Os cuento una historia real tal como me la contó mi amiga. Os diré sobre ella que es solterona pero un poco zorrilla, por lo que considero los hechos de lo más verídico.Mi amiga había echado el ojo en la oficina a un guapo ejecutivo de muy buena percha y desde el primer momento sólo pensó en pasárselo por la piedra. La verdad es que la chica es resultona y sabe engatusar, presume de que no existe el tipo que se le resista, y da igual que sea casado o no, salvo que tenga alguna grave tara. Así que se puso manos a la obra. Derroche de simpatía, generosos escotes, prendas ajustadas, perfumes de ensalmo, roces “fortuitos”…En fin, acabó citándose con él después del trabajo para tomar café e incluso consiguió llevárselo al cine, pero nada de nada. A pesar de que la “peli” era aburrida a más no poder, elegida a drede, y los asientos estaban en la última fila, no le puso la mano encima e incluso apartó su pierna cuando mi amiga abrió todo lo que pudo las suyas invadiendo el espacio del mocetón.Ella no cree que haya hombres fieles, simplemente hay hombres que no han sido sometidos a dura prueba, pero la verdad es que éste era hueso duro de roer, o quizás “maricón” o impotente, que todo es posible. Sea como fuera, mi amiga estaba desolada. Por fin, un día, se presentó su oportunidad.Salían ambos juntos de la oficina, era viernes por la tarde y allí no quedaba ni el que la cierra. Cogieron el ascensor y éste se detuvo entre la sexta y la séptima planta. Tocaron los botones y estos no obedecían, la alarma daba pena de la poca potencia con que sonaba y, como cabía esperar, el telefonillo de emergencia conectaba con una insulsa grabación que se repetía sin dar solución. Era evidente que el socorro iba a tardar. El único recurso que restaba era llamar por el móvil a los bomberos, pero eso se les ocurriría mucho más tarde…Agotadas las vías de auxilio más evidentes, por la cabeza de mi amiga pasó un perverso pensamiento “de aquí no sales vivo”. Le miró con ojos tiernos y una sonrisa de lo más sensual al tiempo que adoptaba las sugerentes poses que ella dominaba a la perfección. El se reía nervioso y apartaba la mirada ruborizado, pero resistía el muy cabrón. Mi amiga decidió tomar la iniciativa total. Alargó la mano y le agarró el paquete.Esto no esta bien y no se qué, decía el caballero, pero tampoco le retiraba la zarpa ni mostraba un contundente enojo, de modo que ella pasó a la segunda fase de la ofensiva. Bajó la cremallera de la bragueta e introdujo su mano por la abertura del pantalón, apartó el slip y asió directamente su falo, ya un tanto morcillón. Lo sintió crecer entre los dedos.Él seguía diciendo cada vez con menos convencimiento, esto esta mal, no debemos… mientras su rostro estaba más y más encendido. Mi amiga manipuló el aparato sabiamente, tiró de pellejo para abajo y luego buscó la punta del glande con su pulgar clavando allí su uña con suavidad. Su compañero puso los ojos en blanco y ya no dijo más que aquello estuviera mal. Sin embargo el muy pasivo seguía impávido, sin arrojarse sobre ella con vehemencia como hubiera sido de recibo.En cuanto el tamaño del instrumento, por si os interesa, nada del otro mundo ni en consonancia con la envergadura del tipo, ¡pero coño!, una polla es una polla y más si está bien dura.Así pues, mi conocida tuvo que esforzarse todavía más. Subíó su jersey por encima de sus pechos y otro tanto hizo con el sujetador. Sus dos globos redondos y gordotes, lo juro, no operados, quedaron flotando libremente. El hombre, ya bastante excitado, abrió los ojos con pasmo al ver aquellas estupendas ubres de pezones y aureolas sonrosados. Y ella no paró allí, diestramente se quitó los zapatos y a continuación se desembarazó de pantis y tanga en un santiamén, por último se remangó la falda hasta el ombligo. Su conejo bien afeitadito se mostró a la luz.Él estaba tembloroso, sabía que aquella batalla la tenía perdida y muy probablemente rezó alguna breve oración pidiendo al Altísimo le perdonase el pecado que sin duda iba a cometer.Mi amiga le desabrochó el cinturón y los pantalones dejando que estos cayeran al suelo, después le bajó los calzoncillos.Aquel espacio cerrado se inundó de esencias físicas de uno y otro, potenciando el olfato la excitación de ambos cuerpos enfrentados, porque evidentemente mi amiga estaba ya en ese momento bastante cachonda y mojadita.Agarró la cabeza del hombre y se la llevó hasta la altura de una de sus mamas ofreciéndole a lamer un pezón. El lo chupó con fruición mientras amasaba esa teta y la otra. Ella mientras, subía y bajaba su prepucio con rítmica suavidad. Llegó un momento en que el hombre no pudo más, la embistió con su ariete haciendo diana a la primera. La verga entró con facilidad en cavidad tan lubricada. Agarró por las nalgas a mi amiga, mucho más baja y la levantó en vilo, uno de sus dedos buscó el ano.Ella se dejó colgar por ese gancho que invadía su bajo vientre. El comenzó a culear en un movimiento de vaivén, entrando y saliendo con violencia, haciendo que la espalda de ella golpeara sonoramente contra la pared del ascensor, cinco, diez… once veces, y se quedó inmóvil mientras descargaba toda su leche.Y ella, que hubiera querido que aquello durara toda la tarde, comprobó como su macho se vaciaba dejándola a dos velas. ¡Pero bueno!, ¡qué decepción!¡Qué fracaso!, porque el tipo no tenía fuelle para más, el resto de la tarde se dedicó a descansar y darse golpes de pecho con la cabeza entre las manos arrepentido de aquel desliz.-Tranquilo muchacho- le dijo ella- que poca falta has hecho a tu esposa.Después llamaron a los bomberos, que tardaron unos veinte minutos en llegar, desde luego mucho más de lo que había durado el polvo.Mi amiga no volvió a perseguir a aquel penitente nato, pero apunto la muesca de que ése tampoco se le había escapado, aunque la verdad que le costó un triunfo el llevárselo al lecho, perdón, al “ascensor”.
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