Una pequeña orgía

FECHA: 8/11/2013

Tendría Yo unos 22 años cuando participé en mi primera orgía. Tal vez no éramos tantas personas, sólo tres parejas que coincidimos en una fiesta y que sin conocernos compartimos la misma cama. En esa época mi novia era Verónica, una niña de 19 años, morenita y flaquita pero con unas nalguitas del tamaño ideal y que llamaban la atención de cualquiera que la veía.

La fiesta la organizaba una amiga de mi novia, Gaby, aprovechando que su familia no estaría en casa. Las familias de ellas se conocían desde que iban a la primaria por lo cual mi novia tenía permiso de quedarse a dormir en casa de Gaby. Se podría decir que la fiesta tenía un buen ambiente pero nada que saliera de lo normal. Conforme fue avanzando la noche, muchos de los invitados comenzaron a marcharse y fue mi novia la que me llevó hasta una recámara. Evidentemente Yo no me resistí pues sabía perfectamente lo que pretendía. Así que en cuanto entramos comenzamos a acariciarnos. Deslicé mis manos bajo su minifalda y pude descubrir su minúsculo calzoncito que se perdía entre las nalgas. Nos besábamos al tiempo que la ropa iba desapareciendo. La llevé a la cama y cuando me disponía a despojarla del calzoncito apareció en la puerta una pareja que al igual que nosotros entró entre besos y caricias sin percatarse que estábamos en el interior.

- ¡¡¡Ho-la!!! – exclamó mi novia haciéndole notar a la pareja que estábamos ocupando la recámara y mientras decía eso intentaba cubrirse el pecho con una almohada.

- ¡¿¿Eh??! – respondió la pareja al unísono y volteando hacia la cama en donde estábamos.

Por unos momentos todos nos quedamos callados intentando reconocernos en la penumbra de aquella habitación.

- ¿Carolina? – preguntó mi novia tratando de identificar a la chava.

- ¿Verónica? – respondió la chica mientras encendía la luz de la habitación.

Ambas se reconocieron y Carolina se acercó a la cama para abrazar a mi novia.

- ¡¡¡Tantos años sin verte!!! – respondió mi novia.

- ¡Uy! Creo que los interrumpimos – dijo Carolina mientras dirigía su mirada hacia mi verga que se mostraba en plena erección.

- Sí, este es mi novio… vístete… – dijo mi novia arrojándome mis calzoncillos.

- Mucho gusto – le dije mientras intentaba hacer menos notoria mi erección, pero con mis pequeños calzoncillos era prácticamente imposible.

- Este es Jorge, un amigo… bueno ya sabes que tipo de amigo… – le dijo sonriendo a Verónica mientras el chavo se acercaba a saludarnos – pero creo que tendremos que buscar otro lugarcito porque tu novio sigue excitado… lo malo es que en la otra habitación está Gaby y su chavo y ya ves que son de carrera larga y en la sala hay dos parejitas que no conozco.

- Espera – la detuvo mi novia y dirigiéndome una mirada traviesa añadió – si quieren pueden usar un lado de la cama, ¿verdad amor?

Yo jamás hubiera imaginado esa propuesta por parte de mi novia. Y no es que la considerara conservadora, sino que no la consideraba tan liberal. Pero debo admitir que el sólo escuchar esa propuesta hizo que mi verga respingara bajo el calzoncillo.

- Por mi no hay problema – respondí un poco más excitado.

Ellos se miraron como dudando un poco en aceptar, al parecer no les desagradaba tanto la idea y mirando la enorme cama de los padres de Gaby decidieron aceptar.

Mi novia me jaló de los calzoncillos y nos acomodamos en la cabecera de la cama, mientras la otra pareja hacía lo propio en los pies de la cama. Verónica se acomodó entre mis piernas y comenzó a lamer mi verga por encima de los calzoncillos, cuando el glande escapó por encima del elástico ella terminó de quitármelos para iniciar una deliciosa caricia con su lengua desde la base hasta la cabeza de mi pene. Así comenzaba una mamada sumamente placentera.

Yo de reojo miraba a la otra pareja. Ambos ya se encontraban desnudos y él era quien se encontraba entre las piernas de ella comiéndole el coñito. El nivel de excitación era enorme. Mi novia se montó sobre mi y solita se clavó mi verga hasta el fondo. Al otro extremo de la cama los gemidos de la chava parecían un poco exagerados pero la manera en que se tensaban las nalgas de Jorge hacían suponer lo vigoroso de las embestidas. En un giro la chava quedó igual que mi novia, montada sobre la verga de su amigo. Ambas se miraban por momentos mientras meneaban sus caderas. Estábamos cada vez mas cerca de ellos y ellos de nosotros y fue Jorge quien se animó a dar el siguiente paso, posó una de sus manos en las tetas de mi novia y ella no lo rechazó, simplemente se arqueó y dejó que aquella mano la acariciara a voluntad.

