Caminos Cruzados

FECHA: 8/08/2013

Quizá después de leer esta historia piensen que ya la han escuchado de algún otro lugar que no recuerdan, o pueda que sientan que solo han perdido su tiempo leyendo un típico cliché que se repite en novelas y películas de segunda mano; pero, al contar esta historia, no solo contaré una historia al azar; contaré lo que es y será la historia de mi vida.

Mi nombre… mi nombre no tiene sentido en esta historia, como nunca lo tendrá cualquier nombre de cualquier historia, pero si son de esas personas que necesitan llamar a alguien o a algo por un nombre, entonces llámenme Gabrielle. Todo comenzó con lo que parecía el inicio de otra historia, y en este caso, una de amor. Desde que había sido muy pequeña siempre me había imaginado tener a mi lado a mi “príncipe azul”, aquel que me salvaría de la bruja malvada como en todas esa películas que veía todos los fines de semana en casa de mis abuelo.

Con el tiempo la idea se fue difuminando y llegó un punto en el que desapareció de mi vida, o al menos eso creía, porque fue entonces cuando llegó a mi vida Iván. Iván era el hombre perfecto que cualquier chica soñaba y anhelaba; exitoso y guapo, ¿qué otra cosa podía pedirle al mundo? Como siempre me lo exigía mi trabajo, tenía que viajar y hacer entrevistas por todo el país, y aunque era cansado, viajar era la parte que más amaba de ser periodista. Así fue como llegué a la vida de Iván; tenía que entrevistar a el Lic. Iván Corin, uno de los empresarios más jóvenes y dueño la más grande cadena de distribución de ganado equino, y no cualquier tipo de caballos, pues lo que había llamado la atención de este hombre, era que sus caballos parecían ser los ganadores de cualquier tipo de carrera que se les pusiese en frente; muchos adjuntaban esto a que se trataba de caballos de pura sangre; pero en todo caso, ese era mi trabajo; descifrar aquel tan misterioso fenómeno.

Después de aquella entrevista mi vida había cambiado por completo, no solo nos habíamos enamorado profundamente, sino que nos habíamos comprometido, claro, llevábamos al menos un año saliendo, pero se había ido tan rápido… que era como si lo hubiese conocido hace apenas unos minutos.

Cuando Iván me pidió matrimonio me incriminé a pensar en una lujosa boda en Francia o algún lugar parecido, sin embargo, Iván logró bajarme de esa mala nube, y siendo él tan humilde, cosa de la cual me enamoré de él después de imaginarme tan pretencioso empresario, compartió conmigo la idea de casarnos en el lugar donde siempre había soñado, su casa. Cuando pensé en casarme en una casa, lo primero que vino a mi mente era simplemente una casa, pero cuando me dijo que su casa era un enorme rancho donde había comenzado la historia y su relación con los caballos lo llegué a considerar, pero cuando me enseñó una foto acepté automáticamente.

A simple vista el lugar parecía perfecto: áreas verdes con un sin fin de hectáreas, árboles con hojas rosadas, hermosos caballos por doquier y una enorme casa remodelada parecida a un castillo; sí, como en los cuentos de mi infancia. Los preparativos iniciaron en breve; firmas, papeleos, pastel, vestido y viajes con decoristas eran lo de menos; la gran prueba se acercaba, y se trataba del previo a la boda, una semana de convivencia más estrecha y afectiva con su familia; la semana previa a nuestra boda.

Aquello de conocer a la familia no me aterraba en absoluto, siendo que me había enamorado del hombre más perfecto, por qué no hacerlo de su familia, en todo caso ellos también serían perfectos; la realidad de todo esto era que me aterraban los caballos, y siendo la mentirosa más grande jamás me había atrevido a decírselo a Iván, no por temor a que me rechazara o algo parecido, sino porque me sentía mal conmigo misma, era demasiada vergüenza para mí sola.

Al final terminó llegando la dichosa semana; empaqué la ropa más ligera que pude y traté de escoger las vestimentas más modestas que pude, claro, todas con su estilo suburbano.

Llegamos al gran palacio en las praderas y mis ojos creían estar viendo un fondo de pantalla.

