Ya había coincidido con Rafa en varias ocasiones, era uno de los mejores vendedores de la empresa, envidiado por todos, además resulta que era un tío encantador, simpático y bastante divertido. En aquella ocasión, nos encontrábamos en una formación en Madrid y cuando todos se fueron retirando a dormir, nosotros decidimos tomar una última copa en el mismo hotel donde nos habían alojado. Los dos íbamos ya más que contentos, hablamos de todo un poco, criticamos a nuestros jefes, como es natural y terminamos hablando de nuestras esposas. Él me enseño una foto que llevaba en el móvil donde aparecía Teresa en una pose muy sexi, reclinada hacia delante mostrando un más que generoso escote. “Es muy guapa” Le dije, pero me guardé lo que realmente pesaba – estaba buenísima-. Debía andar sobre los treinta y poco, su pelo era de un color castaño claro, tenía los ojos grandes y unos labios carnosos, y… ¡menudas tetas!
Yo también le enseñé una foto de Sonia, mi mujer, bastante más recatada, eso sí. “Tu mujer está cañón”. Me dijo riendo. La verdad es que Sonia es una tía muy atractiva. No es muy alta y está algo rellenita, tiene unas tetas redondas y firmes, y un buen culo, de esos que llaman la atención por la calle, pero su cara irradia sensualidad, su mirada es profunda y retadora, y cuando sonríe los tíos babean sin poder evitarlo. A veces dudo de si ella no puede evitarlo o en realidad le divierte el efecto que provoca en el sexo contrario.
La conversación fue derivando en el asunto sexual y yo admití que con los años la chispa se había ido disipando. “Tío, tu mujer tiene fuego en la mirada, o le das lo que necesita o lo buscará fuera” Me soltó sin más. Me pareció increíble que me comentase algo que yo tantas veces había pensado. “Y tú, ¿cómo llevas la monotonía?” Le pregunté.”Te aseguro que en mi casa eso no existe” Rió de nuevo, esta vez la carcajada inundó la vacía sala. “Cuéntame” Le apremié. “¿Cuanto con tu discreción?” Ahora se había puesto muy serio. “Soy una tumba” yo también me puse serio. “A Teresa y mí nos encantan los jueguecitos morbosos.” “¿A que te refieres?” “A veces, hacemos fiestecitas en casa, con amigos y amigas …y lo pasamos bien, otras veces vamos locales…” Yo estaba atónito. “¿Hacéis intercambios?” Rafa afirmó “Intercambios, tríos, orgías…lo que nos apetezca.” Estoy flipando” Le confesé. “Y, ¿a ti no te importa que otro tío se folle a tu mujer?” “No seas anticuado, es sólo sexo, lo pasamos bien y punto. Deberíais probar, vuestra relación mejoraría una barbaridad.” “No se, es complicado, además no creo que Sonia se prestase…”, “Venid el próximo fin de semana a casa y déjame hacer, si la cosa no funciona paramos y punto, tenemos mucho tacto para eso,” “No se que decir…” La verdad no me paré mucho a analizar la propuesta, en la mente tenía gravada la foto de Teresa, me la imaginaba viniendo hacia mí con las aureolas de sus increíbles tetas apuntando a mi cara, casi me empalmo allí mismo. “Está bien, pero si Sonia no se presta paramos y punto.” “Tú déjame hacer a mí” Me dijo con la confianza del que cierra una venta.
Pasé el resto de la semana dando vueltas al tema, el jueves recibí la llamada de Rafa para decirme que su mujer estaba ansiosa por conocernos, que le había mostrado unas fotos mías y que le habían encantado. El cabrón sabía cómo encarrilar su objetivo. Encima a la incauta de Sonia le pareció genial la idea de visitar otra ciudad y conocer otra gente.
Llegamos a casa de mi amigo casi a medio día del Sábado, el sitio era una maravilla, sobre una colina, el chalet disponía de un enorme jardín, piscina y un porche con suelo entarimado y varias tumbonas, tipo sillón sin patas y pufs. Nos alojaron en una de las habitaciones de la planta de arriba. Nos mostraron su asombrosa casa y a mi mujer le impactó el tamaño de la cama de matrimonio. “Si supieras por que es tan grande” Pensé yo.
Teresa era aun más impresionante en persona, era algo más alta que mi mujer, vestía pantalón corto ajustado y una camiseta informal de tirantas también ajustada, su escote era magnífico. Las chicas congeniaron bien, la verdad la mujer de mi compañero era además un encanto y como Sonia estaba emocionada con la vista, todo iba sobre ruedas. Nos fuimos a vestir para ir a comer fuera.
