type='html'>Después de aquella tarde de lluvia en casa de mi vecina, no volví a ser la misma. Sabía en mi interior que yo había cambiado.
Volví con mi pareja nuevamente, entre nosotros había demasiado en juego para terminar con todo así de repente. Pero ya no estaría a su disposición, y menos salir corriendo detrás de él después de cada discusión. Mis sentimientos habían cambiado, como también mis deseos.
En mi memoria estaba aun fresco el recuerdo de aquel encuentro con ella, todavía podía percibir la suavidad de su piel contra mi piel y eso me excitaba. Quería volver a probar aquellos labios, de tener esa sensación embriagante que me dieron esos besos y volver a sentir su boca devorando mi sexo hasta dejarme extasiada.
Ahora entre nosotras había un secreto y esa complicidad empezó a surgir entre miradas provocativas cada vez que nos cruzábamos, por lo general yo siempre estaba acompañada por mi novio, pero eso no evitaba que termináramos por saludarnos con un beso afectuoso en la mejilla y alguna charla informal.
Así fuimos acercándonos más y entablando una amistad que parecía solo el de dos mujeres, pero era la lujuria la que nos estaba uniendo. Ella empezó a frecuentar mi casa, cada vez que yo quedaba sola la llamaba y terminamos desnudándonos y amándonos alocadamente en cuanto lugar encontrábamos. Descubrí todo el gusto por utilizar juguetes sexuales, con ella resultaban ser deliciosos, sabía cómo hacer para estimularnos a tal punto que acabábamos por arrancarnos intensos orgasmos uno tras otro.
Mis encuentros con mi novio ahora eran diferentes, los disfrutaba de otra forma. Muchas veces en la que estábamos follando tenía el deseo de compartir también aquel encuentro y ella estaba en mis fantasías. Eso me estimulaba más y mi pasión desbordaba de tal forma que muchas veces lo dejaba a él extenuado. Descubrí que mi femineidad era lo que más disfrutaba ahora. Me sentía radiante, sensual y quería descubrir hasta que punto podía llegar con esta experiencia.
Una tarde después de muchos meses manteniendo encuentros clandestinos con mi vecina, sin que mi hombre tuviera la más mínima sospecha de mis inclinaciones sexuales, ella vino a mi departamento, hacía calor, estaba vestida con un bikini diminuto y un pareo transparente que dejaba ver su cola redondita y perfecta. Mi novio estaba en la sala mirando televisión y tomando una cerveza. Distendido. Pero no distraído como para no mirarla y recorrer su cuerpo con la mirada típica de un hombre cuando algo le apetece. Yo estaba en la cocina y mientras charlábamos podía darme cuenta que tal vez este era el momento de dar rienda suelta a mi fantasía. Ya había hablado con ella al respecto y no tenía problema de jugar este juego.
Me acerque a ella y le dije: - te está mirando como un lobo a su presa!
Empezamos a reír y me dijo porque no bajamos a la piscina y nos refrescamos.
Fuimos juntas al dormitorio y a cambiarme de ropa, me puse un traje de baño sensual, él quedo observando también con esa cara de querer ver más de lo que estaba viendo. Las dos nos miramos con complicidad sabiendo que estábamos calentando el momento. Le dije a él si quería venir, no había nadie abajo y podíamos disfrutar del lugar solo los tres. No lo pensó demasiado. Nosotras nos adelantamos y entramos en el agua, nadamos juntas, riéndonos, disfrutando de esa sensación… no podíamos evitar rozarnos y acariciarnos, ya los trajes resultaban molestos. Ella tomo la iniciativa y se quito la parte de arriba, mientras me incitaba a hacer lo mismo… y lo hice riéndome. Continuamos jugando en el agua… cuando vi como él nos miraba sentado en un extremo de la piscina.
Ella continúo como si nada y en uno de esos movimientos al salir debajo del agua me abrazo fuerte de forma que nuestros senos chocaron y su boca fue a dar sobre mis labios. Yo respondí a su beso y la abrace. Refregando mis pezones con los de ella. Bajo su mano por mi espalda hasta mis glúteos los apretó y volvió a besarme con intensidad. Mi mano bajo a su vulva y comencé a frotarle el clítoris. Mi cuerpo y el de ella ardían en el agua. Estuvimos así besándonos y tocándonos unos cuantos minutos sin percátame ya de que nos estaba mirando. Se levanto y subió a nuestro departamento. Le pedí a mi vecina que subiéramos a ver cómo íbamos a seguir.
Cuando cruzamos la puerta lo vimos a él desnudo, tendido sobre el sillón de la sala con una erección en plenitud.
-Me gusta lo que estuve viendo y quiero ver más si me dejan! – nos dijo
Aún seguíamos en topless, nuestros cuerpos húmedos…excitados. Nos miramos nuevamente y le sonreímos a él como asintiendo a su pedido.
Ahora yo tome la iniciativa, y la bese con dulzura. Nuestras lenguas se enredaron entre besos… mientras las tibias manos se deslizaban en la frescura de la piel húmeda, ella llevo su boca a mis senos para jugar con mis pezones, mientras mi mano bajo delicadamente hasta su vulva y mis dedos la penetraron… gemíamos como dos hembras en celo hasta quedar arrodilladas en la alfombra, tocándonos en cada parte. Ella hizo que yo quedara recostada mientras me quitaba la braga y hundía su lengua recorriendo cada uno de los pliegues de mi vulva y mi clítoris se endurecía entre sus labios. Continuo succionándolo y pasando la lengua con rapidez me estaba estremeciendo cuando vi a mi novio unirse a nosotras, se puso por detrás de ella acariciándole los redondos glúteos, la palmeo varias veces, mientras la penetraba suavemente con los dedos. Ella gemía desesperada y chupaba con más intensidad mi vulva, cuando él le arranco la braga, y comenzó a chuparle también. Yo a esa altura estaba delirando ante la llegada de un orgasmo.
Recupere el aliento y me incorpore a la escena. Esta vez fui por él. Verlo con otra mujer no me generaba celos, al contrario me resultaba tan estimulante verlo compartir con nosotras este momento. Hice que ahora él se recostara sobre la alfombra, mi compañera puso su vulva sobre su cara para que continuara estimulándola y nos dedicamos a jugar con su pene. Suavemente fui masturbándolo con mis dedos húmedos, entre la saliva y la boca de ella que atrapaba su glande una y otra vez como a una fresa fresca. Las dos devoramos ese precioso falo, los testículos, el perineo. Dos lenguas, dos bocas dándole el máximo placer. Él continuaba explorando la intimidad de ella y la estaba llevando al orgasmo, cuando yo tome el pene con una de mis manos lo frote en mi clítoris y la humedad de los labios y fui introduciéndolo en mi vagina con suaves movimientos circulares. Me gustaba este juego de sentirlo poseído por la lujuria de dos mujeres. El ritmo de mi cuerpo sobre él fue aumentando, ella y yo nos besábamos mientras el continuaba estimulándola sin parar. Las dos terminamos estallando en placer, una oleada de calor subía por nuestros cuerpos dejándonos sin aliento. Pero no queríamos terminar. Íbamos por más.
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