El primer acercamiento fue con sus padres, y de alguna manera habían sido tal y como me los había imaginado, tan amables y cariñosos de recibir a alguien nuevo en la familia. Después de eso le siguieron sus dos y únicos hermanos que se habían retrasado en llegar, teniendo el mismo efecto agradable que el de sus padres.

Inevitablemente lo primero que sugirió Iván fue llevarme a recorrer toda su casa, y eso incluía los alrededores; recuerdo que solo sonreía atemorizada en mi interior al pensar en estar cerca por primera vez de tantos caballos, aun así me tranquilicé y pensé que de todas formas lo haría al lado del hombre que protegería de cualquier fobia posible.

Aquella mañana no pareció tan atemorizante después del todo, o al menos no hasta que llegamos a los establos, bueno, al menos tenía que admitir que los establos se veían bastante bien, y hasta cierto punto demasiado limpios. Yo intenté persuadirlo de irnos a la casa para poder seguir conociendo a su padres, pero el insistió en quedarnos, diciéndome que había alguien que también quería presentarme, un miembro más de la familia.

De un momento a otro el paisaje se volvió aterrorizaste cuando llegamos a un establo lleno de caballos.

—¡Hey Prima! ¡¿estás allá adentro?! —gritó Iván dirigiéndose hacia dentro del establo.

Por un momento tan solo se escuchó el eco de su voz, pero no tardó en ser respondida por la de una femenina que salió de algún lugar.

—¡¡¡Iván!!! —retumbó por todo el establo.

En ese momento salió un hermosa chica de ojos verdes como las mismas praderas; de cabello color café y ondulado que caían sobre sus ligeros hombros; con una sonrisa que solo podía compararse a la belleza de un diamante, sobre todo eso, su sonrisa.

—¡Pero vaya! Como has cambiado desde la última vez que te vi —le dijo Iván mientras se acercaba a abrazarla.

Yo solo permanecí atrás, y sin decir nada sonreí; una sonrisa que en cualquier otro momento hubiese sido de cortesía, pero que justo en ese momento era una sonrisa real, de esas que salen desde el fondo de tu corazón. Ambos se abrazaron por un pequeño lapso de tiempo; tiempo suficiente para sembrar mis ojos sobre todo el ser de aquella chica.

—¡Dios! Qué maleducado soy, si a la que quiero que conozcas es a mi prometida.

La chica se giró hacia mí y extendió rápidamente su brazo hasta mí para poder saludarme.

—¡Lo siento!, la maleducada soy yo… Me llamo Alexandra, la prima y peor pesadilla de Iván, pero me puedes llamar Alex —me dijo sin dejar de sonreír.

—Gabrielle, y me gusta que me digan Gabrielle —dije nerviosa, secamente y con una ligera sonrisa que se había desdibujado por mis nervios.

Sentí en un momento que había roto el encanto del momento con mi estúpida respuesta, porque un silencio incómodo apareció de algún lugar desconocido.

—Ella es la prima de la que te hablé la otra vez, ¿recuerdas? —me preguntó Iván intentando romper el hielo.

Yo moví la cabeza en señal de negación.

—No importa si no se acuerda de la prima con la que pasaste casi toda tu infancia —añadió Alexandra dándole poca importancia a lo sucedido—, de todas formas siempre que le cuentas a alguien alguna historia de los dos justos termino siendo la que te hacía la vida imposible.

En ese momento estuve a punto de tomar la mano de Iván y decirle al oído que regresáramos a casa de sus padres, pero el sonido del celular de Iván terminó adelantándome por unos segundos. Iván se disculpó y respondió a la llamada. Yo, mientras tanto, intenté permanecer con la mirada fija en algún punto perdido, pero en al menos un par de veces giré mi vista hacia Alexandra, y esta me estaba mirando. Estos encuentros con la mirada no era como cuando  vez a alguien y te das cuenta que este alguien te esta observando y por la misma razón gira la mirada, no, yo la miraba ligeramente y ella me miraba sin siquiera intentar esquivarme; obviamente me empecé a poner más nerviosa de lo que ya estaba, pero sentí al menos un tranquilidad cuando Iván colgó el celular.

—¿Qué sucede? —pregunté intentando mantener la fluidez de mi respiración.