“La mujer de tu amigo está estupenda, no le has quitado el ojo de encima, córtate un poco tío” Rió Sonia. La verdad no podía evitarlo, mi mente no paraba de maquinar. “Sí, te crees que no te he visto lanzarle sonrisitas de las tuyas a Rafa” Sonia se ruborizó. “Que tonto eres… la verdad es que está bueno el tío”
Comimos en un lugar estupendo, con buen vino y unas vistas geniales, nos reímos y hubo cruce furtivo de miradas. Después nos llevaron a una casona enorme en el casco antiguo de la ciudad, pasamos a una habitación en penumbra donde sonaba música étnica y allí nos prepararon unas bebidas. “Tened cuidado, son afrodisíacas” Rió Teresa. “Mejor, nos vendrá bien, mi pobre Pablo y yo tenemos poco tiempo últimamente para nuestras cosa” dijo Sonia sin duda influida aun por el vino. Después de hablar un rato Rafa llamó a la chica que nos había atendido. Le dijo algo al oído que ninguno pudimos oír. Ella asintió y después se retiró. “¡ uh! Cuanto misterio” La bebida debía llevar algo pues mi mujer parecía desinhibirse por momentos. A los cinco minutos volvió la guapa chica. “Pueden pasar” Nos dijo. Rafa y Tere se levantaron y nosotros les seguimos a través de un estrecho pasillo hasta una enorme habitación, tenuemente iluminada y que olía a sales. En un rincón había una enorme pila con agua y a pocos metros dos camillas para masaje. “Esto está genial, pero yo no traigo ropa de baño” Dijo algo inquieta mi mujer. Al instante apareció otra joven, esta algo más esbelta y mona que la anterior, a cada uno nos entregó una toalla y una bolsita. Dentro los chicos encontramos un pequeño bañador desechable tipo slip y ellas un biquini del mismo color y material. Al otro lado de la habitación había unos cambiadores y allí nos colocamos aquellas singulares prendas. Ataviados de aquel modo pude comprobar que las tetas de Teresa eran realmente espectaculares, pero sin duda el trasero de mi mujer era mucho mejor. Los cuatro nos metimos en el agua tibia, nosotros a ambos lados y las mujeres en el centro. Un rato después entraron en la habitación la chica que nos había traído las toallas y un chico también joven y musculoso. Prepararon las dos camillas y se quedaron junto a ellas. Teresa se levantó y me tendió la mano, ante el desconcierto de Sonia, me dejé conducir hasta la camilla. Ambos nos tendimos boca abajo y los masajistas empezaron a untar nuestros cuerpos de aromoso aceite. La chica tenía unas manos increíbles, subía y bajaba por mi espalda y yo me sentía en el cielo. “¡Uh! Que maravilla” ronroneaba Teresa, apenas estaba a un metro de mí, mirándome y sonriendo, con sus tetas aplastadas y las manos de aquel muchacho recorriendo primero su espalda y después sus muslos. Entonces me guiño un ojo y me lanzó un besito, pero un movimiento de las hábiles manos en la cara interior de sus muslos le hicieron cerrar los ojos mientras suspiraba profundamente. La chica también acometió aquella zona llegando varias veces a tropezar con mis testículos, esos golpecitos me activaron y cuando no pidieron que nos girásemos me sentí un tanto avergonzado por mi erección. Teresa que se había desatado la parte superior del bikini al girare lo dejó caer al suelo, como imaginaba sus pezones apuntaban al mismo cielo, eran pequeños y rosados. El tío empezó de nuevo a emplearse a fondo con el magnífico cuerpo de la mujer de mi compañero. No me había percatado hasta entonces, pero Sonia no paraba de reír, era una risilla nerviosa. No podía verla, solo la oía cuchichear y reír. La verdad, en ese instante me sentí celoso. Nuestro tiempo terminó y en el camino nos cruzamos con Rafa y mi mujer, la llevaba de la mano, tenía el rostro encendido. Me lanzó un beso. Teresa y yo volvimos al agua, ella se sentó cerca de mí, entonces caí en que no se había vuelto a poner la parte superior del bikini. Se aproximó a mí, me dio un beso en la cara y me dijo “El masajito me ha puesto muy cachonda” Después llevó su mano hasta mi vientre y arrastrándola la introdujo en el slip para atrapar mi polla y empezó a masajearla. “¡uh que dura! Estoy deseando tenerla dentro” Yo estaba muy excitado, pero no podía evitar echar un vistazo a la camilla donde estaba Sonia, ahora el chico le estaba realizando la misma maniobra sobre la cara interior de los muslo que antes había llevado a cavo con la mujer de mi amigo. Teresa buscó mi boca y me introdujo su habida lengua, yo le