Carolina se levantó y se acomodó sobre mi, ofreciéndome su coñito depilado para que se lo mamara, lo cual hice de inmediato. Mi novia se sacó mi verga y se fue con Jorge. Mi pene estuvo libre por breves instantes, pues Carolina de inmediato se apoderó de él con sus labios para formar un exquisito “69”. Sin embargo, después de algunos minutos, Yo me sentía un poco incómodo en esa posición porque no podía ver lo que hacía mi novia, así que coloqué a Carolina “a gatas” y me arrodillé detrás de ella para deslizar limpiamente mi falo en aquella rajita húmeda y ardiente, al mismo tiempo ques veía a mi novia mamar la enorme verga de Jorge. Verónica imitó la posición de su amiga y ofreció sus nalguitas a aquel desconocido quien, al igual que Yo se colocó detrás de ella para ensartarla hasta los cojones. Ambas parejas nos acoplamos a la perfección iniciando un mete y saca que hacía gemir a las dos chicas a coro. El ritmo se fue acelerando cada vez más, Jorge y Yo cruzábamos miradas ocasionalmente como si compitiéramos por ver quien cogía más rico. Poco a poco llegamos al clímax, ellas arqueaban sus espaldas y pedían que les diéramos leche, así que no las hicimos esperar más, ambos sacamos nuestras vergas y bañamos las nalgas de las chavas y sudorosos y jadeantes nos recostamos. Pero antes de que pudiéramos comentar algo una voz nos llamó la atención.

- ¿Nos invitan a su fiesta? – preguntó una hermosa rubia desnuda desde la puerta acompañada de otro chavo que se estaba pajeando.

Los cuatro nos miramos entre si. No conocíamos a esa pareja pero el momento era propicio para el placer así que sonreímos y ellos se acercaron. Carolina y Verónica jalaron al chavo y entre las dos se comenzaron a turnar para mamarle la verga. Jorge y Yo nos avocamos a la chica, recorriendo su cuerpo y ofreciéndole nuestras vergas para que volviera a ponerlas en forma.

Esta chica, a diferencia de Verónica y Carolina era una mujer con la cadera más amplia y unas tetas más grandes sin ser exageradas. Su habilidad para mamar era realmente muy buena y pronto Jorge y Yo estuvimos listos para ensartarla. La única duda era cuál de los dos lo haría primero. Ella pareció notar nuestra duda y solucionó rápidamente el problema, se montó en mi verga y le ofreció su culito a Jorge quien no quiso desaprovechar la oportunidad y de inmediato intentó penetrarla por ese estrecho orificio. Sin embargo, las dimensiones de su pene generaban más dolor que placer por lo que decidimos invertir posiciones. Ella gimió al montarse en aquel pene pero sonrió al tenerlo totalmente dentro de su rajita y, enseguida, me ofreció su culito rosado. No lo pensé dos veces, de inmediato apoyé mi verga contra la entrada y presioné. Sólo hubo un ligero gemido cuando su esfínter se dilató para cederle el paso a mi verga. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un culito, mi novia me lo negaba argumentando que era una depravación, así que exclamé – ¡Qué rico culito! – con la intención de que Verónica me oyera y me viera disfrutando de aquel agujerito, pero al mirarla quedé sorprendido. Mi novia estaba sobre Carolina, formando un “69” mientras que el otro chico le clavaba su miembro por ese orificio que tantas veces me había negado, sí, ese chavo se estaba enculando a mi novia de una manera vigorosa y acelerada. A partir de ese momento sólo se oía el sonido que hacían nuestros cuerpos al chocar entre sí. Mi novia fue la primera en dar muestras de llegar al clímax, jadeó y arqueó su cuerpo hacia atrás pero el chico que la enculaba la obligó a regresar a la posición inicial para que siguiera comiéndole el coño a Carolina y, adicionalmente, le dio unas fuertes palmadas en las nalgas. Aquella escena me excitó demasiado así que aceleré mis embestidas sobre el culito de la güerita hasta que fue inevitable para mi eyacular sobre aquellas nalgas nacaradas.

Quedé tendido a mitad de la cama mientras veía como Jorge giraba sobre la chica rubia y sin sacarle la verga la colocaba en la típica posición de “piernas al hombro”. Podía apreciar perfectamente como la enorme verga de Jorge desaparecía una y otra vez en aquella rajita. Sus embestidas eran cada vez más aceleradas y los gemidos de la chica indicaban que estaba próxima al orgasmo.