—Eran mis primos, dicen que me tienen una sorpresa, pero… —interrumpió.

—¿Pero? —dije un tanto preocupada.

—Quieren que vaya solo, pero no te preocupes, no es nada malo, además, no iré si no quieres que vaya.

Rápidamente y sin pensarlo miré hacia Alexandra para ver su reacción, ella solo seguía sonriendo y no parecía asombrada por la noticia.

—Sabes que no tienes que pedirme permiso para esas cosas —Le dije prácticamente obligada por la situación.

En cualquier otro momento lo hubiese convencido de permanecer a mi lado.

Iván se acercó y me dio un beso de agradecimiento, me abrazo con todas su fuerzas y me susurró al oído que me portara bien con Alexandra, después partió dejándome sola con su prima.

—Entonces…   ¿Estás feliz? —me preguntó Alexandra de un momento a otro.

—¿Disculpa? —pregunté desconcertada.

—Por casarte.

—Claro, ¿Por qué no habría de estarlo? —respondí pedantemente.

—Solo era una pregunta retórica, es obvio que debes estar feliz por casarte con un hombre tan maravilloso como mi primo, es más, si no fuera mi primo posiblemente la novia a casarse sería yo —rio dejando salir unas pequeñas bocanadas de aire—. Sabes, cuando éramos pequeños nuestros padres tenían un pesado conflicto, desde muy jóvenes no se hablaban y de una u otra manera se habían distanciado; sin embargo, durante la primaria Iván y yo nos conocimos… —permaneció en silencio un par de segundos-, y nos volvimos los mejores amigos de la infancia, pero nuestros padres nunca lo supieron, bueno, ninguno de los dos sabía como se llamaba el hijo del otro, o más bien, ni siquiera sabían que tenían hijos. Y fue gracioso porque jamás noté el cierto parecido que Iván tenía a nuestra familia hasta que fue a recogerme a casa de mis padres para llevarme a la fiesta de graduación de la preparatoria; bueno, él estaba enamorado de mí… así que comenzamos a salir un par de semanas antes de graduación —me miró fijamente y sonrió despreocupada—. No te asustes, nunca pasó más que darnos unos besos y tomarnos de la mano; él punto es que cuando mi padre lo vio supo que había algo extraño, y puesto que su padre usaba su segundo nombre y el mío solo había hablado un par de veces de su hermano… yo… yo jamás me di cuenta de eso… pero mi padre lo supo en el momento, después de eso le mentimos a nuestros padres y les dijimos que solo éramos amigos y nos hacíamos compañía en la soledad; al final nuestros padres se reconciliaron y el resto de la historia termina en lo que vez o te ha contado hoy en día.

Mi mirada de asombro ante lo que me había terminando contando estaba más que atónita, un tanto por la historia y otro tanto porque jamás me la había contado Iván.

—Sé que Iván jamás te la hubiera contado, a él le apena mucho, pero realmente no fue nada… quizá si hubiéramos tenido sexo estaría muy traumada.

Esta chica era bastante clara con lo decía, cosa a la que estaba acostumbrada a escuchar por parte de la gente que solía entrevistar, pero de alguna forma ella me lo hacía ver de una manera diferente.

—¿Por qué me cuentas esto? —pregunté.

—Solo quería que supieras que tenemos algo en común, y que alguna vez me pasó por la mente la idea de casarme con él, y te juro que si me hubiesen preguntado a mí sobre cómo me sentía por estar a punto de casarme con él hombre más perfecto que jamás he conocido… probablemente hubiese respondido algo más profundo y emotivo que lo que me respondiste.

Cuando había pensado que su palabras habían sido claras… tenía que haberme dicho todo eso.

—Solo prométeme que no le dirás que te conté la historia, y finge sorpresa cuando te la cuente, porque sé que lo hará.

—Si le avergüenza tanto, posiblemente nunca me lo cuente —respondí.

—Sé que lo hará; por cierto, no tienes que estar aquí si no quieres.

—Yo no he dicho que no lo quiera estar —respondí con un tono enfadado.

—No tienes que decirlo para que me de cuenta.