correspondí, pero en cuanto pude me desprendí para volver a buscar a mi mujer con la mirada. Ahora estaba boca arriba, al parecer no había accedido a quitarse la parte superior del bikini, eso me alivió. Teresa seguía jugueteando con mi polla y yo un par de veces había intentado chupar sus dulces pezones, pero ella me había retirado. “Espera, aun no es el momento, si tu mujer se percata todo se puede fastidiar” Terminó el masaje, nos secamos y nos vestimos dispuestos a volver a casa. De camino, Rafa me apartó para hablarme “¿Quieres seguir con el plan?” Me preguntó. “Claro” respondí yo algo inseguro ahora que esto parecía ir en serio. “Ahora tu mujer está muy caliente, cuando subáis a cambiaros de ropa para la cena ella intentará que le eches un polvo, móntatelo como quiera pero no te la folles, la necesitamos así”
Cuando llegamos a casa Rafa nos indicó que cenaríamos en el patio, una estupenda barbacoa, que nos pusiésemos cómos, que además luego nos podríamos dar un baño. En la habitación Sonia saltó sobre mí como una gata en celo. “Necesito una cosita de ti” me dijo con esa vocecilla que ella sabe que me pone a tope. Ahora no cariño, tengo que ayudar a Rafa con la cena.” Me intenté zafar de sus muslos. “Vamos, si es un momentillo”. Me escabullí ante su disgusto, me puse el bañador de bermuda y una camiseta y baje al patio. Rafa me miró con una sonrisa suponiendo lo que habría pasado arriba. Primero bajó Teresa, con un bikini azul celeste y un pareo. Aquellas tetas eran una locura. Al momento bajó Sonia, se había colocado el bikini verde de braga pequeña y una de mis camisetas que le llegaban justo bajo sus tremendos glúteos. Comenzamos a prepararlo todo y entonces llamaron a la puerta. “He invitado a unos amigos, espero que no os importe” Yo me sorprendí un tanto, pero también me alivié pensando que al final con la llegada de los invitados el tema del intercambio se quedaría en nada. Era una pareja mas o menos de nuestra edad, el alto y delgado, guapete y de amplia sonrisa, se llamaba Luis y ella, Natalia, era más o menos de la estatura de Teresa, algo más delgadita, rubia y de boca grande, no excesivamente bonita pero bastante atractiva en su conjunto. Lo cierto es que eran una pareja muy simpática y la cena fue muy amena. Por el camino quedaron varias botellas de vino, y después alguna más de whisky. Lo cierto es que yo no estoy muy acostumbrado a beber y comencé a sentirme mal. Tuve que subir a la habitación y tras potar un par de veces caí redondo a la cama donde me despertaría al día siguiente con la peor resaca de mi vida y unos cuernos como una catedral. El resto de la historia la sé porque prácticamente obligué a mi mujer a que me la contara mientras volvíamos a casa.
-Cuando subiste, me fui detrás de ti y cuando te echaste en la cama me dijiste que me volviese con todos, que estabas bien y te quedaste dormido. Reconozco que me enfadé por fastidiarme la noche y me bajé. Cuando volví hablaban de zambullirse en la piscina, pero el problema era que Luis y Natalia no habían traído traje de baño. “En ese caso, lo justo es que todos no bañamos en pelotas” dijo Rafa. “¿Estas de coña?” Pregunté yo. “Para nada, no seas mojigata Sonia, que ya somos mayorcitos.” “Ni lo sueñes Rafa” insistí aunque en el fondo me parecía una idea super morbosa. “Está bien, dejémoslo en manos de la suerte, cara nos bañamos en bolas, cruz no nos bañamos, ¿ok?” “Rafa, que pesado eres, está bien” Accedí, y salió cara. Junto a la piscina habían colocado a modo de alfombra una serie de enormes toallas sobre el suave césped, hasta allí casi me arrastraron de la mano Teresa y Natalia. La mujer de Rafa fue la primera en desnudarse, iba toda depiladita, saltó al agua de inmediato, después Natalia, descubrió su pubis bien recortadito. ¡Que vergüenza!, yo, aunque recortados mis pelillos, lucía un triángulo bien frondoso. Me entretuve, intentando escapar de aquella complicada situación, pero al momento Rafa y Luis, que ya estaban en pelotas me agarraron y me quitaron todo, en el forcejeo pude notar sus dos estupendos miembros rozando contra mi espalda y mi abdomen. Me puse muy, muy caliente y casi agradecía que Luis me tomara en brazos para lanzarme al agua. En el agua la cosa fue a peor, continuamente nos empujábamos y nos rozábamos, ahora notaba las tetas de Teresa contra las mías, ahora la polla de Luis rozaba mi trasero. La cosa no pintaba bien. Teresa