Desde peque?a pugnaba ya por la vida independiente y no hubiera podido conseguirla de no ser por algunos conocidos. Por ejemplo Antonio, pap? de una de mis mejores amigas desde secundaria, Rebeca. Antonio me ayud? a empezar a conseguir mis primeros ingresos y tambi?n a crecer, en todos los sentidos.
Nuestras madres se rolaban para ir por nosotras a la salida del colegio pero dio el asunto que Antonio quedo viudo a mitad del tercer a?o de secundaria y despu?s de unas semanas empez? a ir por nosotras. As? nos conocimos.
Poco a poco comenz? a fijarse en m?. Y ser? un poco que ya desde chiquita pintaba yo para atraer a los hombres. Los pechos ya ten?an un buen volumen y eran bastante llamativos y mi cuerpo delgado y exuberante era ya suculento. Los paseos en su camioneta eran agradables, el intentaba ser simp?tico y Rebeca era toda una monada. Antonio, aunque mayor, me resultaba atractivo. Su cabello entrecano y su cuerpo fuerte me atrapaban, pero jam?s se me ocurri? que entre nosotros pudiera existir otra cosa.
Fue una tarde al salir del colegio, Rebeca hab?a faltado, cuando encontr?, c?mo siempre, la camioneta gris de Antonio estacionada frente al colegio. ?Hola, dijo cuando me acerque a saludar, Rebeca est? enferma, yo pasaba por aqu? y me dio pena saber que te ir?as sola. Anda sube, te llevo.- Di las gracias y me trep? a la camioneta.
- Tengo un poco de hambre, ?sabes? Tuve tanto trabajo que no desayune. ?Te importar?a acompa?arme? Agreg?, colocando una peque?a caricia fugaz en mi pierna desnuda.
- Por supuesto. Vamos.
- Por qu? no llamas a tu casa y dices que vas a ir a comer con Rebeca a comer.
Mis se?ales se encendieron. ?Iba con Rebeca o con ?l? En fin, qu? llegamos a un restaurante donde comimos de lo mejor. Antonio era divertido y me encantaba estar con ?l. Me hac?a sentir mayor y yo lo olvidaba por completo la diferencia de edades. Ya de regreso en la camioneta, Antonio volvi? a acariciar mi pierna con su mano. ? Se me olvidaron algunos papeles en la oficina, ?me acompa?as por ellos, o te dejo en casa? ? Te acompa?o, respond?.
Su oficina parec?a todo un departamento. ?l se sent? frente a su escritorio y comenz? a mover papeles. ? Qu? grosero soy, dijo interrumpiendo su b?squeda, no te he ofrecido nada de tomar. ?Quieres algo, un refresco, una cerveza, un licor? ? Su invitaci?n me causo gracia. ? Un ron con cola, conteste queriendo parecer m?s adulta. ? Muy bien, dijo sonriendo, un ron con cola-
- ?Puedo pasar al ba?o? Pregunt?.
- S? claro, esa puerta, dijo se?alando la puerta de en medio.
Entre al ba?o, la puerta no cerraba bien as? que se qued? medio abierta, pero no me preocup?, s?lo est?bamos ?l y yo, y no corr?a riesgo de?
- ?Quieres que le ponga agua mineral? Me pregunt? Antonio asomando la cabeza por la puerta.
- S?, gracias, dije aun sentada en la taza del ba?o, a punto de saltar pero resisti?ndome a parecer sorprendida.
- Muy bien, volvi? a decir mientras desaparecia. Aqu? tienes, dijo entrando nuevamente al ba?o y extendi?ndome la bebida.
- Gracias, dije esperando a que saliera.
- ?Y c?mo ves a Rebeca? Pregunt?.
Yo no hab?a podido orinar y teni?ndolo ah? enfrente empec? a sentir como la orina se iba saliendo a chorros espaciados. Yo, sin dejar de ver a Antonio, sent? como me sonrojaba toda. ?l no pareci? darse cuenta y continuo recargado en el lavabo hablando mientras me miraba fijamente. Yo, tome un sorbo de la cuba y me qued? oy?ndole.
- Todos nos sentimos tristes desde que Magda se fue.