Alexandra se dio la vuelto y regresó a las actividades que estaba haciendo antes que llegáramos; yo enojada, simplemente salí del establo y me alejé la más posible de ella y todos aquellos caballo, y permanecí sentada debajo de uno de eso hermosos árboles de hojas rosadas hasta que Iván se desocupó y me buscó para recogerme.

Durante el resto del día no hubo más que conocer al resto de la familia que iba llegando, algunos tíos, incluyendo al padre de Alexandra, que de alguna manera tenía un gran parecido a Iván y el resto de la familia, y pensé claramente lo que me había dicho Alexandra, casi toda su familia, a diferencia de mi familia u otras que había conocido tenían un cierto parecido y peculiar que te hacía saber que se trataba de la misma familia, excepto por la misma Alexandra, ella y no por ser mujer, tenía rasgos diferentes, inclusive esa sonrisa que nadie más tenía en la familia.

Cuando llegó la noche y permanecíamos en nuestra habitación Iván no tardó en interrogarme por haberme encontrado sola debajo del árbol.

—¿No te cayó bien Alex, verdad?

—¿Qué? ¿Tu prima? no, digo, no me cayó mal, es una chica interesante.

—¿Y por qué no permaneciste con ella hasta mi regreso? —insistió.

—No sabía cuánto ibas a tardar, además, ella estaba ocupada con los caballos, no quería ser inoportuna.

—A ella no le hubiese importado, ella aprecia la compañía mientras trabaja.

—Se ve que la conoces bien —pregunté presionando para ver su expresión ahora que sabía lo que había pasado entre ellos dos.

—Claro, es mi prima, y después de ti y mi madre, es una de las mujeres más maravillosas que he tenido el placer de conocer.

—¿Ella vive aquí? —pregunté intentando cambiar el tema de conversación.

—Si te hubieses quedado con ella posiblemente lo sabrías.

Yo lo miré enojada por su respuesta y rápidamente él lo notó.

—Lo siento, no fue mi intención, yo solo quiero que te lleves bien con todos los miembros de mi familia. Como sea… y no, ella no vive aquí, de hecho y aunque se escuche raro yo la he contratado, ella es veterinaria y está especializada equinos, necesitaba hacer su servicio así que no dude en darle mi ayuda.

—Entonces ella se trata de ese pariente que contrataste como hace menos de un año —dije afirmando.

—Justo de ese, pero ya no está trabajando justo ahora, de hecho terminó su servicio hace una semana, pero ha decidido quedarse por lo de la boda.

—Qué bueno que tengas esa clase de familiares.

A principios de semana ya me había ganado a toda la familia, excepto por Alexandra, y a pesar de que la veía casi todos los días no habíamos cruzado palabras desde lo sucedido en el establo, claro, a excepción de los simples saludos.

A mitad de semana comenzaron a llegar camiones con todos los pedidos que habíamos hecho para la boda, inclusive llegó el muchacho que habíamos elegido para la boda. Era tan hermoso poder ver como lentamente se iba armando mi maravilloso sueño ante mis ojos, y aunque quería ayudar a construirlo Iván insistía autoritariamente en que no moviera ni un solo dedo y dejara que los demás se ocuparan de todo, recordándome siempre que yo solo debía acudir el día de la boda y ser la mujer más feliz del mundo.

Como tenía prácticamente bastante tiempo libre, decidí al fin y con muchos nervios hacer las paces con Alexandra. Así que ese mismo día me encaminé en su búsqueda, y a pesar de que tenía la idea de que estaría con caballos traté de dejar eso en una idea secundaria y preocuparme más por las palabras adecuadas en la conversación para no arruinarlo como la otra vez.

Cuando logré dar con ella todo parecía como me lo había imaginado, solo que en lugar de estar con muchos caballos solo estaba con uno, en medio de un corral al aire libre y peinándolo.

—Hola… —saludé tímidamente y con un tono amigable.

—¡Gaby! digo Gabrielle… pensé que no cruzarías palabras conmigo nunca.

—Lo siento, quería disculparme por lo grosera que fui el otro día.

—Esta bien, yo también me hubiese enfurecido si alguien me dijera que mi prometido fue novio de su prima. ¡Vamos! ¿Por qué no vienes para acá? Solo cruza la cerca.

—No gracias, estoy bien aquí —sonreía.

—No deberían darte miedo los caballos.

