Un caluroso verano

FECHA: 8/10/2013

Volvía de un largo y caluroso día de instituto, más acalorado de lo normal debido a la veraniega forma de vestir de mis compañeras.

Era casi imposible concentrarse en las clase, cuando no te distraía el vuelo de una falda, lo hacía un escote y si no algún tirante deslizándose por sus dulces hombros.

Nada más sonar la última campana del día, salí escopetado hacia casa con la intención de desahogarme recordando el escote de Elena, los muslos de Laura o los labios de Elsa.

Tenía casi una hora hasta que llegase mi madre del trabajo, nada más  entrar por el portal, me tope con un imponente culo en pompa que cautivó toda mi atención, era Paula, estaba agachada recogiendo las bolsas de la compra para meterlas al ascensor.

-¿Me podrías echar una mano?- dijo mientras me sonreía consiguiendo sacarme de la hipnosis en la que me tenía inmerso su hermoso culo.

Cargue el resto de bolsas que quedaban y subimos en el ascensor, llevaba varios botones de la camisa sueltos que dejaban ver un generoso escote, que acentuó más mi excitación.

Tras de dejar la compra en su cocina, me ofreció un refresco que acepté por educación, aunque en realidad lo que quería era llegar a casa para descargar toda mi excitación.

Paula no paraba de hacerme preguntas mientras ordenaba la compra, y no se por qué pero me sentía muy cómodo hablando con ella, tanto que cuando me quise dar cuenta mi madre ya habría llegado y tuve que ir con mi excitación a otra parte.

Desde ese día fuimos entablando una buena amistad, nos veíamos cada vez más a menudo para desahogarnos el uno con el otro, me hablaba mucho de sus inquietudes al pasar los 40, de los problemas que desde hace casi 5 años le siguen acarreando los papeles de viudedad, de malos entendidos con amigas, vamos que me convertí en el hombro donde derramaba sus lágrimas.

Fue pasando el tiempo, un día ella comenzó a hablarme de los novios que había tenido antes de casarse, y algunas de las relaciones sexuales con ellos, todo iba bien hasta que llegó el temido momento en el que preguntó acerca de las mías.

-No te preocupes, llegará cuando menos te los esperes. – Dijo al ver el tono colorado que empezó a coger mi cara, mientras intentaba componer una frase con sentido.

Me abrazó al notar mis ojos vidriosos de la vergüenza que sentía, ya que todos mis compañeros presumian de haberlo hecho.

Nos quedamos sentados en el sofá viendo la televisión hasta quedar dormidos.

Cuando me desperté Paula ya no estaba, me levanté para despedirme pero al pasar cerca del baño escuche el refrescante sonido del agua de la ducha.

En ese momento mi imaginación comenzó a dar vueltas a todas las historias que me había contado Paula. El hecho de pensar que al otro lado de la puerta estaba ella completamente desnuda hacía latir más fuerte mi corazón.

Decidí abrí la puerta con mucho sigilo, pero lo único que pude contemplar fue una tenue silueta tras la cortina de la ducha, y no durante mucho tiempo ya que al poco rato cerró el grifo y volví a cerrar con cuidado la puerta de baño.

Esperé un par de minutos y dije en voz alta. -Paula, me tengo que ir.

Salió con una fina bata que marcaba perfectamente sus pezones, se acercó y dándome un dulce beso en la mejilla que dijo. – estabas tan lindo dormido que no quise despertarte.

El tiempo fue pasando y nuestra relación se afianzaba, pasábamos más tiempo juntos. Sabíamos que nuestra relación podría no ser bien vista en el vecindario, así que intentábamos llevarlo con cierta discreción.

Un día bajé a casa de Paula llamé a la puerta,  y me abrió con un escotazo que detenía bruscamente el delantal, se la veía algo acalorada.

– Hombre!!! Que bien me vienes, me echarias una mano en la cocina.

- ¡Por supuesto!, donde haga falta. -  conteste con una encantadora sonrisa.

Pasamos a la cocina, me dio un delantal y me dijo que me encargara de pelar un montón de verduras que tenía en la encimera, el tiempo transcurría, de vez en cuando ella se acercaba para coger un plato a lavar algo en la fregadera, y notaba como sin querer rozaba contra mi sus generosos pechos.

Ese día se la veía muy feliz, no paraba de tararear las canciones que salían por una pequeña radio que tenía encima de la nevera, se acercó por mi espalda y empezó a contonearse al ritmo de la música, agarró mi mano para acompañara bailando. No hace falta decir que aproveché la situación para pegarme lo más posible a ella.

El bailecito en cuestión me excitó bastante y tuve que pegarme bien a la encimera para esconder el bulto de la entrepierna.

Cuando estábamos terminando cogió una pequeña escalera plegable, y se encaramó a ella para coger algo de uno de los estantes más altos, yo estaba petrificado viendo como se movía su culo al subir por esa pequeña escalera, de repente hizo un extraño.

Me acerqué rápidamente a ella para sujetar la por las piernas, unas piernas que dispararon mi imaginación, mis ojos las recorrían con deseo, al subir la vista me dio un vuelco al corazón, podía observar el diminuto tanga blanco que lleva bajo la falda.