Volteé a mirar a mi novia y el placer que le brindaba aquel chico y Carolina se notaba en su rostro. Ella se había olvidado del coñito de Carolina y se dedicaba a menear sus nalguitas al ritmo que le imponía aquel chico. Yo me acerqué para continuar la labor de mi novia en el coño de su amiga, comencé a mamar ese coñito depiladito que tanto me había gustado. Los jadeos de mi novia eran cada vez más acelerados, poco a poco se acercaba a un nuevo orgasmo y de pronto gimió y arqueó su cuerpo por algunos instantes y aquel chico le sacó la verga del culo. Mi novia se tendió a un lado todavía jadeando y entonces aquel chico me hizo a un lado para acomodarse entre las piernas de Carolina y sin mayor preámbulo levantó sus piernas y le dejó ir toda la verga de golpe por el coño. Sólo se escuchó un ¡Ah! Y Carolina comenzó a sentir el rigor de aquella verga en sus entrañas.

Al otro lado de la cama Jorge y la rubia iban llegando al orgasmo de manera conjunta, sus gemidos opacaron los de Carolina por algunos instantes y ambos cayeron agotados sobre la cama. La rubia volteó a ver a su novio y este aceleró el ritmo de sus embestidas sobre Carolina haciéndola gemir cada vez con mayor frecuencia, hasta que la amiga de mi novia se arqueó clavando las uñas en el colchón. Al ver aquello, la rubia se acercó a su novio y este sacó su pene para ofrecérselo a su novia. Creo que eso fue lo más excitante, ver como la rubia recibía en su boca la leche de su novio y luego se besaban tendidos en la cama.

Los seis habíamos quedado rendidos en la cama y el agotamiento venció primero a las chicas. Las tres se quedaron profundamente dormidas, así que las tapamos para que descansaran. El otro chico fue a buscar su ropa mientras Jorge y Yo nos quedamos platicando sobre lo acontecido.

- Vaya sesión de sexo la que tuvimos – comentó Jorge mientras se paraba al lado de la cama.

- Sí, jamás pensé que mi novia fuera tan cachonda… y esta chava, que culito mas rico tiene – le respondí sentado al borde de la cama.

- Sí, la verdad es que se sentía un culito bastante estrecho, y me quedé con las ganas de encularla – me dijo acariciándose la verga.

- No te pases, con tremenda vergota no creo que ninguna chava te la aguante… ¿o ya has disfrutado de algún culito? – le pregunté mientras admiraba aquel trozo de carne.

- Pues la verdad es que varias veces lo he intentado pero ninguna chava me la ha aguantado… sin embargo… – hizo una pausa y volteó a ver a las chicas para confirmar que estaban dormidas y continuó en voz baja – la verdad es que si he disfrutado de un par de culitos, muy ricos y apretaditos.

- ¿Cómo? ¿No que no te la habían aguantado? – le pregunté pero imaginando de antemano la respuesta.

- Pues sí, lo que pasa es que me he cogido a un par de chavitos y con un poco de cremita se las he dejado ir enterita jejeje – rió mientras esgrimía su vergota ya erecta casi frente a mi rostro y agregó – mira cómo se me pone solo de recordar.

- Pobrecitos… deben haber sufrido mucho… – le respondí fijando mi mirada en aquel tremendo falo.

- Vieras que no, por el contrario, disfrutaron mucho… tanto que repitieron varias veces – me respondió acercando a unos cuantos centímetros de mi boca aquel hermoso y robusto pene.

- Debe sentirse algo de dolor con una vergota tan gorda y cabezona ¿no lo crees? – le pregunté mirando de reojo a las chicas para verificar que seguían dormidas.

- Tal vez… ¿te gustaría comprobarlo? – me preguntó al tiempo que apoyaba la cabezota contra mis labios.

- No lo… ough… – intenté responder pero me sorprendió empujando suavemente su verga para meterla en mi boca.

Miré nuevamente de reojo a las chicas y al comprobar que seguían profundamente dormidas y comencé a mamarle la verga. En verdad era una de las vergas más grandes que había visto y que aún tuviera el aroma de los coñitos que había penetrado me excitaba demasiado. Justo cuando entraba en ritmo me percaté del regreso del otro chavo. Durante algunos instantes se nos quedó viendo con cara de asombro desde la puerta, pero Jorge le hizo la seña de que guardara silencio y se acercara.

- ¡No mamen! ¿A poco son putos? – preguntó en voz baja pero sin dejar mirar como desaparecía parte de aquel pene en mi boca.