—Yo no… no he dicho que me den miedo los caballos.

—Soy muy observadora, a mí no me tienen que decir las cosas para que me cuenta, ¿lo recuerdas? Así que… ¿cuál es tu historia con los caballos?

Esta chica realmente me sorprendía, yo traté de seguir negando que no había nada respecto a los caballos, pero de la manera en que me miraba se me hacía muy difícil seguirle mintiendo.

—De pequeña mi padre era aficionado a las carreras de caballos, por lo que terminó comprando un caballo… se llamaba Angelum… le iba bien, casi siempre ganaba y era como mi héroe, así que hablaba mucho de él con mis amigos. Cuando cumplí los siete años mi padre me hizo una gran fiesta, invitó a todos mis amigos y sin que yo se lo pidiera el pensó que sería buena idea llevar a Angelum a la fiesta para que mis amigos lo conocieran. Angelum había sido un excelente caballo y una muy fiel mascota, siempre tan tranquilo y cariñoso… aquel día supuse que se estresó o asusto… o quizá nunca lo sepa, solo recuerdo que uno de mis amigos quiso acariciarlo y… yo solo tengo la imagen en mi cabeza con la cara de este niño corriendo en sangre y tirado sobre el suelo, niños corriendo, padres gritando… después de eso mi padre vendió el caballo y decidió buscar un trabajo como cualquier persona normal. Así que estoy segura de que ese es el motivo para temerle a los caballos.

—Posiblemente sea por eso, y posiblemente también tengas razón respecto a lo que provocó que Angelum se desquiciara… pero no siempre es así, hay caballos que aman convivir con mucha gente, o al menos los caballos familiares, escucha —dijo mientras se acercaba a mí con el caballo—, los caballos de carreras son metódicos, obedecen ante los sonidos y solo miran hacia el frente sin importar otra cosa, no son animales domésticos, ver tanta gente y sobre todo cerca de él lo asustó, eso fue lo que pasó. Fue un gran descuido de tu padre, prácticamente es como acercar un perro de pelea ante una exhibición canina.

Mientras ella se iba acercando, y me iba explicado, yo tenía ganas de salir corriendo, pero luego la veía a los ojos y era como si otra parte de mi se aferrara al suelo, así que de un momento a otro la tenía frente a mí con el caballo soplándome a la cara por los orificios de su nariz.

—Y estoy tan segura de lo que te digo no por ser profesional en esto, sino porque mi sueño es hacer una fundación de fisioterapia equina para ayudar a niños con problemas psicomotores —dijo mientras agarraba mi mano y la acercaba a la trompa del caballo—. No tengas miedo, el miedo solo nos hace no poder disfrutar de la vida y sus grandes regalos.

Yo a punto del colapso por una parte de tocar al caballo, pero por otra mucho mayor al sentir su piel sobre mi mano, sentí como si el oxígeno dentro de mis arterias quisiese salir disparado por mi venas, solo para al final terminar acariciando el caballo.

—¿Ves? No fue tan difícil, anda, demos el siguiente paso, quiero que te montes en él.

—¡Eso no va pasar! —quité mi mano del caballo.

Alexandra solo sonrió y comenzó a reírse, luego soltó al caballo, dio unos cuantos pasos lejos de mí y abrió la puerta de la cerca; caminó alegremente hacía mí y me tomó de la mano jalándome de vuelta al caballo. Yo ya no sabía si sentir pavor o alegría de sentirla tan cerca de mí, así que, como si alguien más estuviera controlando mi cuerpo, solo… me deje llevar.

—¡Vamos! Yo te ayudo a subir —dijo mientras me tomaba de la cintura.

Aquel simple acto de agarrarme por la cintura terminó por volverme más loca de lo que ya estaba, mis nervios crecieron y explotaron cuando giré mi cabeza para preguntarle algo, pues la tenía casi rozando mi mejilla.

—No, yo… es… digo… ¿no es necesaria una silla de montar?

—En este caso no.

No podía creer que la tenía tan cerca de mí a tal punto de poder sentir su respiración sobre la mitad de mi cara. Finamente obedecí y sin darme cuenta ya me encontraba arriba del caballo, y de alguna manera, ya no tenía miedo.