Me quede sin nada que decir y la escena comenz? a hacerse demasiado larga. De pronto Antonio se acerco tendi?ndome un poco de papel de ba?o.
- Toma, dijo y se quedo parado frente a m?.
?Qu? pod?a hacer? Me puse de pie frente a ?l, con mis bragas sosteni?ndose en las rodillas, y con las piernas arqueadas para limpiar de adelante hacia atr?s ni vulva. Lance el papel a la papelera y antes de poder subirme las bragas sent? a Antonio frente a m?. Me miro directamente a los ojos y planto un beso eterno en mis labios. No me produjo ning?n disgusto. Estaba encantada. Deje mi cara hacia arriba esperando que llegara el siguiente.
Fue m?s apasionado, m?s intenso. El coraz?n se me pon?a a cien. Sent? como el cuerpo se me pon?a lacio, y como se abandonaba al contacto de Antonio. Primero me abrazo para meter m?s afondo su lengua, me colgu? de su cuello y sent? como nuestros cuerpos se pegaban, las bragas terminaron sali?ndose de mis piernas. Estaba tan concentrada en la sensaci?n de los besos que no me di cuenta cuando Antonio meti? su mano debajo de mi falda hasta que empez? a acariciar mi vulva.
La posici?n era incomoda ?l ten?a que levantarme un poco para poder magrear mi concha, as? que me tom? la mano y me llevo hasta un sill?n en la oficina. Me dej? de pie mientras ?l se sentaba y volvi? a meter mano debajo de mi falda. Ahora sus dedos se atrev?an a jugar con mi incipiente vell?n y entrar m?s a fondo en mi sexo. Mi respiraci?n aumentaba y mis piernas se doblaban as? que lo abrace y recargue mi cabeza en su hombro.
- Te gusta, susurro en mi oreja.
- S?. Contest?.
- ?Has probado el sexo de un hombre?
- No, conteste con un leve pujido.
- ?Mamarias el m?o?
- S?. Contest? conteniendo los suspiros.
- Desabr?chame el pantal?n, orden?.
Me cost? trabajo pero finalmente pude desabrochar el cintur?n y el bot?n bajando el cierre del pantal?n.
- S?calo, orden?.
Met? la mano en sus calzones. El primer contacto con la carne. Pens? que me dar?a miedo pero no fue as?; la sent? c?lida y amable, invitadora. La sujet? con la mano y hale un poco hasta conseguir que saliera. Me pareci? grande, pero le ment? diciendo que no. Seguro me tendr?a que haber preguntado qu? hacer, hubiera tenido que poner cara de duda, hubiera tenido que mirarle y poner cara de ?Y ahora? Pero no fue as?, quiz? instinto, quiz? intuici?n, quiz? memoria gen?tica. No s?. El caso es que mi boca se dirigi? presta a besar aquel enorme sexo.
Lo bese con vehemencia casi como si fueran los labios de Antonio, fue un beso algo largo, compartido con leng?etazos a esa peque?a boquita que se encontraba en la cabeza. Me gusto el sabor, segu? leng?eteando cada vez con m?s prisa y decisi?n. Finalmente met? aquel incre?ble trozo de carne en mi boca para chuparlo y rechuparlo y volverlo a chupar. Quise meterlo por completo en mi garganta pero no lo consegu?, todav?a no ten?a tanta experiencia. Finalmente consegu? que Antonio descargara todo. Fue una total sorpresa que casi consigo atragantarme.
Permanecimos callados un momento y luego nos fuimos. Durante el trayecto Antonio fue acariciando mis piernas. Una calle antes de llegar a mi casa detuvo la camioneta.
- No creo que sea necesario decirte que no le cuentes nada a Rebeca, dijo.
- Claro.
- Bueno, ya te encontrar? otro d?a, y mientras me dec?a eso me meti? dinero en la bolsa del su?ter.
Adi?s, le dije y baje de la camioneta. Mientras me iba se me ocurri? una locura le grite. Ey, oye. Volte? y me levant? la falda. Hab?amos olvidado mis bragas en el ba?o de su oficina. Sonri?. Yo estaba contenta y sent? el dinero dentro de mi bolsa. El principio de la independencia.
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