- Dale una mamadita para que vea lo rico que se siente – me ordenó Jorge y de inmediato lo obedecí bajándole el calzoncillo a ese chico.

Al principio como que se resistió pero no dijo nada. Cuando comencé a lamerle los cojones y a chuparle la verga de inmediato hubo una reacción y con unas cuantas mamadas ya la tenía bien parada.

- ¿Qué tal? ¿Mama rico o no? – le preguntó Jorge.

- Pues si… pero… no esta bien… mmmm…. – gimió ese chico nuevamente en respuesta a mis caricias orales.

- Voy a buscar un poco de crema o vaselina, no me tardo – comentó Jorge mientras yo continuaba mamándole la verga a ese chico, quien ya le estaba tomando gusto y sólo cerraba los ojos como muestra de que disfrutaba mis caricias.

Jorge no tardó mucho en regresar con un tarro de crema.

- Apóyate aquí – me ordenó Jorge señalando el borde de la cama, y Yo lo obedecí de inmediato, pero el movimiento casi despierta a Carolina, quien se movió por unos instantes pero volvió a quedarse dormida.

Entonces me hizo una seña para que me acomodara mejor sobre la alfombra. Nuevamente lo obedecí apoyando mis codos y rodillas en el piso, dejando mis nalguitas en todo lo alto completamente a su disposición.

Entonces sentí como separaban mis nalguitas y un dedo invadía mi culito, deslizándose con facilidad gracias a la crema. Después fueron dos los dedos que se clavaban en mi pequeño ano. Estaba sumamente excitado por aquellas caricias pero sobretodo me excitaba que mi novia estuviera a un par de metros.

- ¡Cógetelo! – escuché decir a Jorge en voz baja.

- No sé… – dudó un poco el otro chico pero extendió su mano para acariciar mis nalguitas y se animó argumentando en voz baja – bueno, sólo para saber que se siente cogerse a un machito.

Y así fue como continuó la pequeña orgía. Jorge tendió frente a mi separando sus piernas y blandió su falo completamente erecto invitándome a que se lo mamara, en tanto que el otro chico se arrodilló detrás de mi y acomodó su pene contra mi culo. La sensación de aquel miembro paseando entre mis nalgas era deliciosa y la crema sirvió muy bien, pues aquella verga se abrió paso en mi estrecho agujerito con gran facilidad generando en ambos un enorme placer. Poco a poco aquel chico comenzó a disfrutar plenamente la cogida que me daba, ahora sentía el mismo placer que mi novia había recibido por su culito. Yo disfrutaba plenamente las embestidas cadenciosas y circulares de aquel chico mientras mis labios recorrían de arriba abajo el vigoroso pene de Jorge, deleitándome con sus cojones y haciendo que aquel instrumento del amor se tornara rígido como el acero. Poco a poco sentí que el ritmo de las embestidas de mi enculador aumentaba. Sabía lo que eso significaba y pronto sentí como apoyaba todo el peso de su cuerpo sobre el mío, mordisqueándome la oreja y conteniendo en lo posible nuestros jadeos mientras aquel pene llenaba mi culito con esa leche tibia deliciosa.

- ¡Que culito más rico tienes, wey! – me susurró al oído antes de sacarme su pene.

- Ahora me toca a mi – exigió Jorge e intercambiaron posiciones.

Me apoderé de la vergota que me acababan de meter por el culo y comencé a limpiar los residuos que aún tenía de la pequeña orgía en que había participado. Al mismo tiempo, Jorge me dedeaba el culo para dilatarlo un poco más. Enseguida sentí la cabezota contra mi culito y un dolorcillo agudo al inicio debido al grosor de aquel pene, pero la vigorosa embestida y la cremita favorecieron que en unos instantes aquel chico me tuviera ensartado hasta los cojones. No había más que decir, sólo comencé a menear mis nalguitas al ritmo que ese chico me cogía. Era delicioso sentirlo dentro de mi una y otra vez. En varias ocasiones tuve que contenerme al máximo para evitar un grito de placer que despertara a las chicas. Al final, escurrían de mi culito algunos hilillos de semen y entre mis muslos se encontraba mi propia leche.

Buscamos nuestros calzoncillos y nos los pusimos para acostarnos con las chicas. Por la mañana despertamos y sólo hubo una breve despedida de las otras dos parejas y de nuestra anfitriona. Jamás volví a tener sexo con mi novia, ella evitaba el tema, por lo que sólo duramos algunas semanas más como novios. Sin embargo, ambos sabíamos que aquella experiencia sería inolvidable.

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