Después de eso sentía como si algo hubiese cambiado en mi vida, no por haber superado un trauma, sino porque ya no me era posible olvidar el olor de Alexandra, la textura de su piel e incluso el puro sonido de su voz, fue entonces cuando supe que algo andaba mal conmigo.

Los días siguientes simplemente no podía olvidarla, debes en cuando la visitaba y ponía cualquier pretexto para tocarla o que ella me tocara, me estaba volviendo loca, y tenía claro que era por ella. La noche antes a la boda y con los preparativos casi listo yo estaba en otro mundo, sentía como si mi emoción de casarme fuera por casarme con ella, y eso lo notó Iván, no que era por ella, sino porque estaba distraída, él lo sumó a que era por la boda, y yo… yo estaba aterrada por la boda, porque me preguntaba si lo que había sentido o lo que sentía por Iván se comparaba a lo que estaba sintiendo por Alexandra, e incluso me preguntaba si era posible enamorarse de una persona, incluso no una mujer porque eso nunca llegó a importarme, tan solo en una semana… y recordé todas esas veces que leía en esos libros de princesas y príncipes el tan dichoso “amor a primera vista”.

Aquella misma noche y después de que Iván cayera en sus profundos sueños pesados decidí asomarme por le ventana a observar la noche y resolver mis cuestiones mientras miraba la luna, pero la luna no fue lo único que observé a primera vista, se trataba de Alexandra, quien estaba a lo lejos llevando a uno de los caballos hacia el establo. Sin pensarlo, y estando cien por ciento segura que se trataba de ella salí de la habitación sin hacer ruido y después de la casa para ir directamente al establo. Cuando llegué allí estaba ella, dándole de comer a los caballos, tan perfecta y hermosa como la recordaba de la última vez que la había visto.

—¿No es demasiado noche para que estés trabajando? —interrumpí el silencio.

Alexandre se sobresaltó y rápidamente se giró hacia mí, después solo sonrió como de costumbre y se agarró la cabeza metiendo sus dedos entre su pelo suelto.

—Casi… me… matas… de un susto… Además, en todo caso, la que no debería estar aquí serías tú… ¿Qué haces aquí?

—No podía dormir, y te vi por la ventana… digo, en las noches por aquí no se ve ni lo rosado de los árboles… pero sí las luces, y tú.

—¿Rosados? ¿Te refieres a los duraznos? No creo que algo rosado debajo de la luz de la luna se vea menos que yo…

—¿Son duraznos? Eso explica porque se me hacían familiares —sosegué mi respiración.

—Creo que será mejor que te vayas a descansar, mañana es un día importante…

—No creo que mañana sea un día tan importante después de todo.

—¿Por qué lo dices?

—No lo digo, lo siento.

Sin temerle a nada lentamente me fui acercando hacia ella, y esta no dio ningún paso hacia atrás, solo me miró y dejó que me acercara.

—No deberías estar seguir trabajando cuando ya terminaste tu servicio —le dije en voz baja.

—No lo hago por trabajo, yo amo estar aquí, amo estos animales.

Seguí caminando y pasé de ella para ir directo a acariciar a uno de los últimos caballos del establo. Ella solo me siguió con la mirada sin moverse de su lugar.

—Entonces debo admitir que estos animales son muy afortunados —intenté atraer su atención.

Ella se acercó lentamente y estiró su mano para acariciar el caballo, solo que su mano paso sobre mi hombro derecho y permaneció allí más de la cuenta. Sin saberlo supe que esto ya estaba comenzando a tomar el giro que quería, pero a pesar de todo me sentía tan insegura de arruinarlo. Ella acercó su otra mano hacia la puerta del pequeño corral y presionó su cuerpo sobre el mío; después acercó su mejilla justo a la mía y la rozó lentamente.

Rápidamente sentí como mis huesos se hacían polvo y mis brazos y piernas comenzaban a temblar como si fueran a desplomarse. Apretó su cuerpo mucho más al mío y yo comencé a mover mi cabeza para sentir ese roce de mi mejilla en la suya, y ella respondió haciendo lo mismo. Tan pronto como hubo respuesta giré mi cabeza hacia ella y sin moverme de la prisión en la que me tenía con sus brazos comencé a besarla; primero lentamente, que fue como si hubieran oprimido un botón de calor sobre mi cuerpo; y después de una manera tan erótica y apasionada.

