha rapidez. A lo que yo contestaba arqueando la espalda de lo bien que se sentía y contribuyendo con el movimiento de mis caderas. Poco tiempo después, se acercó y me dió un beso bastante salvaje en el cual aprovechó para morderme el labio inferior y causarme una pequeña herida que manaba algo de sangre, la cual lamió plácidamente. Como ya he dicho, mi lucidez estaba prácticamente por los suelos, así que no me dolió hasta el día siguiente (eso y otras cosillas más...)
En fin. Después del asombroso faje que tuvimos, finalmente se me hizo el deseo realidad. Sacó mi pene del short que llevaba y me masturbó con mucha habilidad. Hubo un momento en el que dejó que mi prepucio cubriera el glande y metió su dedo entre ambos aprovechando la humedad para estimularme. Yo me sentía en el cielo. Después de hacer eso, me tocó a mí hacerle sexo oral. Lo empujé de su fuerte y torneado pecho para que cayese de espaldas en la cama, y me subí sobre él con las piernas abiertas cuidando de hacer mi mejor posición para que resaltase mi trasero y primero lo masturbé para después comenzar a besar su miembro y chuparlo como mejor sabía.
Sentí que me tomaba por el pelo y que seguía el ritmo que yo le llevaba con la boca. De pronto me jaló la cabeza para que me detuviera y en un movimiento que no alcanzo a recordar, me dejó boca abajo y me tomó de la pelvis para levantar mis caderas, haciendo que quedase en posición.
No dijo nada y se levantó caminando deprisa de la cama para después llegar con el botecito de afrodisiaco que según recordaba yo, no había guardado después de usar en la ducha.
Se arrodilló atrás de mí y vació algo del contenido en mi espalda baja, que lamió hasta llevarlo a mi entrada. Un sentimiento parecido a una corriente eléctrica recorrió mi piel cuando lo sentí lamer "ese" lugar. Nunca había pensado que él fuese a hacer semejante cosa, pero en ese momento no me quejé. (Joder, ¿Y arruinar el momento?) Además de que ni siquiera pensaba que tuviese experiencia en esas cosas.
Después de eso, al fin sentí la punta de su pene resbalar entre mis glúteos como si estuviese percatándose de que yo estaba preparado, y lo metió poco a poco hasta quedar completamente en el fondo.
Reprimí algunos fuertes alaridos. Aun sabía que tal vez el ruido alcanzaría a los demás inquilinos del hotel. Especialmente a esas horas de la noche. Y muy a pesar de toda la experiencia utilizando mis dedos en veces anteriores, dolía un montón.
Lo dejó un poco dentro para que me acostumbrara, pero yo empecé a mover mis caderas para que él también lo hiciese por su cuenta.
Me embistió con mucha fuerza. Tanta que incluso me di un par de golpes en la cabeza con la pared, pero eso no me quitó las ganas. De hecho, al parecer las intensificó. Me parecía una idea perversa mezclar el placer con el dolor y con los sentidos inhibidos por el líquido del afrodisiáco, llegaba a ser muy erótico.
Su pene entraba y salía con mucha facilidad. Casi resbalaba con la viscosidad del líquido rosa y dentro de mí se sentía caliente y se movía. Tocaba mi punto exacto. Pasamos así por varios minutos y a la par de sus movimientos, me lamía la curva que se creaba en mi espalda baja y mordía mi cintura. Yo me limitaba a emitir gimoteos y gemidos. Sentía su cabello sobre mis hombros y su aliento tibio caer en mi piel. Cuando el líquido preseminal comenzó a salir de su miembro y a vaciarse dentro de mí, esperé con todas mis fuerzas que se corriese ahí mismo. Quería saber qué se sentía tenerlo en mi interior. Por suerte, no sacó su pene hasta que se vino por completo y se dejó caer encima mío agotado. Yo me corrí casi al mismo tiempo y manché un poco las cobijas. El semen que salía de entre mis nalgas estaba caliente y se sentía genial.
Finalmente terminamos hechos polvo y nos quedamos dormidos en la misma cama. A la mañana siguiente desperté y él ya se había ido a desayunar con los demás, además de que había limpiado todo rastro de lo de anoche. Así que me sentí un poco decepcionado por que pensé que todo sería como si nada hubiese pasado nunca. Ese día no cruzamos palabra ni mirada. Por suerte, los demás no parecían sospechar nada aún viendo mi forma de caminar algo bruta por el leve dolor que aun tenía. Por supuesto, amanecí con el cuerpo entero lleno de mordidas y chupetones que me servirían de algo cuando llegáse a casa...
Pasaron tres días hasta que Daniel me pidió hablar con él en privado después de un entrenamiento en el club. Ahí, me dijo que en realidad le había gustado estar conmigo, y que desde siempre había sido bisexual, pero que nunca le había confesado eso a nadie. Me alegré por eso, pues cuando le ofrecí ser "follamigos" él me rechazó y contrapropuso convertirnos en amantes más formales. Claro, que después llegaron muchas ocasiones más y experimentamos muchas cosas, pero eso, decidirán ustedes si lo escribo, o no...
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