y Luis salieron del agua, se secaron y se tumbaron el uno junto al otro, al momento salí yo y más por vergüenza que por frío me envolví en la toalla. Cual fue entonces mi sorpresa al descubrir que la mujer de Rafa tenía toda la polla de Luis en la boca, ella la tragaba con glotonería mientras él jadeaba. Por cierto que aquella tranca había alcanzado un tamaño más que generoso. Mi coño estaba empapado y puedo jurar que no era por el agua de la piscina. Rafa vino a sentarse a mi lado y me vio mirar a la otra pareja “¿sorprendida?” “Un poco, no estoy acostumbrada…” intenté decir, pero Rafa lanzó su boca contra la mí y me hundió su lengua, al principio le correspondí, pero después me acordé de ti. “Espera, esto no es buena idea” Intenté detener a Rafa. “Pues ha sido idea de tu marido” Me dijo mientras con su lengua recorría mi cuello “¿Cómo?” “Como lo oyes, él dijo que le parecía bien un intercambio de parejas” Ahora casi balbuceaba mientras sorbía con afán mis pezones. Yo ardía por dentro y a menos de un metro Teresa ahora se había ensartado la polla de Luis y le cabalgaba con un ritmo endemoniado mientras gemía y resoplaba sin parar. “Será cabrón” Fue lo único que pude decir, entonces Rafa separó mis muslos y deslizó su mano hasta atrapar mi vulva.”Estas chorreando” El compañero de mi marido llevó los dos dedos que acababa de meter en mi coño hasta mi boca y yo los chupé golosamente, creo que nunca antes había hecho algo así. “¿Quieres chuparme la polla?” Me preguntó Rafa como el que pegunta la hora. “Sí, dámela, quiero chuparla” Estaba desatada, el calentón acumulado durante todo el día me estaba pasando factura. Rafa se tendió en la toalla y yo me puse a cuatro patas a engullir de forma insaciable aquel trozo de carne duro y gordo. De repente comencé a sentir una lengua recorriendo desde mi ano hasta los pliegues de mi vulva. Me giré, era Natalia, ¡una tía me estaba comiendo el coño! Y, ¡como lo hacía! Rafa apretó mi cabeza contra mi entrepierna para que no me despistase. “Ven cariño, está a punto de correrse” Natalia llamó a su marido, era cierto, estaba tan excitada que otro lametón más y me hubiese corrido como una perra. Luis se colocó detrás de mí mientras que Teresa fue a sentarse sobre la cara de Rafa. Me estremecí mientras la polla se Luis me perforaba sin piedad. Sus embestidas eran tremendas, estaba claro que se iba a correr dentro de mí. Mi orgasmo fue llegando despacio al principio y después, con una intensidad como no recordaba en años. Todo el cuerpo me temblaba y entonces llegaron los impresionantes espasmos de Luis que empujaba con furia contra mis cuartos traseros mientras me rellenaba de leche. “¡Oh, sí, más, más, dame todo!” Gritaba yo fuera de mí. Natalia me había tomado el relevo y engullía con furia la verga de Rafa, que seguía comiendo el coño a su mujer. Luis y yo caímos tendidos uno al lado del otro, podía notar como el coño me rezumaba semen. Aun seguía muy excitada. Por eso, cuando Rafa calló sobre mí, me abrió las piernas y noté su gorda polla entrando dentro de mí me puse como loca. Lo agarré del trasero y lo empuje contra mí para notarlo bien adentro. “Me encanta tu polla, fóllame duro,…” “¿Te gusta mi polla verdad?” Me animaba Rafa. “Oh sí, que maravilla, dos pollas para mí, adoro vuestras pollas, quiero que me folléis toda la noche, destrozadme el coño. Oh me corro otra vez” Este orgasmo fue casi mejor que el primero. Entonces Rafa sacó su rabo y me lo llevó hasta la boca. “Vamos trágalo todo”. Ya sabes que es algo que nunca te dejo hacer, pero estaba completamente ida y trague toda su leche, y fue delicioso.
Así estuvimos hasta bien entrada la madrugada, extenuados decidimos despedirnos. Yo subí me di una ducha y me acosté a tu lado. Tú dormías pero yo ya no estaba enfadada.
Mi primera reacción tras el relato, fue un enorme ataque de celos, pero conforme lo fui meditando comprendí que al final todo había sido culpa mía y lo acepté. Y después al llegar a casa estaba super cachondo sólo de imaginar lo sucedido la noche anterior junto a aquella piscina. Nada más entrar por la puerta agarre a mi mujer y en el comedor echamos el mejor polvo que yo recordaba en años. Nos prometimos volver a visitas a nuestros amigos, pero esta vez procuraría mantenerme en forma hasta el final.
El plan perfecto, 5.0 out of 5 based on 1 rating
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