Ella con su pierna derecha abrió espacio entre las mías y dejó de acariciar el caballo solo para comenzar a acariciar mis glúteos; entonces, sin pedirme permiso puso la otra mano sobre el cierre de mis pantalones y comenzó a desabrocharlo; luego comenzó a bajarlos con ambas manos y me los sacó por arte de magia dejándome solo bragas; me tomó por toda la cintura con ambas manos y las subió lentamente hasta la altura de mi espalda solo para desabrochar el brasier, y sin quitarme la blusa simplemente lo jaló.

Cuando este quedó en el suelo ella subió sus manos por dentro de mi blusa y dejó sus manos sobre mis pechos, presionándolos al mismo tiempo que volvía a meter su pierna entre las mías. Todo mi cuerpo estaba perdiendo cualquier ápice de obediencia sobre mí, actuaba por sí solo y sin ordenarlo ya comenzaba a sentirme húmeda entre mis piernas. Cuando soltó mis pechos sentí como claramente el frío del ambiente chocó con lo caliente de mi piel y entonces supe que mi temperatura había ascendido considerablemente.

El calor de su cuerpo fue descendiendo hasta llegar a mi espalda baja, allí sentí su respiración y también sentí claramente como pasaba las palmas de su manos sobre mis glúteos y así siguió continuamente hasta que con su boca comenzó a bajar mis bragas. Una vez que me las quitó me tomó por la cintura y me dio bruscamente la media vuelta y me plantó un beso metiéndome la lengua hasta el fondo de mi garganta; yo me recargué sobre la cerca metálica e hice tanto ruido que el caballo se sobre saltó y relinchó.

Ambas nos sobresaltamos de igual manera, así que Alexandra me tomó por la cintura y me jaló de la cerca para dirigirme directamente hasta donde había un montón de pastura seca, y justo allí caímos ambas. Nos comenzamos a besar y yo inicié mi búsqueda y exploración de su cuerpo poniendo mis manos debajo de su blusa; ella se quitó el brasier y tomó una de mis manos para ponerla sobre sus pechos desnudos.

Con el calor subiendo a toda marcha aproveche para quitarme la blusa con mi otra mano y con el movimiento de mis pies alcancé a quitarme los zapatos para al fin quedar totalmente desnuda ante ella; ella se sentó sobre mí, me observó y comenzó a desabrocharse la blusa para quitársela de igual manera y después se paró insinuando que la mirara; y sin perder tiempo se quitó de un momento a otro los pantalones, las bragas, las botas y los calcetines, y al fin quedamos las dos desnudas.

Lentamente comenzó a descender sobre mi cuerpo, y justo en ese preciso momento donde su cuerpo rozó con el mío sentí una descarga eléctrica, una erupción, un… un algo que no se podía describir con la fuerza de la misma naturaleza. Sus pechos cayeron sobre mi costillar en primera instancia y después se fueron arrastrando hasta llegar sobre mis piernas.

Abrió mis piernas y pasó su mano sobre mi pubis; aquella sensación de sentir mi propio vello rozando sobre mi pubis solo hizo que me derritiera aún más; su mano comenzó a descender más hacia el interior mis piernas y entonces sentí sus dedos girando sobre mi clítoris; tensé mis piernas y agarré tanta pastura entre mis puños como pude; ella me miró, me sonrió y luego comenzó a pasar toda su mano dentro de mis labios exteriores. ¿Cómo eso no podía ser más excitante? Si lo que hacía con Iván era hacer el amor… esto era… hacer una perfección dentro de la perfección del amor.

Si pensaba que eso era excitante no se comparaba con lo que estaba a punto de llegar; y entonces sentí una humedad diferente a la mía, se trataba de su lengua, de su boca y su saliva… Juro, que por poco me muerdo la lengua para poder soportar tanta excitación en el mismo lugar; su lengua… su lengua parecía ser un gran gusano intentando entrar a mi vagina arrastrándose; gemí y antes de mi segundo gemido metió uno de sus dedos la par de su lengua; inhalé aire y lo dejé salir todo solo para tomar más aire y contener la respiración que pudiese mantenerme viva.