Notaba como mi polla se iba hinchando con cada latido de corazón.

Comencé a acariciar sus piernas, subí mis manos lentamente por sus muslos hasta que llegó un punto en el que Paula me detuvo y mirándome con una dulce sonrisa me dijo, – Me vas a hacer caer.

Bajo de las escaleras y nos quedándonos pegados el uno al otro mirándonos fijamente, dejando que nuestras miradas hablaran por nosotros.

Su mano se acercó suavemente al evidente bulto que mi pantalón no podía disimular.

- ¿Estás seguro de querer perderla conmigo, debería ser algo muy especial?

-¿Por eso quiero que seas tu?- dije con voz temblorosa

Me sonrió y me dio un dulce beso en los labios que revolucionó mis hormonas y me lanzaron a un desenfrenado manoseo de su cuerpo.

Mis manos indecisas parecían querer recorrer todo su cuerpo al mismo tiempo.

-Tranquilo, que me vas a desgastar.- dijo frenando mi ímpetu de golpe.

Me cogió de la mano y me llevó al sofá, se arrodilló junto a mi en el sofá, se acercó de nuevo, pero esta vez me besó con más pasión, comencé a sentir como su cálida lengua se deslizaba en mi boca, rápidamente nuestras lenguas comenzaron a jugar, mientras yo intentaba controlar mis impulsos.

Paró de besarme para lamer mi oreja, en ese momento un un intenso escalofrío recorrió mi cuerpo y un involuntario jadeo salió de mi, descubrí que era mi punto débil y  hacía estremecer hasta el último de mis huesos.

Comencé a explorar su cuerpo, mis manos ascendían por su vientre al encuentro de sus generosos pechos, traté de colar mi mano por algún hueco de la camisa.

Paula se detuvo y desabrocho botón a botón su camisa hasta de quitarsela.

- Así mucho mejor- dijo al liberar sus pechos del sujetador.

Sus no podía creer que tuviera sus hermosos pecho frente a mi, esperando ser explorados.

No me pude resistir más y me lancé a chupar sus duros y prominentes pezones rodeados por una gran aureola oscura, podía notar como la respiración de Paula se hacía más profunda.

Deslizó su mano entre el pantalón, agarró con fuerza mi polla al tiempo que comenzar a masturbarme con lentos movimientos.

Me bajé el pantalón como pude para que no tuviera ningún impedimento al masturbarme, y yo seguía aferrado a sus pechos succionando los con más fuerza cada vez, como si quisiera engullir los, estaba tan excitado que estuve a punto de correrme en un par de ocasiones y cada vez me costaba más contenerme.

Pero desde lo más profundo de mi corazón no quería que aquello acabara, no me quedó más remedio que tomar la iniciativa la lancé contra el sofá tumbandola, agarre uno de sus muslos y lo fui besando hasta llegar a su entrepierna.

Aparté el tanga y contemple su poblado coñito, se notaba que había sido descuidado por algún tiempo, pero eso no me detuvo para lanzarme a degustar aquel jugoso coño, lo había visto hacer en muchas películas, e intenté recordar aquellas escenas para no quedar como un auténtico pardillo.

Poco a poco me fui soltando y sus gemidos cada vez eran más constantes, hasta que llegó el momento en el que aplasto mi cabeza contra ella impidiendo separarme y llenando mi boca jugos que no sabía si proceden de ella o de mi saliva.

Ya entre sudores, se levantó y salió del salón, yo aproveché para desprenderme de la ropa que me quedaba.

Paula volvió con un preservativo en la mano y con un sensual movimiento se deshizo de la falda y del tanga quedando completamente desnuda, se agacho y mientras me colocaba el condón, yo disfrutaba acariciando con sus carnosas tetas que ahora colgaban ante mi.

Se colocó sobre mí y guiando mi polla se deslizó lentamente sobre ella, cerró los ojos sintiendo como mi pene la llenaba de placer, yo por el contrario no quería perder ni un solo detalle de lo que estaba sucediendo y miraba cada parte de su cuerpo como si no la fuera a volver a ver.

Empezó a moverse como hipnotizada aumentando progresivamente el ritmo, mientras yo estaba embelesado estrujando sus pechos.

Sacaba mi polla por completo y la volvía a meter de golpe, yo me dejaba llevar por ella.

Las sacudidas empezaban a ser frenéticas y polla decía basta, me abracé fuertemente a ella succioné con fuerza uno de sus pechos mientras me corría.

Las sensaciones que sentía en ese momento eran indescriptibles tanto físicas como emocionales.

Nos desplomados en el sofá y quedamos recostados en la misma posición que estábamos, nuestras respiraciones se fueron relajando mientras ella me acariciaba la cabeza.

-Sabes una cosa,- dijo manteniendo un incomodo silencio. -Para mi también ha sido la primera vez desde que se fue mi marido, y me alegro que que haya sido contigo.

Pasado un tiempo nos incorporamos, medio un dulce beso y yo le pedí disculpas por haberme corrido tan pronto, a lo que ella entre risas me dijo – no, te preocupes, ya me lo cobraré más adelante.

El resto del día me lo pasé obnubilando recordando lo sucedido, siendo sinceros el resto del día, la noche, el día siguiente…

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