Con sus labios comenzó a chuparme el clítoris mientras que con su dedo y uno más que introdució empezó a penetrarme con más intensidad y mucho más dentro; a la par con la otra mano estiró su mano hasta alcanzar uno de mis pechos y comenzó a apretarlo tan fuerte y suavemente que parecía imposible. Luego dejó de chuparme y subió hasta mí para esparcir mis propios fluidos sobre mis labios besándome; sin embargo, no sacó la otra mano de mi vagina y comenzó a mover su pelvis sobre su mano para figurar ese movimiento de cogimiento. Soltó mi pecho y tomó nuevamente mi mano y la bajó hasta su pubis obligándome a erguir ligeramente mi espalda para poder alcanzarla; toqué con la palma su pubis tan suave y liso, y con la punta de mis dedos comencé a buscar su clítoris, y una vez que lo detecté mis dedos empezaron a moverse en círculos.

Nuestros cuerpo habían llegado a una posición que en mi vida me hubiese imaginado lograr, pero con tanta adrenalina mi cuerpo solo pedía más, así que sin pensarlo metí mis dedos dentro de su vagina; ella gimió de placer y me plantó un beso; después prácticamente nuestro gemidos se atrapaban entre nuestras bocas; y cada vez que ella ejercía más presión sobre mi vagina yo hacía lo mismo; ella metía más los dedos dentro de mí y yo también lo hacía; y así sucesivamente hasta que nuestros labios se separaron; nuestra humedad se volvió líquida entre nuestros sexos; nuestros cuerpo se pasmaron el uno con el otro y finalmente gritamos al mismo tiempo que los caballos relinchaban asustados.

Me sentía como si flotara, mi cuerpo se volvía frío e sensible a su calor, y luego me besó; siguió besándome hasta que dejé de escuchar más que el ruido de nuestra respiración; me acarició por todo el cuello dándome besos; luego pasó su mano sobre mi mejilla; y acercándose más me susurró un “gracias” al oído, y lentamente comenzó a rozar su pubis contra el mío, pero fue en ese momento cuando los caballos relincharon de nuevo; las dos miramos hacia los caballos y nos sorprendimos al ver la silueta de alguien frente a nosotras. Al principio no logré reconocer la silueta, pero luego reconocí la chaqueta y supe de quien se trataba; la silueta era… era Iván.

Nunca supe cómo había llegado hasta el establo, nunca me lo dijo, y a pesar de que traté de explicarle lo que no podía explicar… él jamás quiso escuchar. Obviamente al otro día no hubo boda, y no porque él lo hubiera decidido, de todas formas no lo hubiera hecho. Al otro día me fui de aquel hermoso lugar acompañado de la más hermosa mujer en mi vida, y a pesar de que jamás se nos perdonó aquello a ninguna de las dos, nunca nos preocupamos.

Hoy en día vivo con Alex en un pequeño rancho a media hora de la ciudad donde trabajo; tenemos media docena de caballos gracias a su trabajo de rehabilitación (uno se llama Angelum); duraznos por doquier; y una hermosa casa; pero sobre todo, a la única mujer que amo en todo el mundo, y aunque aún no nos hemos casado, simplemente sabemos que no lo necesitamos, porque hay cosas que no se dicen o se escriben, simplemente se saben.

Hola a todas y todos, ya tenía bastante tiempo que no publicaba por aquí, las que me han seguido en mi página saben que fue porque me dediqué de lleno a “Andrea Princesa… Samantha Príncipe” y les agradezco su compañía incondicional. Justo hace un mes termine la novela y estoy comenzando con la nueva que es “La Misteriosa Chica del Lago” que es algo nuevo que me gustaría probar, yo solo espero que les guste, pero ya veremos que tal lo aceptan. Este relato está bastante sencillo, pero bueno, ya extrañaba escribir en TR, no sé si publicaré seguido por aquí, porque pienso entrar de lleno a la nueva novela, sin embargo, cualquier cosa les avisaré por twitter. Sin más, agradezco que se tomen su tiempo en leerme y comentar por aquí y si lo hacen también en mi página pues se los agradezco todavía más.

Cuídense, nos estamos leyendo y hasta pronto.

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